Lolica no era solo una mujer trabajadora; Lolica era el trabajo. Su vida ha sido el mostrador, donde empezó siendo una niña cuando su familia se embarcó en la aventura de cambiar el carrillo ambulante que se colocaba delante de la puerta del cine Roma por un local en uno de los primeros edificios modernos que construyeron en la calle de la Reina a finales de los años 60. Desde entonces, Dolores Ruiz Pérez vivió tan ligada a su negocio que no tuvo un día de descanso. Su tienda se convirtió en el faro de un barrio, en un referente para varias generaciones. En su manera de entender el negocio no había días de fiesta y tampoco horarios. Aunque fueras de noche, aunque fueras a la hora del almuerzo, siempre tenías la seguridad de que la tienda de Lolica iba a estar abierta. Su muerte, la pasada madrugada, deja un vacío imposible de cubrir y un recuerdo inolvidable.
La tienda estaba situada en la calle de la Reina, justo enfrente del gran cine Roma. La presencia del cine fue en los primeros años un garantías para el negocio. Lolica hizo sus mejores cajas coincidiendo con los estrenos de películas como ‘Los chicos con las chicas’ de los Bravos y las protagonizadas por Raphael, que levantaban tanta expectación que los sábados y los domingos se formaban largas colas frente a las taquillas y ante el mostrador de la tienda. En 1968, con trece años recién cumplidos, Lola era ya el alma de la tienda ayudándole a su madre. Como tenían permiso para abrir los domingos no descansaban un solo día y permanecían abiertos hasta las diez de la noche.
La frase “voy anca Lolica” se convirtió en una expresión cotidiana para todos los vecinos del barrio, desde La Catedral hasta el Cuartel de la Misericordia. Lolica no cerraba nunca y tenía de todo. Por las mañanas abría a las ocho para aprovechar el paso de los niños hacia los colegios y no echaba abajo la persiana hasta que llegaba la última sesión en el cine. Los primeros polos de bolsa que salieron al mercado, los famosos ‘Flasgolosina’, los trajo Lolica, así como las primeras bolsas de Gusanitos. Los cromos de futbolistas, los trompos, las canicas, los tebeos, no faltaban tampoco en el gran bazar de la calle de la Reina. Descanse en paz.
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