Cuando cursaba COU, el profesor de Geografía e Historia propuso que cada alumno hiciera una exposición sobre un tema libre. Yo en un primer momento pensé realizarla sobre los moriscos, un asunto que me interesaba mucho, seguramente por los claros contrastes que percibía entre mi tierra de origen, donde la influencia islámica estaba en el aire y aquella otra en la que vivía por entonces, cuna de la Reconquista.
Sin embargo, al proponer el tema al profesor, la acogida fue fría. Al docente, originario de la cuenca minera y especialista en Historia Contemporánea, aquello no le gustó nada por lo que me argumentó que era un contenido sin relación con el temario de la asignatura. Por ese motivo, terminé exponiendo sobre cómo un grupo de combatientes españoles veteranos del frente de Madrid, impulsaron a los legionarios de la Francia Libre que detuvieron el arrollador avance de las fuerzas germano-italianas lideradas por Rommel en el fortín libio de Bir-Hakeim.
De aquella ocasión, me quedó un fuerte interés por conocer la especial idiosincrasia de mi tierra, por lo que no tardé en embarcarme en una aventura de conocimiento autodidacta que, por suerte o por desgracia, todavía sigue viva. Así me fui enterando de que había épocas de la historia almeriense de las que no nos contaban nada. Autores de narraciones de viajes, entre los que destacaremos a Brenan, u obras literarias como 'La Sultana de Almería' de Régine Colliot, me trasladaron a épocas que daban sentido al viejo refrán que afirma que, en ciertos momentos, la maravillosa ciudad de Granada no pasaba de alquería de la que se abre frente al Mar de Alborán.
Pero, al mismo tiempo, como buen autodidacta, también adquirí una certeza, seguramente aventurada. Esa no es otra que esta tierra en la que vivimos únicamente prospera cuando está abierta a las corrientes ideológicas dominantes en cada momento y a las rutas comerciales internacionales. Cuando se pliega sobre sí misma, o cuando mejor dicho la repliegan, el retroceso socioeconómico que experimenta es abrumador, sin parangón en zonas cercanas, seguramente por nuestra peculiar situación geográfica. Y, si los lectores dudan de lo que digo, consulten con fuentes autorizadas lo que se vivió por aquí tras el hundimiento de la industria textil y el comercio con el Norte de África y Oriente, o ya en épocas más recientes, los niveles de miseria que se conocieron tras el cierre de la minería y la exportación de uva. En todos los casos, la conclusión es que, cuando no evoluciona, Almería alterna periodos de esplendor con largas épocas de miseria espantosa.
Esta reflexión me acompaña especialmente desde mi última participación como miembro del jurado en unos premios sobre gestión de los recursos naturales a los que desde hace años tienen la gentileza de convocarme. A la edad que uno ya va teniendo, he formado parte de varios jurados, pero, sin ánimo de despreciar a nadie, estos son los que más me motivan, ya que el procedimiento de selección supone todo un reto intelectual.
En las últimas ocasiones en las que he participado, se ha consolidado una constante. Cada año hay más candidatos a las menciones positivas, con iniciativas innovadoras procedentes de sectores diversos, hasta el punto de que es extremadamente difícil la valoración. Sin embargo, por el lado de las menciones negativas, la elección es mucho más fácil y por desgracia apenas varía de edición en edición. Los candidatos son siempre los mismos, anclados en responder con soluciones propias del desarrollismo a los retos derivados de una época caracterizada por el interés por la sostenibilidad y la preocupación mundial por el cambio climático.
El problema es que, hoy en día, los candidatos positivos tienen las ideas y las iniciativas, mientras que los candidatos negativos están atrincherados de forma numantina en los resortes de poder, sin que al menos públicamente manifiesten voluntad alguna de plantearse hacer las cosas de manera diferente, con lo que una vez más nos ponen a todos los almerienses en riesgo de perder el carro de la Historia. Salvando las distancias, mi impresión es que están ejerciendo de capitanes del Titanic, manteniendo de forma ciega rumbo de colisión hacia la crisis ambiental.
A mi modesto modo de ver, aquellos que creen que, en pleno siglo XXI, el futuro de la provincia pasa por emular a Girón de Velasco o a Jesús Gil destruyendo vía masificación el inconmensurable activo público que supone contar con el último litoral relativamente bien conservado del Mediterráneo Europeo Occidental, pertenecen a la época de la Sultana de Almería.
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