Trabaja fino y tiene palabra. Proviene de familia de militares rifeños, tanto su padre como sus tíos fueron soldados del régimen franquista y todos hablaban perfecto español. Su padre está muy presente para él, a pesar de que lo perdiera a los 12 años de edad. Su aventura comenzó hace 24 años, como muchos otros se jugó la vida para cruzar el Mediterráneo en una semirrígida de 3 metros de eslora. Esta es la historia del empresario de la construcción Nourdine Hamman Azarkan.
Cuando supo que su hermano iba a cruzar le dijo: “Tienes trabajo, eres oficial de albañil y de lo tuyo aquí hay mucho. Si voy yo y muero puede que no sea tan malo, al menos tu puedes mantener a la familia”.
Partieron desde Alhucemas en una calurosa noche de verano, eran nueve jóvenes, no tenían ni idea de navegación. Pagaron 900 euros cada uno para comprar una zodiac de 25cv con un GPS. Casi sin poder moverse en la embarcación, cada cual llevaba su mochila con ropa nueva de cambio e incluso, perfume para oler bien al llegar a España. Todos sabían que la muerte les daba el reflejo en aquel mar plateado totalmente en calma, como recuerda el protagonista.
¿Cómo fue la travesía?
A las 4 horas de partir cuando estábamos en mitad del mar y ya no se veía nada de tierra paramos porque el motor se había calentado, salió fuego. Apagamos el fuego como pudimos con toallas, nos quemamos. Teníamos miedo porque llevábamos muchos bidones de gasolina para el camino. Conseguimos volver a arrancar, pero nos quedamos sin agua, era tanta la sed que no podíamos hablar y era verano, hacía mucho calor, el sol nos abrasaba.
Pasó un avión militar y pensamos que nos rescataría, pero nada, los mercantes nos pitaban para que nos apartáramos, generaban unas olas enormes a su paso. Nadie nos rescató.
Llegamos 24h horas después a la costa de Granada, sin GPS, seguimos la dirección de una patera que nos adelantó a toda velocidad. Al llegar a tierra teníamos las piernas muertas, no las podíamos mover, me tiré al agua como pude y una piedra me aplastó dos dedos, mis compañeros pensaban que ya había muerto, pero no sé cómo salí adelante.
Uno de los que venía con nosotros nos guió montaña adentro. Vi una manguera y comencé a beber, no se me olvidará el sabor de aquel agua, era malísimo, pero tenía mucha sed. Después vi todos las balsas de regadío y me di cuenta del agua que había bebido. Por el camino nos cruzamos con una familia que recolectaba uvas, les pedí agua por favor y fueron a buscar una garrafa de 5 litros fresquita, nadie quería soltar aquella botella. Queríamos pagarles, uno de mis compañeros le quería dar su cordón de oro, pero esas gentes no aceptaron. Nos preguntaron si teníamos familia y nos dejaron llamar a mi tío.
Pasamos horas esperando a mi tío en el puente que hay don está el río en La Rábita y no pasó nadie, ni un policía. Cuando mi tío vino a recogerme le dije que no me podía ir sin mis compañeros, te juro por mis hijos que no podía dejarlos allí. Volví a por ellos y la Guardia Civil me persiguió. Conseguí esconderme dentro de una tubería debajo del puente, me subí a una estantería que había y mi cabeza se quedó encajada. Pasé horas allí metido, pensé que me moría y nadie me iba a encontrar. Poco a poco me liberé. Se había hecho de noche, estaba magullado y ensangrentado, eché a andar hacia el pueblo. Pregunté a un hombre mayor por la cabina, seguí sus indicaciones que me llevaron directo a la comisaría de policía. Logré volver y recordar donde estaba la cabina, pero tenía mucha sed y no tenía monedas, así que entré a un bar. Pedí dos coca colas y me las bebí del tirón, pagué con el billete de 5000 pesetas que llevaba y llamé a mi tío que vino a por mí y, aquí estoy.
¿Por qué con 22 años te montaste en una patera?
Hacía yeso pintado, como el que hay en la Alhambra en casas de mucho dinero y me iba muy bien, pero no se qué pasó, se cayeron los tratos de hasta 16 obras que tenía cerradas. Comencé a gastar mis ahorros y de verme sin dinero me puse muy mal psicológicamente, dormía de día y lloraba de noche porque no quería que nadie me viera.
Pasé un mes en Tetuán, tratando de buscar la vida, dormía en un sitio donde está la peor gente, durante 8 días comía solo una vez al día porque apenas me quedaba dinero. Un amigo que encontré allí me dio trabajo, me pagó y me dio 200 dirham de más, que después le devolví, para que volviera a mi pueblo, Alhucemas. Entonces supe que mi hermano se iba a ir en patera y me cambié por él.
Nourdine jamás podrá olvidar a un agricultor de La Cañada, Bonifacio, quien en un año arregló sus papeles. Pronto empezó a trabajar en la construcción y, a pesar de los baches desde hace tres años tiene su propia empresa de yeso y escayola y, es español por nacionalidad.
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