Macarena (Almería, 1972) fue la primera de su familia en estudiar carrera universitaria, y puso rumbo a Cádiz a estudiar Ciencias del Mar casi sin saber muy bien en qué consistía ni qué vendría después. Afirma, contenta y segura, que se alegra muchísimo de que no le hayan salido las cosas como esperaba en la vida porque las que le han pasado son infinitamente mejores. Es un pozo de sabiduría sobre mar y pesca, y se le nota desde la primera frase un incontenible amor hacia las dos cosas.
Volvió de Cádiz a Almería y encontró su sitio.
Yo acababa de terminar la carrera y me di cuenta de que no tenía ni idea de nada, había estudiado por ejemplo pesca no sabía lo que son artes menores, cuántos sectores de la pesca hay en Almería, cuál es la importancia del sector pesquero artesanal.
Y terminó navegando y pescando con los pescadores artesanales del Cabo.
Entré en contacto con ellos porque les necesité, por egoísmo puro, necesitaba mover un barco, me tendieron una mano y me ayudaron. Estando con ellos, viéndolos remendar, charlando con ellos, tuve claro que yo quería saber de eso. Me dijeron que si quería saber la única manera era embarcarme. Me fui a la escuela náutica pesquera y me saqué todos los títulos que hacen falta para llevar un barco de pesca.
Comenzaron un vínculo que les llevaría a muchos proyectos, hasta crear una asociación.
Decidimos escribir un libro y se creó una comunidad emocional, yo quería contarle a la gente cómo viven los pescadores, quiero que la gente sepa que tenemos aquí a nuestras orillas un patrimonio etnográfico que ha desaparecido en el resto de los litorales, y entre otras cosas, no olvidemos que son parte además de nuestra soberanía alimentaria. Si por ejemplo hubiera una guerra que impidiera que llegaran alimentos aquí, los únicos que nos darían de comer serían los pescadores y los agricultores.
¿Los pescadores artesanales son ecologistas sin saberlo?
Ellos no tienen por ejemplo motores que tiren de las redes, hasta hace poco tiraban de las redes con las manos, esa limitación física del esfuerzo que pueden hacer también hace que sea muy compatible con la protección del medio. No calan encima de posidonia porque se les estropean las redes, quizá muchos no lo hacen con el afán de protegerla, sino de que no se le rompa su arte de pesca, pero al final esto implica proteger al medio natural.
Eso habrá sido determinante para que Cabo de Gata sea una zona protegida.
Cuando en 1986 se declara Parque natural marítimo terrestre, la única actividad económica que había en todo el litoral era la pesca, que se lleva realizando que tengamos constancia histórica desde los fenicios, en los mismos núcleos, en la misma zona, y las praderas de posidonia están intactas.
¿A lo largo de siglos no se ha deteriorado ese fondo marino?
De hecho se declara reserva de la biosfera por el nivel que tiene de protección, y eso no lo ha hecho ninguna administración medioambiental, eso lo ha hecho el saber estar de los pescadores, así la actividad pesquera sola no había perjudicado al fondo marino y creo que hay que reconocérselo.
¿Qué le inquieta del futuro de este sector?
En todas las licencias que hay para los distintos tipos de pesca tienen un problema que es el relevo generacional, la gente joven deja de verla como una oportunidad laboral y eso tiene que ver con lo de haber apartado a pesca de la vida cotidiana de la sociedad.
Cuéntenos la mayor lección que le han dado los pescadores.
La humildad, la de verdad, la de saber que te tienes que preparar lo mejor que puedas pero que por mucho que lo hagas hay algo que está por encima de ti que no vas a controlar nunca, y a pesar de eso seguir preparándote. Esa forma incansable de vivir ha sido el mayor aprendizaje que he tenido con ellos, no rendirte jamás.
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