“Soñé que Primo de Rivera llegaba a mi casa y me regañaba”

Crónica de una PEvAU de transición

Estudiantes repasando antes de los exámenes.
Estudiantes repasando antes de los exámenes. Europa Press
Juan Antonio Cortés
19:45 • 09 jun. 2024

El lunes, a la hora en que el sol empieza a esconder su arrogancia, Miguel –estudiante de 17 años del Zapillo-, ya estaba acostado. Y dormido. A esa hora, María -18 años, barrio de Villablanca- aún no podía conciliar el sueño. Eran casi las doce de la noche cuando el cerebro daba órdenes al cuerpo. O al revés. Hasta que empezó a surtir efecto la palabra deseada: desconexión, que el martes, a las seis y cuarto, toca el reloj puñetero, se dijo.



Me tomé una tila doble, un rooibos y una pastilla para dormir. Y ni así lo lograba...



María llevaba varios bolígrafos en una mochila ordenada. En el bolso, escogido también para la ocasión, el DNI.



Lo perdí hace una semana y tuve que ir a la Policía de prisa y corriendo.



Seis y media de la mañana. Martes, 4 de junio. Migue comprueba su material: cinco bolígrafos cinco, que dirían los taurinos, el DNI y una colección de apuntes con letra de médico.



Lo que más miedo me da es que no entiendan mi letra.



María necesita un cinco para estudiar un grado por el que siente vocación. Arrastra una nota media de 8,2 en Bachillerato, pero no se fía de sus nervios. Ha estudiado una media de 10 horas diarias durante el último mes.



Me gusta estudiar de pie, hablando, mientras camino. Mis agapornis saben quién es Primo de Rivera y cuál es la idea del bien de Platón (se parte de risa).

A Miguel, que ha sacado un diez redondo –la mejor nota de su instituto- en el Bachillerato, también le vale el cinco. Sí, le vale, mas su idea es sacar la mejor nota posible. Por si acaso.


Quiero hacer Química. Y alguna ingeniería, quizás, a partir del segundo año.

Son las siete menos cuarto y no es un martes cualquiera.


Le dije a mi padre que iba a haber colas para llegar al campus y a las siete ya estábamos allí. Tiramos por el camino de Piensos Los Picos, por la Casi, pero por la carretera de la costa sí había retenciones. Y largas.

Primer examen. Lengua, Cernuda, un texto periodístico sobre hábitos de vida saludables, frase de sintaxis con dos posibles sujetos.


Dudé con el sujeto, pero parece ser que hasta algunos profes de Lengua debatieron si era uno u otro. O podían valer los dos por ser una frase lírica interpretable. Ya veremos...

Diez de la mañana, receso. Miles de cuerpos cansados y expectantes buscan la luz azul Siquier de La Cañada. Hasta las diez y cuarto, cronómetro, debate sobre Lengua. A las diez y veinte, el último repaso.


Historia ha sido la asignatura que más me ha gustado. Me encanta. He trabajado mucho los siglos XIX y XX.


¿Es verdad que llegaste a soñar con un militar de cierto poder?


Vaya. Soñé que Primo de Rivera llegaba a mi casa y me regañaba por no afinar con su tema. Me animó a seguir. O me obligó a seguir. No lo sé.

Pues debió ser una premonición, como las supersticiones del padre y el hermano vicioso y testarudo de Indalecio en la genial pieza teatral ‘Dentro de la tierra’ (Paco Becerra), una de las obras que ha tenido que leer para el examen de Literatura Dramática del jueves. Podía haber soñado con Alfonso XIII. O con Immanuel Kant y su ‘Crítica de la razón pura’. Pero no, debió ser una corazonada eso de soñar con Primo de Rivera porque cayó. Vaya sí cayó. Seis años consecutivos ha aparecido en el ejercicio de Historia de España aquí en Andalucía y los memes en las redes no han cesado: contrato vitalicio.


Advertidos estábamos. Miguel Primo de Rivera es un clásico.

Una y media del martes. Primera Lengua extranjera. Miguel se aproxima al aula con la sensación de haber pasado dos tragos gordos. Ahora, Inglés, que ha preparado sabiendo qué cae en cada bloque. Luego está el comentario improvisado, el writing, pero para eso también hay tips.


María, a ver. Dices que Inglés es tu pesadilla.


Y lo fue. Pero acerté más de lo que pensaba. El writing lo tengo guardado para el recuerdo.


Dices que tu writing es una mezcla de español con inglés.


Un idioma más o menos nuevo, más o menos simpático. Igual enmarco el examen. Me bajará la nota por el Inglés. Seguro. En el grado, si Dios quiere, tendré que tomarme el idioma en serio.

El miércoles, matemáticas. Funciones, geometría, matrices, integrales. A elegir, cuatro ejercicios. Dicen que más normalizado que el de la Pevau de 2023. Miguel sabía que había sido duro. Hubo impugnaciones. Y después... cosas de laboratorio.


Fácil el de Química, eh.

El jueves, 6 de junio, estaba marcado en rojo. Liberación. Redención. Fuga a ninguna parte. Llegaba el último día, que, además, era un juernes total, el día de más calor de lo que llevamos de año: casi 40 grados a la sombra. Cayeron cuatro gotas, se nubló el cielo y lo demás lo puso el tiempo anticiclónico. Eso, y la sensación de que el trabajo estaba hecho.


Toca relajarse, que han sido semanas en las que ya no sabías si Azaña era filósofo o político. Que sí, que sí lo sabías, pero todos eran como miembros de una familia de personajes variopintos. Desde Antígonas hasta Mendizábal.


Y ahora, ¿qué?


Ahora, a elegir grado. Hay pocas plazas. Carrera para opositar. Enseñanza. Luego ya veremos...


En realidad, lo que María hubiera querido hacer es Periodismo. Más lo otro. Que lo otro no quiere decirlo.


Mi padre me quitó las ganas, pero, si puedo, el año que viene compatibilizo los dos grados. A ver... No se lo digas a mi padre.


La Pevau de hoy no es la selectividad de hace treinta años. Tampoco los grados. En muchas de las carreras los exámenes tipo test han sustituido a los ejercicios de desarrollo. Conclusión: que hay centenares de alumnos que terminan sus grados sin haberse estrenado en el arte del comentario de texto o en volcar una ley a golpe de memoria y boli.


Se cree que más del 95 por ciento de los alumnos aprobarán –hay aquí debate sobre las notas infladas en Bachillerato para engordar la media-. A la mayoría se les nota el aval de novatos: aún parecen chiquillos en el patio del IES a la espera del bocadillo de sobrasada. Nada que el tiempo, los parciales y el Romera no solucionen.


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