“Cuando un electrodoméstico se rompe, es más fácil comprar otro que llamar a un reparador para que lo intente poner en servicio”. Fernando Expósito, alias “lavadoras”, es un almeriense de 67 años, natural del barrio de Araceli, casado con dos hijos de 32 y 29 años. Comenzó en el oficio con 17 años y ha estado 50 años arreglando los electrodomésticos averiados a muchos vecinos de la ciudad. Uno de sus dichos preferidos es: “más sabe el diablo por viejo que por sabio”.
Fernando sabe que su profesión está en declive, que cada vez hay menos personas dedicadas a reparar los aparatos que hacen la vida más fácil a los ciudadanos. Durante muchos años ha recorrido la ciudad de Almería en dirección a los domicilios donde necesitaban de sus servicios para reparar alguna lavadora, frigorífico, lavavajillas o un calentador. Ahora se ha jubilado y mira los toros desde la barrera.
Usted es conocido por ir en moto, con su bolsa de trabajo, atendiendo las llamadas de sus clientes, está viendo que su oficio está desapareciendo.
La gente ya no se para a llamar a los reparadores como yo. Cuando ven que un electrodoméstico se avería, no se complican la vida, y lo cambian. Luego los ecologistas se quejan de la generación de muchos residuos. Luego vemos muchos aparatos viejos tirados y abandonados en las ramblas. En Alemania, obligan a que estos aparatos duren como mínimo 20 años. Cada vez somos menos. Las personas prefieren seguir la norma de usar y tirar. Cuando un electrodoméstico se rompe, es más fácil comprar otro que llamar a un reparador para que lo intente poner en servicio. Los autónomos que reparamos todas las marcas estamos en declive. Están los servicios técnicos y los usuarios tienen muchas dificultades para encontrar alguien que le haga un precio justo que anime a reparar.
Las marcas también influyen en alentar a las personas a que compren un aparato nuevo.
También las marcas juegas su papel, y cada vez hacen aparatos que duran menos y tienen piezas más baratas. Abaratan los precios de las segundas marcas, instalan piezas más económicas que también se rompen antes. Cuando están trabajando para los fabricantes a los ingenieros les marcan unas pautas. Estas chapas tienen que ser de tantos milímetros, y las bobinas que llevan los motores tienen que ser de aluminio y no de cobre, para que se rompan antes.
Con el paso de los años se ha visto que los electrodomésticos han ido perdiendo calidad en sus componentes. Antes se cuidaba más a los reparadores de electrodomésticos.
Así es. Recuerdo que una vez una marca me llevó a Barcelona, con el viaje de avión y el alojamiento pagado, para que aprendiera a reparar sus electrodomésticos. Ahora, eso ya no existe.
Las marcas han cambiado de nombres y se han vendido a otras empresas.
Si hacemos historia, Balay, que nació en Zaragoza en el año 1947, fue adquirida en 1989 por la alemana BSH y agrupa a marcas como Boch, Siemens, Ufesa y la propia Balay. Fagor, surgió en la localidad guipuzcoana de Mondragón en el año 1957. En 2013 presentó concurso de acreedores, y un año después fue adjudicada a la empresa Cata del grupo catalán CNA, que además tiene otras marcas más económicas como Aspes o Edesa. Incluso, en 2019 llegó a un acuerdo con la polaca Amica para que utilizara la marca Fagor en sus electrodomésticos de línea blanca. Ahora los fabricantes buscan mayor rentabilidad y les preocupa más ganar dinero que dar un servicio de calidad a los clientes, con electrodomésticos buenos y duraderos.
Se ha promovido lo que se conoce como obsolescencia programada, que perjudica a los consumidores.
Los electrodomésticos están preparados para que duren como mucho cuatro años.
Fernando, también es conocido por su afición a las bicicletas. Un deporte que practicaba cuando era más joven.
Llegue a ganar el campeonato provincial de fondo en carretera y el de montaña dos años. Lo mío fue una afición. Salíamos con bicicletas que pesaban hasta 20 kilos. Hacíamos 150 ó 160 kilómetros en un día. Una vez, bajábamos de Berja y vimos un almacén donde estaban celebrando un bautizo o una comunión y nos invitaron a cerveza. Después, pillé una buena pájara, que no olvidaré en mi vida.
Usted tiene buenos amigos de aquella época.
Sí, tengo amistad con José Manuel Muñoz, organizador de la Clásica de Almería. Recuerdo una vez que llegué a mi casa de trabajar y, mientras me estaba duchando, recibí una llamada de Juan Martínez Oliver -que ganó la última etapa contrarreloj del Tour de Francia de 1988, en el que el maillot amarillo lo consiguió Perico Delgado, y que también quedó primero en una etapa de la Vuelta a España de ese año-, y me dijo: Fernando, eres tú. Pues ya me quedo tranquilo. Me habían dicho que había fallecido en un accidente, a causa de un paro cardiaco, un ciclista aficionado que reparaba electrodomésticos, y pensé que eras tú. Aquel día falleció un hombre que también se dedicaba a reparar aparatos, y lo confundieron conmigo.
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