Como el Santo del cerro de San Cristóbal estaba ligeramente inclinado, como mirando para otro lado en vez de estar pendiente de la ciudad de Almería, alguien tomó la decisión de girarlo para que estuviera más encima de nosotros. Para qué queremos un Santo despistado al que se le pierda la mirada en el horizonte, debió pensar alguna mente brillante.
Almería mantiene desde hace casi un siglo una relación especial con el Corazón de Jesús que corona el cerro de las murallas. Está allí desde 1930 y desde entonces ha sido adorado, derribado en la guerra, reconstruido después y olvidado durante décadas, sin otra razón de ser que reconfortar el alma de las devotas que subían andando hasta la cima cumpliendo alguna promesa. Allí íbamos los niños, de la mano de nuestras madres, buscando un rato de juego mientras ellas le daban las gracias al Señor por habernos curado de las payuelas y por ese mal resfriado que al hermano pequeño lo había tenido contra las cuerdas en el último invierno.
El Santo se fue acostumbrando poco a poco a estar solo, asumiendo su propio calvario. Estaba ahí para protegernos, pero no tenía derecho a pedirnos nada a cambio porque la ciudad vivía de espaldas al monumento de la misma forma que ignoraba al barrio que se extendía a sus pies. El Cristo de San Cristóbal llegó a ser tan pobre como el arrabal que le daba cobijo y no tuvo otra salida que ir adaptándose poco a poco a las circunstancias. Se acostumbró a la miseria de aquellas callejuelas de tierra donde los niños jugaban de tú a tú con los gatos; se acostumbró a que las pencas que lo rodeaban en el cerro fueran el váter de los vecinos y a que las parejas se refugiaran bajo su base para jugar a los enamorados en las noches sin luna.
El Corazón de Jesús resucitaba todos los años cuando llegaba el Jueves Santo y miles de almerienses trepaban en peregrinación por aquellas pendientes siguiendo al Cristo de la Pobreza cuando salía de la iglesia de las Claras. Era un día al año, un trozo de madrugada y un amanecer, suficiente para que la ciudad no se olvidara del todo de aquella imagen que velaba por nosotros aunque la tuviéramos tan olvidada.
Cuando el vía crucis dejó de subir y las mujeres dejaron de hacer promesas con el Santo, el cerro se fue convirtiendo en un lugar pagano donde en vez de las oraciones religiosas empezaron a escucharse el estruendo de los cohetes en las noches de Feria. En los años sesenta y setenta uno de los espectáculos más importantes que se nunca faltaban en los programas de Feria era el de los fuegos artificiales que el primer sábado se organizaban en el Cerro de San Cristóbal.
La fiesta, como antes ocurría con la procesión, nos acercaba al olvidado arrabal del cerro y por una noche los niños que veníamos de la civilización que entonces representaba el centro de la ciudad, nos mezclábamos con los niños silvestres de San Cristóbal, tan aislados y tan protegidos en aquel entorno de cuestas, pencas y murallas.
Los espectáculos deportivos también se acercaron a la cumbre para competir con la religiosidad. En los años de la posguerra se organizaban carreras de ciclismo que terminaban con una espectacular ascensión al cerro. Estas carreras tenían el éxito asegurado y era tanta la cantidad de espectadores que allí se congregaba que tuvieron que dejar de organizarse por temor a que alguien se despeñara por aquellas pendientes. Se dijo entonces que el verdadero motivo de que se prohibiera este escenario para pruebas deportivas fue religioso, el malestar de la Iglesia almeriense porque los pies del Corazón de Jesús fueran invadidos por la muchedumbre sedienta de nuevos ídolos.
Entre todas las competiciones deportivas que se celebraron en el Cerro de San Cristóbal, la más importante fue, sin duda, la de motos del año 1974. El domingo 24 de febrero, tuvo lugar en Almería una prueba de trial valedera para el campeonato de España. Ante la masiva respuesta, la gente tuvo que acomodarse donde pudo. Fueron muchos los que tuvieron que subirse a la debilitada muralla mientras que otros optaron por el riesgo y escalaron el gigantesco pedestal donde se alza el Santo.Nunca se había visto tanto público ni se había escuchado tanto ruido junto al Sagrado.
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