Fueron 15 los fallecidos cuando se desplomaba un 15 de septiembre de 1970 el edificio Azorín. Uno era enterrado en el cementerio de La Cañada y los otros 14 en dos alturas en la calle 6 del cementerio de Almería con unas lápidas blancas en su mayoría. Aún se conservan los del árbitro y el futbolista con su foto en el nicho y tres lápidas originales mientras otros ya comparten su descanso con familiares cercanos, viudas en su mayoría. Ha dejado de ser lo que era ese tramo en la zona alta del cementerio de San José cuando en un mar de gentes eran enterrados esos 14 obreros del edificio Azorín entre rabia y resignación. No paraban de pasar por ese escenario en el día de todos los Santos miles de almerienses porque llamaba la atención como a dos alturas esas lápidas blancas con el número arriba reflejaban una misma fecha de fallecimiento: (15-9-1970). Unos fueron sacados hace unos años para compartir descanso en lugares diferentes alejados del drama eterno mientas a otros las familias cumplieron hasta que se permitía el bolsillo y fueron sacados del nicho y llevados a compartir con otros su descanso. Se están borrando las huellas de la tragedia.
No ha perdido ni un ápice todo el drama que encierra una de las tragedias más grandes en la historia de nuestra ciudad. Los nombres están en la hemeroteca de LA VOZ DE ALMERÍA y en una obra brillante de José Manuel Bretones que narra con todo lujo de detalles aquella tragedia que nunca encontrará consuelo en esas familias que vieron como la vida se desplomaba para siempre como aquel coloso de cemento que no resistió la ambición de progreso y pagaron 15 inocentes con sus vidas. Le perdí la pista con el paso de los años. Mi padre nos llevaba a los 5 hermanos a ver esas tumbas repetidas y rezábamos un padre nuestro recordando aquella tragedia en Almería. Cuando tuve en mis manos el libro de José Manuel Bretones me propuse volver a visitarlos: misión cumplida.
Memoria
En los tiempos que corren cuando una noticia caduca a los pocos minutos de producirse. Hoy que los crematorios acaban con los cuerpos de nuestros seres queridos, siempre nos quedará el recuerdo de una lápida blanca. Y otra, y otra… así hasta 14 que había en el cementerio de San José con una misma fecha de fallecimiento. Hoy quedan solo 8 de aquellos que murieron en el edificio Azorín. Igual se me ha pasado alguno pero contamos 8 nichos de la tragedia. El cementerio ya no es lo que era y la perpetuidad ha dejado de serlo. Pero ellos siguen allí como testigos de una injusticia que no se pudo reparar por mil años que pase.
Desamparo
Las viudas y los hijos tuvieron que esperar a juicio para recibir algo de ayuda. No fue tarea fácil aguantar todo ese tiempo pero salieron adelante mientras abogados defensores y acusadores iban pasando por el Palacio de Justicia para dar testimonio de la tragedia y reparar el daño en forma económica ya que la vida no se la iban a devolver a 15 inocentes. Se vivieron momentos de rabia e impotencia en la Misa de la Catedral antes del entierro y luego a la puerta del juicio pero como suele suceder siempre pierden los mismos: esos 15 inocentes que trabajaban en el Azorín.
Abandono
Al ritmo que lleva la nueva propiedad del cementerio no va a quedar ni uno de aquellos 14 nichos blancos del Azorín. Ni uno, entre el pago obligatorio y la edad de sus seres queridos están abocados a dejar su espacio y buscar el descanso eterno en nichos compartidos con un nuevo número y otra fecha. A ellos ya les da todo igual pero a los que vivimos aquella tragedia nos queda pedir un poco de sensibilidad con la historia. Vale que hayan pasado más de 50 años de la tragedia pero no van a dejar ni una sola huella del siniestro a este paso. Todos juntos fueron sepultados para ¿la eternidad?
Se borran las huellas de la tragedia.
Que solos están nuestros muertos.
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