Cuando vienen estas fechas se entrelazan en mis recuerdos las navidades, la época en la que en casa esperábamos durante mucho tiempo el día de Matanza. No creáis que era fácil criar un cerdo; Se adquiría en primavera para matarlo en diciembre o enero, pero creedme, un complemento de la alimentación del gorrino eran los desperdicios del hogar, en mi casa con nueve hermanos, el marrano pasaba hambre. En una ocasión, mi padre compro uno con 43 kilos con la intención de aprovechar el cochino y lo vendió con 38 Kilos.
Realmente la intención era criarlo, para sacrificarlo porque aseguraba durante un tiempo el abastecimiento de carne, chorizos, salchichones, etc.
Creo que rondaba 1.970, era invierno, los reyes estaban cerca, al menos en mi barrio esperábamos que desde los molinos subiesen misericordiosos los magos, pero antes, se preparaban las matanzas, principalmente en barriadas y pueblos de Almería.
Mi abuelo acompañado de sus hijos, entre ellos mi padre, preparaban cuidadosamente “El Majuelo”, un pequeño cortijo situado en las chocillas, esquina Calle San Antonio con Calle La Fuente; ….En la puerta había una fuente de agua y en las dos esquinas una panadería y una tienda, por lo que cualquier falta de viandas tenia asegurado el abastecimiento.
El Cerdo había estado engordando durante varios meses pero los últimos dos era abastecido tan solo de harina y agua, todo ello para que los intestinos estuviesen limpios. Incluso veinticuatro horas antes de matarlo no se le daba prácticamente nada de comer.
La semana anterior se preparaba la leña, lebrillos y aliños. Mi abuela sacaba una caldera muy grande que colocaba sobre un trébedes. Recuerdo que mi padre cogía varias ramas secas del parral mientras mi madre y mis tías preparaban agua, limón, vinagre y sal para limpiar las tripas que después se utilizarían para embutir con cuidado la sangre y demás adobos
Estoy describiendo el momento y parece que se me quedo grabada la atmosfera y el aroma de la mezcla de cebolla, pimientos colorados, ajo, clavo y almendras. Siempre se daba a probar el compuesto a algún mayor, supuestamente el mas experto que normalmente era mi abuelo o el mayor de sus hijos, mi tio Gines, este , también seria responsable del éxito del resultado de las chacinas que os aseguro eran tremendas… todo ello mientras al menos yo, miraba dejando caer por la comisura de mis labios una gota de saliva.
Lo mas desagradable era la muerte del animal… Prefiero no recordarlo y volver a la faena. Rellenadas las tripas , las mujeres las metían en agua para cocer y las dejaban enfriar, primero en una mesa y después colgadas en unas cañas para orear. A partir de aquí, a ver quien era el valiente que se iba, ya que, tras una madrugada de habas, vino y tertulia… se probaban, y en unas ascuas, se dejaban caer los brazuelos, costillas, jamones y mantecas. La noche pasaba entre Marchena y Farina.
La fiesta duraba todo el fin de semana, pero sobre todo lo que si que recuerdo es que existía unión familiar, amigos y vecinos que se acercaban a compartir el momento… y niños… muchos niños que entre el trajín y jaleo disfrutábamos de esta extraordinaria tradición que poco a poco… se esta perdiendo.
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