“Con la sobreexplotación de acuíferos estamos dilapidando un capital natural“

Entrevista al catedrático de Historia Económica de la UAL Andrés Sánchez Picón

Andrés Sánchez Picón.
Andrés Sánchez Picón. La Voz
Juan Antonio Cortés
20:07 • 16 jun. 2024

Desde hace años, el CSIC y la propia UAL analizan este proceso en Almería y, contrariamente a lo que el lector pueda pensar, no solo es el clima el factor desencadenante. La mano del ser humano, por ausencia o por presencia, ha influido en en el avance.



Hace 300 años, la Sierra de Gádor y Los Filabres eran bosques frondosos con especies autóctonas por donde el lobo campaba a sus anchas. Luego llegó la metalurgia, aumentó la población y en los pueblos se multiplicó el uso de la madera como leña.



Pero aunque la reforestación con pinares ayudó a cambiar paisajes en el siglo XX, el cambio climático y la sobreexplotación de los acuíferos para cultivos intensivos sin plástico son amenazas visibles en la actualidad.



Valga el dato: según un informe de la Estación Experimental de Zonas Áridas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en los últimos diez años la aridez ha crecido en Almería en 3.025 kilómetros cuadrados.



Este lunes compartimos charla con Andrés Sánchez Picón, catedrático de Historia Económica de la Universidad de Almería y experto en historia ambiental.



En el siglo XVIII las sierras de Almería estaban pobladas. ¿Cómo eran aquellos bosques?



Había un monte de pinares y encinares (autóctono) y un monte bajo de matorral, que también era muy utilizado. No es que estos siglos fueran más lluviosos que ahora, pero había una baja presión humana -en el siglo XVIII había unas 100.000 personas en Almería-.



Pero llegó el siglo XIX. Y el paisaje cambia.

La cobertura forestal de los montes depende de la climatología –régimen de lluvias- y de la presión humana. La cubierta forestal se vio afectada por el crecimiento de la población hasta situarse en los 400.000 habitantes en el siglo XIX. Hubo una intensa deforestación. Yo animo a los lectores a que mi miren algunas fotografías de finales del siglo XIX y vean lo absolutamente descarnados que estaban los cerros de las sierras almerienses.


Las Menas de Serón, por ejemplo, eran montes pelados.

Durante los siglos XVIII y XIX era un bosque mediterráneo con especies autóctonas. Desde finales del XIX, la minería deforestó aquello y se intentó contrarrestar con los programas de reforestación forestal, que es el paisaje que predomina ahora. Tiene como inconvenientes que, al ser masas homogéneas, la probabilidad de plagas y los riesgos de incendio son muchos mayores. Pero cambiaron el aspecto de estos montes.


Entonces, la influencia del ser humano es determinante.

El funcionamiento de los ecosistemas ha estado siempre determinado por la intervención humana, antrópica. En la mayor parte de Europa, incluso aquellos paisajes que consideramos más naturales, son el fruto de la intervención humana. Salvo las montañas más inaccesibles.


¿En qué medida contribuyeron la minería y la metalurgia a la pérdida de los bosques autóctonos?

Fue muy determinante. Estoy hablando de Sierra de Gádor o las sierras que rodean a la ciudad de Almería. Las fábricas metalúrgicas que se levantaron para obtener lingotes de plomo fueron responsables de una intensa deforestación. En otras zonas donde la minería tardó en desarrollarse como Los Filabres o Alhamilla, la deforestación estaba más causada por el consumo de leña que hacían las familias en los montes cercanos. El monte se usaba como combustible.


Tenemos el desierto más grande de Europa. ¿Hacia dónde tiende? ¿Cómo será en unos años?

Se verá afectado por el impacto del cambio climático y por la capacidad de respuesta de las instituciones para contrarrestarlo. Los modelos climáticos no precisan cuál sería el efecto a nivel local. Hay sitios en los que el efecto puede ser desertificador y en otros, no.


A alguien se le ocurrió plantas grandes árboles y anillar los invernaderos, que son miles. ¿Es una locura o una gran idea?

La agricultura intensiva es un buen ejemplo de uso del agua. Se usa de manera razonable. Tiene impacto paisajístico al ser un paisaje artificial. Algunos, como Lola Gómez Ferrón, dicen que es una amazonía que captura CO2. Todo lo que ayude a mitigar ese efecto de paisaje fuertemente humanizado con el plástico viene bien en términos de imagen. Hay otras zonas en las que estamos siendo bastante más descuidados.


¿Tabernas, Sorbas?

Es preocupante. Parece más artificial y más depredador. Pero generalizar es complicado para hacer un juicio ponderado.


Hablamos de la sobreexplotación de los recursos hídricos. ¿Qué se puede hacer?

La tecnología ha permitido convertir zonas de secano en zonas de regadío. Hablo de los olivares del desierto. Cuando uno extrae agua del pantano subterráneo a 150 metros de profundidad hay que tener en cuenta lo que tarda en recargarse. No estamos actuando racionalmente. Con la sobreexplotación de los acuíferos en zonas de seano estamos dilapidando un capital natural que cuesta mucho guardar. Es como el que vende las joyas de la abuela para pagar la factura de la luz de la casa.


Sierra de María, Sierra de Gádor, Sierra Cabrera, Filabres, Sierra Nevada. Pocas provincias así en España. Y, sin embargo, los secarrales aumentan.

Somos una provincia montañosa. Tenemos pendientes y tenemos aridez. Estamos en el zénit de la aridez en Europa con 220 litros por metro cuadrado de precipitación anual.


Pero los seres humanos también han trabajado contra esto.

Históricamente, las comunidades humanas han luchado contra esto con balates y pedrizas para retener tierra y excavando las arenas de las ramblas para que afloraran las aguas subterráneas y alumbrar fuentes y manantiales. Era un modelo de adaptación bastante natural. Pero después con la tecnología se han horadado los acuíferos subterráneos. No se respeta el balance de lo que se extrae con lo que se llena.


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