Paco Martínez era tan conocido en Almería como un conductor de autobuses, como el camarero de un bar concurrido, como el sacerdote de una parroquia; A Paco, uno de los rostros célebres de la Avenida Santa Isabel, era muy difícil no conocerlo, porque todos hemos tenido que llevar alguna vez un traje o chaquetón a una tintorería de confianza. Es lo que ocurre con los trabajos de cara al público, que al final los regentes se convierten en gente cercana, como de la familia, como el peluquero de tu barrio, como el tendero de tu calle o el boticario de la esquina que te despacha las medicinas. Lo más universal es lo local. Paco era eso: un hombre cercano, de barrio, de ciudad, pero de una ciudad pequeña como Almería. Su tintorería era como un oráculo, donde pedir consejos para que una prenda no naufragara. "Se te va a quedar como nueva, pero no tengas prisa, eh" te advertía. Lo que más le molestaba a Paco eran los clientes impetuosos.
Paco se ha ido con 66 años apenas y Las Américas, su vida, un negocio con medio siglo de solera, se ha quedado sin su patrón. Deja huérfanas a sus hijas Laura y Verónica y viuda a Carmen Artero, la que le ha acompañado en el arte del limpiado, del planchado, del cepillado, en esa travesía cercana a los depósitos de agua Santa Isabel.
La tintorería Las Américas es uno de los negocios artesanos con más historia de la ciudad de Almería, que brotó de sus padres, José y Carmen, que eran de Pechina y Alhama, respectivamente, que tras volver de la emigración a Venezuela en 1972 abrieron el establecimiento en el que tomó el testigo su hijo Francisco apenas con 18 años. Desde entonces, ha hecho de un oficio duro y riguroso un estilo de vida, con cariño y con sacrificio, tratando de forma democrática desde un vestido de reina hasta el gabán más proletario.
Las Américas ha sido la tintorería de referencia de hermandades y cofradías, de rodajes cinematográficos como Indiana Jones, Exodus o Juego de Tronos, de madres confiadas en la habilidad de Paco para corregir entuertos y manchas variadas en vestidos de comuniones o de bautizo o trajes de novia. Prendas delicadas en general que de forma primorosa lavaba en seco y planchaba con prensa americana, unas de las pocas que quedan en Andalucía. Uno de los momentos más apurados de Paco fue cuando tuvo que quitar unas manchas a los chalecos del Faraón de Egipto, uno de los personajes de Exodus. Así se ha ido Paco, asumiendo retos tan prosaicos, pero tan cruciales, como recuperar una prenda que se daba por pérdida. Él, el tintorero de Las Américas, no entendía de física cuántica, él entendía de tejidos y de elementos químicos, él entendía de trucos de la abuela, de hacer artesanía con el almidón y el vapor de agua, a lo largo de medio siglo de aprendizaje callado, como un orfebre en su taller, como un alfarero en su torno, desde que se ponía a trabajar lavando cortinas y pieles cuando salía del colegio. Descanse en paz Paco, Las Américas están de luto.
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