La primera U.D. Almería de la historia

La historia del fútbol en Almería es un camino sembrado de zanjas donde los equipos iban cayendo hasta quedar sepultados para la eternidad. Nacía un club en medio del entusiasmo colectivo y en el primer temporal desaparecía del mapa, siempre golpeado por los problemas económicos derivados de su inestable masa social.

La U.D. Almería que hoy nos hace soñar con grandes aspiraciones tuvo un precedente en la historia, aquella Unión Deportiva que echó a andar en febrero de 1947 de la mano del industrial José Aznar Jurado, que cansado de las luchas cainitas de los equipos vecinos quiso hacer un gran club fusionando el Almería CF y el Náutico Almería, que entonces tenían un importante respaldo popular.

La U.D. Almería tuvo seis años de  vida y llegó a conquistar el corazón de los aficionados, protagonizando algunas gestas importantes aunque sin llegar a conseguir el gran objetivo que era dar el salto a Segunda División. Los mejores tiempos los vivió en los primeros años cincuenta, aunque sin la fuerza económica suficiente para garantizar su continuidad y para lograr el ascenso.

En la campaña 1951-52 el equipo había brillado a un gran nivel y estuvo luchando por el título de campeón. El éxito creó un ambiente de euforia en torno al club que llevó a los dirigentes de entonces, muy relacionados con las instituciones políticas de la ciudad, a solicitar la ayuda de todos los estamentos a nivel local y provincial para poder realizar fichajes importantes y reforzar la plantilla para intentar el salto de categoría.

A finales del mes de abril de 1952, una vez finalizado el campeonato, se empezó a planificar la próxima temporada. Apenas hubo tiempo para descansar y al día siguiente de terminar la competición comenzaron a trabajar en el diseño del nuevo equipo. El primer paso fue abrir una campaña que se denominó ‘Suscripción pro-fichajes’ para recibir las aportaciones económicas de todos los voluntarios interesados en colaborar con el Almería. Así, apareció un nota en la prensa local en la que se alentaba a los aficionados y a las empresas a echarle una mano al club: “Para que el nombre de Almería sea pronunciado con admiración y respeto en todos los horizontes, necesitamos vuestra ayuda material”, decía la arenga de la directiva para motivar al personal. 

La idea tuvo una excelente acogida. Los principales medios de comunicación de la ciudad: el diario Yugo, Radio Juventud y Radio Almería, se volcaron con la iniciativa, que contó además con el respaldo de las instituciones políticas: Ayuntamiento, Diputación y Gobierno Civil, que fueron los primeros en dar ejemplo y abrir sus cuentas en el Banco Central. El Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento, Manuel Urbina Carrera, entregó 50.000 pesetas. El Ayuntamiento 25.000, la misma cantidad que la Diputación.

Este primer paso que dieron los políticos animó a los aficionados y empezaron a llover las aportaciones populares. En el Café Español se abrió una cuenta donde los clientes dejaban sus donativos. El nombre y la cantidad que ponían se colocaba en una pizarra que presidía el local. 

La campaña para los fichajes fue un éxito y al comienzo de la Liga, en septiembre de 1952, ya se rondaban las 400.000 pesetas, que fue la cifra que se alcanzó, y que cubría las tres cuartas partes del presupuesto del club. A pesar del apoyo masivo que recibió, el Almería no fue después el equipo que se esperaba y rindió muy por debajo del nivel de un teórico aspirante a estar arriba. Terminó la temporada en novena posición, muy lejos de la única plaza de ascenso que fue para el Jerez Deportivo. Aquella decepción desestabilizó los frágiles cimientos del club que unos meses después iba a cambiar de nombre, algo tan habitual en el fútbol almeriense. En el mes de octubre de 1953 nació el Atlético Almería, otra nueva aventura.

La U.D. Almería que el 25 de noviembre de 1951 ganó en el viejo campo de Mirandilla de Cádiz, ubicado junto a la Plaza de Toros. Aquella tarde jugaron: Cerrada, Sosa, Nicolás, Rojo, Bartolillo, Nobregas, Gamonal, San José, Martel, Urreba y Artabe.