La primera estatua del Parque

En noviembre se cumplirán 100 años de la primera talla que se instaló en el Parque Viejo

Estatua de homenaje al trabador, la primera que se colocó en el Parque Viejo. Foto: F. Mateos.
Estatua de homenaje al trabador, la primera que se colocó en el Parque Viejo. Foto: F. Mateos. La Voz
Eduardo de Vicente
19:59 • 18 ago. 2024

Hubo que esperar hasta 1914 para que las obras del ansiado Parque del Malecón fueran una realidad y aquel escenario dejado de la mano de Dios empezara a convertirse en un orgullo para la ciudad. Para la Navidad de 1915 ya estaban casi terminados los trabajos de pavimentación con alquitrán del paseo de coches que se proyectó en el lado norte del parque, se habían plantado más de cien rosales trepadores y se había encargado una colección de plantas y árboles a una prestigiosa casa de Valencia. El nuevo escenario que empezaba a vislumbrarse, llamado a ser el lugar de esparcimiento más importante de la ciudad en aquel tiempo, pudo haber llevado el nombre del ingeniero del puerto Francisco Javier Cervantes, tal y como lo llamaban de forma extraoficial durante las obras, pero en enero de 1916 el concejal señor Villegas pidió que “se denominara el Parque de Cervantes, hoy en construcción, con el nombre de Parque Alfonso XIII”, quedando aprobada dicha propuesta en la sesión municipal del uno de febrero. 



El Parque fue, antes incluso de que estuviera terminado, el lugar elegido por los almerienses para salir a pasear y para organizar sus celebraciones. Fue marco de distintos acontecimientos: en el mes de agosto de 1916 su explanada albergó un partido de fútbol entre un equipo inglés y el de Almería y en junio de 1919, allí se festejó la entrega de la bandera al Regimiento de la Corona por su heroica intervención en África.



En los años veinte el Parque era el lugar de recreo de los almerienses. En las tardes de verano, con el sol en retirada, bajo sus árboles se refugiaban las familias buscando sus sombras y el frescor de la brisa del mar, que entonces también formaba parte de aquel privilegiado escenario. Muchas noches se organizaban conciertos y desde el Cuartel de la Misericordia bajaban los soldados de la banda del Regimiento de la Corona, seguidos por un rebaño de niños que iban marcando el paso al compás de la música. Para la Feria, el anchurón del Parque se transformaba en una sala al aire libre donde instalaban el cinematógrafo, con aquellas películas mudas que a veces amenizaba la banda de música de Fiñana. 



En aquellos años el Parque de Alfonso XIII ofrecía varios ambientes, según la hora del día. Si por las tardes era un lugar de esparcimiento para las familias y escenario de los juegos infantiles, por las noches se transformaba en un refugio para las parejas de enamorados que se internaban entre la penumbra buscando los rincones más solitarios. 



A la humilde plazoleta donde se levantaba la única fuente que adornaba el Parque, la llamaban entonces la glorieta de los idilios por ser el escenario escogido por los novios para pelar la pava. Abundaban entonces los soldados apasionados que frecuentaban aquel lugar tan cercano al Cuartel para jugar a enamorados con las muchachas del barrio. 



En aquel marco incomparable, lleno de vegetación y frente al puerto, no existía sin embargo ningún elemento decorativo ni artístico que le diera una pincelada social y cultural. En ese intento de embellecer el lugar nació la idea de levantar allí un monumento y por iniciativa del diario La Crónica Meridional, se alentó al presidente del Casino para que contribuyera a la ornamentación del Parque. Don Eduardo Romero Valverde acogió la petición y encargó a un artista de Florencia una estatua en mármol de Carrara como monumento al trabajador. Cuando la estatua llegó a Almería, para colocarla se levantó un espléndido pedestal con mármol blanco de Macael y mármol negro de la sierra de Alhama, que fue labrado por el artista almeriense Francisco Álvarez Lloret, auxiliar de la Escuela de Artes y Oficios, siguiendo el modelo del joven arquitecto Guillermo Langle. El 28 de noviembre de 1924 se inauguró la estatua del trabajador, siendo recibida con grandes elogios: “Ha dejado Almería de ser un pueblo inculto y comienza a ornar su precioso contorno”, contaba la prensa.



En vista del éxito del monumento, unos meses después la ciudad se preparaba para recibir una nueva estatua en el Parque. En julio de 1925 empezó a instalarse en los jardines próximos a las escalerillas de acceso a la calle de la Reina la figura del Discóbolo, fundida en la fábrica de don Francisco Oliveros y regalada por éste a la Junta de Obras del Puerto.



El Parque siguió embelleciéndose y unos años después se enriqueció con un nuevo monumento, esta vez dedicado al político Navarro Rodrigo.


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