Cuando Almería empezó a caminar por la senda del progreso estuvo a punto de tener un banco propio, el contrapunto a ese crecimiento económico que amaneció a mediados del XIX y que pivotaba en torno a comercio marítimo del mineral y de la uva. Pero se quedó con la miel en los labios: el escribano José Rumí Fuentes firmó la escritura de creación en 1864 con un capital de 3 millones de reales, mediante 1.500 acciones de 2.000 reales cada una. A pesar del apoyo de la Diputación, el Consejo Provincial, el Ayuntamiento y la Sociedad Económica de Amigos del País, tras años de demora, Madrid denegó la autorización en 1867.
Los principales partícipes de ese romántico proyecto financiero fueron, entre otros, el veratense Ramón Orozco e Hijos, Jacinto María Anglada también veratense, Joaquín Carrías de la Cuesta, Nicolás Sánchez, Francisco Padilla, Nicolás del Moral, Ángel Berroeta y los Heredia de Málaga. El Banco de España no vio la claro ese despliegue económico del Sureste Peninsular y decidió poner en barbecho, hasta ratificar su consolidación, las intenciones de los patricios locales para constituir un banco emisor.
En esos tiempos pletóricos de actividad mercantil almeriense, complementaron su quehacer empresarial con la actividad financiera algunas casas de comercio establecidas en la ciudad y en la provincia. Fue el caso de la firma Luis Terriza Viuda e Hijos con domicilio en la calle Tiendas, 9 y con anterioridad en Arráez, 2.
La empresa que fundó Luis Terriza poseía a finales del siglo XIX una de las principales fábricas de barriles de la provincia con una producción anual de 10.000 unidades. Aparece como uno de los mayores contribuyentes de la provincia y participó como vocal en la constitución de la Cámara de Comercio. Era también comerciante y almacenista de frutos coloniales, quincalla, bisutería, muebles y efectos de lujo. Trabajaba también con comisiones de compra y venta y tránsito de toda clase de frutos de país y participó en el fallido intento del Banco de Almería con 80.000 reales. Hasta 1904 realizó actividad como banquero y participó en la emisión pública de acciones de la Compañía de los Caminos de Hierro del Sur de España. En 1892, el Ministerio de la Guerra reclamó a Herederos de Luis Terriza el importe que le habían depositado quince mozos para librarse del Servicio Militar en Marruecos, a razón de 1.250 pesetas cada uno.
La casa Barrón y Cía, hasta su quiebra en 1878, ejerció actividad financiera en sus oficinas de la calle de La Reina. El comerciante y capitalista Guillermo Barrón Cantillón ya estaba activo en la provincia en 1829 proveniente de Cádiz, tras haber aportado 4.000 pesos fuertes en el empréstito para luchar contra los franceses. Perdió también 23.400 pesos nominales en la falsificación de vales reales. En Almería abrió almacén de plomos, alcohol, esparto en rama y minerales, además de su actividad como banquero, fue vicecónsul británico, de Bélgica, Estados Unidos, agente de Lloyd y de la Asociación de Aseguradores de Liverpool, en colaboración con su socio Francisco de Paula Román.
Fueron socios de Barrón en la mina Exploradora, los Spencer y Roda, quienes se constituyeron en la casa de banca más importante de Almería, en su época más activa, entre 1864 y 1906. José Roda fue delegado en Almería de la banca Rothschild exportando plomo, esparto y uva. La casa donó en 1865, uno 20 escudos para paliar la epidemia de cólera que diezmó la ciudad de Almería. Su hermano Fernando Roda González sería desde 1877 comisionado del Banco de España, y administrador desde que abrió sucursal en 1884 hasta 1900. Le sucedieron Francisco Roda Spencer y su socio Rafael Levenfeld. La Casa fue también comisionada del Banco Hipotecario de España, del Banco de Castilla, corresponsal de la Banca Masaveu y participó en la financiación de la Sociedad de Nuevos Regadíos San Indalecio. Estos banqueros almerienses intervinieron, así mismo, en la emisión de billetes hipotecarios de la Isla de Cuba y de Filipinas a finales del XIX.
José González Canet ejerció también actividad bancaria en la Almería entre 1887 y 1912, desde su razón social en la calle Gerona. Fue también administrador de la sucursal del Banco de España. Daba servicio de giros, cuentas corrientes y de crédito y compraventa de valores del Estado y en 1905 introdujo en la sociedad de banca a sus hijos José y Antonio González Egea y a su yerno José Giménez Ramírez. En esa fecha González fue uno de los primeros banqueros españoles que aceptó los primeros cheques de viaje ‘travelers check’ que acababa de poner en circulación la American Express Company.
Otros empresarios que ejercieron actividad de banca minorista en la provincia fueron Antonino Verde, Gallardo y Cía, Gregorio Redondo, Nicolás Sánchez y Francisco Joya en Berja y Antonio Casanova y José López Campos en Garrucha.
La actividad financiera almeriense siguió su curso con la entrada del siglo XX. Alejada de la usura bancaria nació en 1900 el Montepío, germen de la actual Unicaja. Su historia arranca con el nombre de una mujer y benefactora, Francisca Giménez Delgado, que tenía fincas y reales de vellón para armar un ejército de mamelucos. Fue una almeriense sin descendencia, nacida en la Plaza Marín en 1805, que donó su inconmensurable fortuna -heredada de sus dos maridos Pedro Salido Saavedra y Domingo García de Acilú y Aranguren- al obispo José María Orberá para constituir el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Almería. Con 13.000 duros iniciales nació la institución para ayudar a menesterosos.
Hasta entonces, para conseguir un préstamo había que recurrir a las casas de usura que operaban en la ciudad a unos intereses inalcanzables para pobres labradores. Con el Monte de Piedad nació en la provincia una institución que prestaba dinero a cambio de empeños en ropa y alhajas sin cobrar apenas intereses.
Su primera sede estuvo en el solar de la casa de la bienhechora con el obispo Santos Zárate y los clérigos Francisco Ruiz de Velasco y Navarro Darax al frente. Cientos de almerienses se arremolinaban en los soportales a por una papela de empeño o desempeño con el que poder hacer frente a las necesidades más perentorias ante una temporada de sequías o para emprender el camino de la emigración con algo de dinero en el bolsillo.
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