Haría falta imponer en nuestro Ayuntamiento la ordenanza del sentido común, que tanto se echa de menos en estos tiempos de continuas chapuzas, de errores inexplicables y de atropellos a la razón. Basta con darse una vuelta por la Puerta de Purchena para entender que algo sigue sin funcionar, que la ceguera se ha instalado en los despachos municipales o que alguien mira para otro lado cuando se autoriza montar una terraza que convierte la acera que siempre ha sido la puerta de entrada al Paseo, en un pasadizo.
Hace un par de años los almerienses ya tuvimos que sufrir la colocación de una gran terraza junto a la estatua del ilustre alhameño Nicolás Salmerón y ahora volvemos a encontrarnos con un obstáculo parecido que sin ningún argumento estético ha invadido el espacio público para provecho de un negocio de hamburguesas.
Para disimular el chiringuito que se ha montado en el corazón de la ciudad le han colocado alrededor macetas con cactus para darle un aspecto más poético a ese gran armatoste de color negro rematado por anuncios que ofertan la comida americana y su bebida oficial. Podemos entender que los bares y sus terrazas son un negocio importante que le dan vida a la ciudad, pero no pueden saltarse las normas, no solo las que están escritas en las ordenanzas, sino las más importantes, las que forman el inventario del sentido común que tanto se echa de menos últimamente. En estos tiempos de despachos llenos de asesores no estaría de más crear el cargo de asesor del sentido común que velara por los intereses de nuestro querido casco histórico al margen del puro negocio.
No se trata de prohibir las terrazas ni de limitar rigurosamente su espacio, sino de propiciar una convivencia respetable. Hay lugares en el casco histórico que han sido invadidos por mesas y sillas, calles por las que se hace complicado transitar, plazas que son bares en las que habría que actuar con la sensibilidad necesaria para no dañar gravemente los intereses de los negocios y permitir el paso y la tranquilidad de los transeúntes y de los propios vecinos.
Otro caso en el que se echa de menos el sentido común y se pone en duda la aptitud de los políticos que nos gobiernan en el Ayuntamiento, lo podemos encontrar en la calle Mariana, concretamente en lo que en otro tiempo fue la calle del Padre Tapia. A nuestro ilustre historiador y sacerdote le han birlado su calle a plena luz del día. Se ha permitido que el solar que había al lado, que quedó después del derribo del edificio de la antigua confitería La Flor y Nata, se extienda e invada la modesta calle del Padre Tapia que lleva algún tiempo convertida en un improvisado aparcamiento de coches, lo que supone ir en contra de la ordenanza que prohíbe taponar una vía pública. La batalla de algún vecino a través de las redes sociales ha resultado infructuosa hasta el momento.
Nuestros insignes políticos, que tanto se dejan ver en las fiestas y procesiones en las portadas de los periódicos no deben de cruzar a menudo por esta zona a espaldas de la Plaza del Ayuntamiento porque o no se han dado cuenta de que los coches se han comido una calle o miran para otro lado disimulando el delito.
La única preocupación de las autoridades es que la pared desconchada del solar no muestre sus miserias, por lo que ya se le han colocado dos murales gigantescos para enmascararla, sin reparar en el más grave entuerto, la desaparición de la calle dedicada a José Ángel Tapia Garrido.
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