Se la ha llevado hoy, llena de cosicas de Almería: de marraná de pulpo, de licor de Alhabia, de vino de Padules, de fritada de Suflí, de todo eso que le gusta a este payo disfrutón; se la ha llevado hoy, Antonio Fernández Compán, la cesta que le hemos regalado sus compañeros, llena de glorias benditas de Almería; se la ha llevado hoy, como el que se lleva caracolas de una playa a la que nunca va a volver, o va a volver de otra manera; se la ha llevado hoy- la cesta y su presencia de maestro de tiza y pizarra- porque se ha jubilado, porque la vida es eso: nacer, crecer, reproducirse y quitarse de en medio. Fernández nunca se ha quitado de en medio, dudamos que lo haga. Porque, aunque ahora, cuando se mira al espejo de su dormitorio por la mañana vea a un señor mayor de barba blanca, él -Fernández- cuando llega a la redacción sigue siendo el mismo Fernández de siempre: pantalones vaqueros, casco de la moto en la mano e insultos benévolos variados. Sigue siendo el mismo por dentro, aunque no lo sea por fuera, como cuando llegó por primera vez a la Avenida de Montserrat en 1987 hablando de las dunas del Cabo de Gata y uno era un práctico que lo miraba como el que mira a un profeta juvenil. Dio el salto de médico a ecologista y de ahí a periodista. Y en el fondo sigue siendo las tres cosas. 37 años siendo el mismo, 37 años siendo él mismo, tiene su mérito en este tiempo de amores líquidos. Ayer se liquidó, se despidió sin lágrimas, al menos por fuera, pero dando la brasa, como siempre, sobre la ecología y diciendo algo que siempre le ha acompañado como una rúbrica: “El respeto hay que ganárselo”.
Antonio Fernández no es Antonio Fernández, es Antonio Fernández el de La Voz de Almería, uno de los clásicos de nuestro periodismo provinciano, ese que está renaciendo, pero de otra manera. Unas maneras que él ya no entendía tanto o no le apetecía entender. Se ha ido el payo de la redacción -el hijo de aquel Fernández Alemán que trajo el Spar y la gaseosa La Casera a Almería- aunque uno nunca se va del todo y menos él que ha dejado aquí mucho. No todo ha sido bueno para él en casi cuatro décadas como periodista: en un periodo tan largo de tiempo siempre hay hieles y mieles. Pero el tiempo despenaliza el pasado y por encima de todo queda el afecto que le profesaron sus compañeros de redacción, los veteranos y los noveles; se ha ido Fernández con la música a otra parte, con su cesta a otra parte, la cesta de Fernández, después de años y años emborronando papeles hablando de tomates, de pimientos, de invernaderos, de trenes, de paisajes; se ha ido Fernández, el ancla de todos, el decano de la redacción -salvando al director- y uno se queda con una frase que un día le oyó hablando del periodismo y de la vida en una reunión de redacción, aunque él ya no se acuerde: “Lo importante es saber lo que es importante”. Sigue aplicándotelo, payo.
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