Las fiestas de la Granja Balear

Abrió como restaurante en 1940, en el Paseo. Arriba tenía un salón para convites y tertulias

La Granja Balear a finales de los años 50, cuando era propiedad de los hermanos Nicolás y Cristóbal Castillo.
La Granja Balear a finales de los años 50, cuando era propiedad de los hermanos Nicolás y Cristóbal Castillo. La Voz
Eduardo de Vicente
21:37 • 06 jun. 2024

Al terminar la guerra civil la ciudad no empezó a recuperar su pulso vital hasta que no abrieron los cafés del Paseo. A pesar de que el azúcar se conseguía a cuenta gotas, a pesar de que el café había que comprarlo con cupones y a pesar de los apagones eléctricos que casi siempre llegaban por la tarde, cuando más falta hacía la luz, los cafés del Paseo fueron ese primer aliento que la gente necesitaba para sentir de verdad que la vida había vuelto de nuevo aunque fuera racionada.



En los cafés cerraban los empresarios sus acuerdos, en los cafés se leía la prensa que llegaba de Madrid con medio día de retraso, en los cafés se escuchaban por la radio los partes de Radio Nacional dando las consignas a la población y en los cafés se compartían las noticias cada vez que iba a llegar un cargamento de harina o de patatas o un barco con las entrañas llenas de trigo. Todo lo que sucedía pasaba primero por los veladores de los cafés del Paseo, por el Colón, por el Viena, por el Suizo y por el Español, que todas las mañanas abrían sus puertas al amanecer para decirle a los almerienses que la vida no podía detenerse.



A esa lista de grandes establecimientos que dominaban la avenida principal se unió un nuevo negocio en el verano de 1940, un bar con alma de café por la mañana que se transformaba en restaurante al mediodía y por las tardes se convertía en centro de reunión de la tímida actividad cultural que entonces generaba la ciudad. Aquel establecimiento nació con el nombre de La Granja Balear, y abrió sus puertas en el corazón del Paseo, frente al célebre kiosco de Bonillo. 



Su propietario, el empresario Cristóbal Peregrin Zurano, era un personaje célebre en la ciudad por los negocios de jabón y de fabricación de envases de madera y cartón que había tenido en los años treinta, y porque desde el año 1927 fue el presidente del Almería Sporting Club, el equipo que entonces representaba a la ciudad. 



Para comenzar a andar, el dueño de La Granja Balear buscó su plantilla de profesionales atendiendo las recomendaciones del régimen que aconsejaban que a la hora de contratar, los empresarios le dieran prioridad a los trabajadores que habían combatido en el bando nacional. El primer anuncio que el señor Peregrín Zurano puso en el diario Yugo fue para buscar cinco dependientes femeninas con conocimientos en Matemáticas y buena ortografía; un mozo de calle, dos camareros, cuatro empleados de mostrador y tres freganchinas, preferentemente que fueran mutilados, excombatientes, excautivos y familiares de caídos. 



La Granja Balear destacaba por sus menús a precios asequibles y por el gran salón que tenía en el piso alto, el escenario perfecto para celebrar los convites de bodas, las fiestas de fin de año y los actos culturales y homenajes que se organizaban en la ciudad. Allí se hicieron fuertes en los primeros años los miembros del Movimiento Indaliano con sus reconocidas tertulias.



La cocina y los camareros de la Granja Balear atendían también el ambigú del salón de baile del Círculo Mercantil. Todos los años, por abril, cuando llegaba el buen tiempo, traía los mejores helados del mercado y contrataba un equipo de repartidores que llevaban el género a los domicilios.



A pesar de que la actividad era frenética, el negocio no debió de funcionar como se esperaba porque en 1947 su propietario se lo traspasó a otro importante empresario de la época, Manuel Asensio Cruz, que entonces regentaba el bar Casa Cipriano. El nuevo dueño no llegó a hacer historia en el establecimiento, ya que a comienzos de los años 50 éste acabó en manos de la familia Castillo, propietaria del restaurante Imperial. Con esta nueva mudanza la Granja Balear cambió de nombre y pasó a denominarse Granja Imperial hasta su cierre definitivo hacia 1959.


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