Rango y la moda de los últimos 70

En 1977 el empresario Antonio López Quesada abrió una tienda de ropa junto al Paseo

A comienzos de los 80 se pusieron de moda las chaquetas de cuero, en la que Rango era un comercio especializado.
A comienzos de los 80 se pusieron de moda las chaquetas de cuero, en la que Rango era un comercio especializado. Eduardo de Vicente
Eduardo de Vicente
20:40 • 14 ago. 2024

Eran los primeros años de la Transición, cuando los jóvenes nutrían su armarios a base de pantalones vaqueros. El vaquero llegó a convertirse en una obsesión y no había un adolescente en Almería que no se conociera de memoria todas las marcas que salían al mercado, cuál era la que más duraba, la que más marcaba la entrepierna, la que mejor aguantaba los envites de la lavadora. Lo que más se valoraba de los pantalones vaqueros eran que aunque los llevaras dos semanas disimulaban a la perfección las manchas, como si la pringue los alimentara.



En aquellos tiempos de vaqueros y chaquetas de cuero a granel nació en Almería una nueva firma comercial, la tienda que con el nombre de Rango abrió el empresario Antonio López Quesada (1943-2019) en la calle  Concepción Arenal, a pocos metros del Paseo.



Se embarcó en una aventura complicada con la experiencia que ya traía en los genes, ya que se había criado en una familia vinculada con los negocios de ropa, concretamente en la camisería Toledo, propiedad de su padre. Su escuela fue la tienda paterna y su universidad los años que pasó de viajante, llevando la moda por pueblos y ciudades a bordo de su humilde Seat 127



Cansado de tanto viaje, de pasarse las semanas en la carretera, decidió probar suerte con su propia tienda y en septiembre de 1977 abrió Rango en el número seis de la calle Concepción Arenal. 



Aunque tocó todo tipo de ropa, sin distinción de edades, no tardó en convertirse en uno de los templos de referencia de los pantalones. Era la época de los vaqueros Old Chap, de los Ranglers, de los Greens, de los Lois, y todavía no se habían pasado de moda ni las chaquetas ni los pantalones de pana también de corte vaquero que tanto tirón habían tenido a lo largo de la década. 



Fueron también los tiempos de las chaquetas de cuero, que aunque nunca pasaron de moda, llegaron a alcanzar altas cotas de popularidad entre los jóvenes a raíz del estreno de la película ‘Grease’, que fue una bendición para los comercios de ropa de aquellos años. La ‘chupa’ de cuero de color negro estaba presente con la misma fuerza en institutos, en universidades y en discotecas.



La aventura de Rango fue un éxito. El negocio encajó perfectamente en su tiempo y en su escenario y no tardó en convertirse en una de las tiendas de referencia. En aquellos años de esplendor, Antonio López Quesada quiso tocar el cielo y llegó a tener cinco negocios funcionando a la vez en el centro de Almería: Rango, Azul (Navarro Rodrigo), Ellas (calle las Tiendas), Liberty (calle Azara) y Ritmo (Tenor Iribarne). 



Rango funcionaba a toda máquina compitiendo mano a mano con firmas tan importantes como Marín Rosa o los grandes almacenes de La Sirena que tanta fuerza tenían en la calle de las Tiendas.


Rango se codeó también con otro comercio mítico de la Almería de los setenta. En aquellos años de furor, se estableció en el Paseo el empresario José María Zapata con una tienda innovadora que bautizó con el nombre de ‘Los diez mil pantalones’. El local estaba adornado con colores llamativos y una moto de gran cilindrada presidía la entrada, reclamando la atención de los clientes más jóvenes. 


El secreto del éxito de este comercio se basaba en la variedad y en los precios, muy asequibles al fabricarse directamente en una factoría que el señor Zapata montó primero detrás de la iglesia de los Franciscanos, y en 1975 en el paraje conocido como el 120, en el término municipal de Huércal. Es difícil encontrar a un adolescente de entonces  que no pasara alguna vez por la tienda de ‘Los diez mil pantalones’, alentado por las espectaculares ofertas de dos por uno con las que se cerraban las temporadas.


Su apogeo coincidió con la moda de los pantalones de campana, que,  fueron la estética de un tiempo, cuando la mayoría de los jóvenes lucían la prenda de pata ancha con un jersey muy corto y estrecho y unos zapatos de plataforma que al igual que los pantalones admitían todos los colores. 


Hay una estampa muy común que definía a los muchachos de aquella época: su pantalón de campana reglamentario, su jersey ceñido o su camisa también estrecha y abierta en el pecho, el paquetillo de Ducados bien adosado a la cintura y el peine de plástico metido en el bolsillo de atrás, junto a la cartera, para no descuidar la melena.


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