La historia de la primera mujer abogada en Almería

Emilia de Oña Compán se convirtió en 1965 en la primera fémina que juró el cargo de letrada

Emilia de Oña, en 1965, tras jurar como abogada en el Colegio de Almería.
Emilia de Oña, en 1965, tras jurar como abogada en el Colegio de Almería. La Voz
Manuel León
15:33 • 27 abr. 2024 / actualizado a las 20:00 • 27 abr. 2024

Cuando Emilia se dispuso a jurar el cargo ante la biblia y el crucifijo -no existía la Carta Magna del 78- quizá aún no era sabedora del todo de que estaba haciendo historia; pequeña historia doméstica de Almería, sí, pero historia al fin y al cabo. Tenía 21 años la hija de don Manuel de Oña, uno de los galenos más reputados de la ciudad, y se convertía, esa mañana de noviembre de 1965, en la sede de la Audiencia Provincial, en la primera mujer letrada en la historia de Almería; se convertía  así, esa muchacha, con su toga aún sin estrenar, con su tímida media sonrisa como la que luce en la imagen, en la primera fémina que irrumpía como leguleya en el Colegio de Abogados de Almería tras  124 años de historia; un siglo y cuarto en un órgano hasta entonces descafeinado, solo frecuentado por varones, por barbas y bigotes, sin ningún atisbo de perfume de mujer. Un hecho difícil de asumir hoy día y que no tenía réplica en otras profesiones derivadas de estudios superiores como la de médico, en donde las mujeres entraron a formar parte del colegio provincial desde los años 30, como el caso de la almeriense Elena Gómez Spencer que se licenció en Medicina en 1930.



Con todo, la abogacía, por no se sabe qué oscuro resorte, fue considerado antaño un jardín masculino. La primera abogada de la historia no viene de la noche de los tiempos, no viene de los siglos XVII o XVIII, no; la primera letrada en los anales fue la rumana Sarmiza Bilcescu, graduada por la Universidad de París en 1890. Y en España hubo que esperar a 1922 para que una valenciana, Ascensión Chivirella, accediera a ser la primera mujer en hacer del derecho su profesión y tras ella las más populares Victoria Kent y Clara Campoamor. En el caso de los límites provinciales urcitanos, tras la audacia, la osadía, la ruptura de moldes de Emilia en aquella mañana de hace ahora casi sesenta años, el ejercicio de esta profesión de picapleitos se fue igualando en cuanto a género. Sin embargo, aún ese año en el que Emilia se convirtió en letrada, las mujeres no podían aún ser juezas, algo para lo que hubo que esperar a una nueva Ley en 1972. Todo eso ha ido cambiando hasta llegar al presente: de los más de 3.000 abogados almerienses colegiados a día de hoy, aproximadamente la mitad son féminas.



Emilia cruzó ese día el umbral de la Audiencia -recién inaugurada en la calle Reina Regente- donde estaba también el domicilio del Colegio de Abogados y fue como una solitaria pistolera entre una tribu de comanches. Todos eran hombres excepto ella, con sus pendientes, con su media melena, pero tan jurista ya como ellos, por primera vez en los anales de Almería. Allí estaban, como notarios de la efeméride, en la oscura sala de Gobierno, el presidente de la Audiencia Fernando Wilhelmi, el fiscal José María Contreras, los magistrados José María Misas y Rufino Brea, el decano Rogelio Pérez Burgos y el secretario de la Audiencia, Gabriel Fernández. Actuaron de padrinos de Emilia de Oña Compán, sus tíos Antonio de Oña Iribarne, oficial mayor de la Diputación y Juan de Oña Iribarne, fiscal y delegado provincial de la Vivienda. También estaba su novio, Antonio Pérez de la Cruz, al que había conocido estudiando la carrera en Granada. Asistieron también los fiscales de la Audiencia Jesús Gómez Navarro, Carlos Gómez Barreiros y los magistrados Emilio Navarro Estevan, Salvador Domínguez y Ceferino Cepeda.



Emilia, por tanto, por tradición familiar, tenía todas las papeletas para estudiar leyes y solventó la carrera con sobresaliente en unas clases en la facultad granadina en la que ella era la única mujer almeriense. “En los cinco años que estuve en la facultad, no conocí a ninguna otra almeriense que siguiera mis pasos”, recuerda hoy la protagonista de esta historia, quien sigue viniendo a Almería varias veces al año, aunque su hogar permanente esté desde hace décadas en Madrid.



Emilia nació en la calle Regocijos en 1943, donde su padre el eminente médico Manuel de Oña Iribarne pasaba consulta. Don Manuel era un personaje omnipresente en la vida social de la ciudad. Fue capitán médico,  director de la Casa del Mar, procurador en Cortes, senador constituyente y consejero del Reino. Se casó con la canjilona Emilia Compán Hanza con la que tuvo ocho hijos, de ellos varios médicos y abogados. Los de Oña Iribarne han sido todo un clan en la Almería de las últimas décadas. Eran diez hijos del matrimonio formado por el notario Manuel de Oña Rodríguez y Constanza Iribarne Scheidnagel avecindados en una casona con terrao, en la Puerta Purchena, y donde abundaron los médicos y hombres de leyes. 



Entre otros, Juan se dedicó a la carrera fiscal y fue presidente de la Diputación; Manuel, médico, padre de la primera abogada; José, administrador de la Seguridad Social; y Antonio, oficial de Diputación. La abogada Emilia de Oña Compán, había estudiado en la Compañía de María y el Preu en el Celia Viñas, y tras licenciarse y colegiarse en 1965, declaraba al periodista de La Voz de Almería, Manuel Román, que acudió a cubrir el acto del juramento de la primera abogada almeriense, su deseo de montar un bufete propio y especializarse en penal. 



Pero los meandros de la vida la condujeron por otros ríos. Tras unos escarceos como asesora jurídica  de una inmobiliaria de Roquetas, sacrificó su profesión en la que se había convertido en una pionera para seguir los pasos de su marido que obtuvo cátedra de Derecho Mercantil en la Universidad de Málaga y después como rector. También estuvo un tiempo en San Sebastián para asentarse después en Madrid, donde sigue, tras abrir despacho su esposo en la calle Velázquez, que ha continuado su hijo asociado a Garrigues.  “Siempre tuve el gusanillo de ejercer la profesión, pero  tenía que criar tres hijas y un hijo y me contenté con colaborar con mi marido en el despacho”, explica Emilia desde su residencia madrileña. 



Esta es la historia de la pionera almeriense de la abogacía, de la primera mujer inscrita en un acrisolado Colegio que se creó un día de 1841, con un grupo de 23 juristas ejercientes en la provincia, hasta entonces dependientes de la Chancillería de Granada. Así figura en el primer acta de esa fecha tan remota elaborada por su primer secretario Juan de Mata. 


El primer abogado  registrado como colegiado número 1 fue José Vivas y Vázquez, cuando aún Almería era una ciudad amurallada y llena de conventos. Hubo que esperar 124 años para que en ese libro de actas apareciera la firma de una mujer: Emilia de Oña Compán, que, por su carácter precursor, es ya memoria viva de la abogacía almeriense. 


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