Manuel, joven de buen parecer, solo perdió siete combates. El 22 de agosto de 1974 gana en Almería el campeonato de España de los pesos pluma. Su rival, Miguel Molleda. Son las diez de la mañana de un día cualquiera de este verano, 50 veranos más tarde. Manuel Alcalá Rodríguez -76 años, parido en la Plaza Pavía- saborea un té en una terraza de La Marina junto a la calle La Reina. A su lado, uno de sus dos hermanos, Francisco, “que ha sido mejor que yo”. El otro es Juan. También boxeadores. También de barrio. De los que entrenaban corriendo por donde hoy está el Ikea y levantaban piedras en lugar de pesas.
Se dice que participó en 44 combates, pero él va más allá. “En más”, nos corrige. Como Bisbal, García I, los hermanos Barrilado, Rodríguez, Górriz, Gálvez, Valverde, Cid, Sevillano o los hermanos Zaragata... Con entrenadores como Serra, Juan Rodríguez o el gran Pepe. Una generación que llenaba la Plaza de Toros bajo la perspicaz mirada de Eduardo Gallart, presidente durante décadas de la Federación Almeriense de Boxeo, de la que solo queda el recuerdo de veladas icónicas. Tardes de jóvenes sesenteros y setenteros con sus peinados con la raya al lado, chándales con la cremallera blanca, los pantalones de boxeo de Almacenes La Llave de Francisco Lucas y los míticos carteles de feria. No abundaban los protectores bucales ni las coquillas para los genitales. Casi ni cascos había. Guantes... y de milagro.
Pero aquellos jóvenes de la clase obrera de los barrios tradicionales de la capital, criados en las plazas donde sesteaban los pillos y hábiles en el arte de sobrevivir, lograron salir de la anodina rutina de una ciudad que veía los años pasar de calima en calima y, en el camino de la juventud, perdidos los tabiques nasales, levantaron copas por la vieja España y conquistaron ínsulas gloriosas. Era la antesala del vacío que sigue al triunfo, sí, pero la historia de nuestro deporte se escribe con los renglones nostálgicos de aquellos chicos de los arrabales.
¿Cómo llega Manuel Alcalá al boxeo?
A través de un boxeador, ya muerto, de nombre Manolo. Era guardia civil.
Y pasó por el barrio.
Y me enganché al boxeo. Mi entrenador era Paco Muro. Luego me entrenó el Serra y más adelante el Rodríguez. El padre. Y el Gorry también.
Un adolescente.
Sí, tenía yo 15 años cuando empecé.
El 13 de diciembre de 1963 se calza los guantes por primera vez. 16 años.
Fue en la plaza de toros. Contra King Díaz, hermano del Gálvez, que peleó con Urtain.
Y no fue fácil. ¿Sintió la presión?
Sí, era un enteraillo el King Díaz, que Dios lo tenga en la gloria.
Por qué...
Decía que iba a matarme.
¿No entiendo?
Sí, era por mi bien, para que no pillara palos.
Y qué le dijo aquella noche.
Pues que si era capaz de ganarme, adelante.
Años 60. ¿Dónde entrenaban?
En la calle. Nos buscábamos la vida. Nos íbamos a la Balsa de los 100 Escalones, por ahí por La Molineta. Por ahí corríamos mucho. Y luego nos bañábamos en Los Cauces o en una balsa de por allí. Cuando tenía agua, claro.
Y a la playa.
En la playa también entrenaba. Con el Rubio Velero y con mi hermano Paco. El gimnasio lo teníamos en el parque de bomberos. Más tarde empezamos a entrenar en la Escuela de Formación.
Porque recursos debían de tener pocos...
Hombre, pues no había herramientas. Todo era a base de correr. Cogíamos piedras, una en cada mano, como si fueran guantes para acostumbrarnos a su peso.
Y cómo mantenía el peso. El de su cuerpo.
Pues pasando hambre (risas).
Debuta en la Terraza Andalucía de Sevilla.
Sí, de profesional. El 4 de julio de 1967.
Y...
Gané por KO en el segundo asalto. A Caballero.
Y ese año, en junio, se estrena aquí, en su tierra, como profesional.
Le gané a los puntos. Ese era muy duro. Ernesto Ruiz Bueno. Catalán.
Hasta que llega 1974.
Sí, me quedé campeón de España. El 22 de agosto. Gané a Miguel Molleda, de Madrid. Con ese peleé cuatro veces. Para mí, el mejor boxeador de España en aquellos años.
Estuvo en Lyon, en Marsella, Milán, Génova... ¿Cómo se viajaba hasta allí?
Uffff. Entonces era en tren o te llevaba tu preparador en su coche.
Años de mucha afición. ¿Cómo era aquel ambiente, Manuel?
Uhhh. Aquí había una afición que no veas. Se llenaba la plaza de toros. O la Plaza Albéniz
Silencio. Su hermano le recuerda algo al oído, mientras apura la infusión. Ruido de fondo.
Y por qué cayó el boxeo.
El boxeo fue al declive cuando se retiró Eduardo Gallart. Y a partir de la muerte de Rubio Velero. Hubo varias muertes en España.
Juan Rubio Velero moría en febrero de 1978 tras permanecer cuatro días en coma luego de una pelea en el Palacio de los Deportes de Madrid. Su adversario, un canario llamado Francis, le golpeó con especial virulencia en el séptimo asalto. Se dice que pudo darle en la nuca. La Cruz Roja llegó con una ambulancia a los 20 minutos del desenlace. Fue enterrado tras una misa multitudinaria en la parroquia de El Puche. Francis, hundido, dejó el boxeo al poco. Un año después lo hizo su amigo Manuel Alcalá, como recuerda José Ángel Pérez.
Y eso provocó miedo.
Exactamente. Nooo, los promotores.
Y abandonó el deporte.
Ahora me dedico a andar un poco de vez en cuando.
Cada día, en la ciudad del sol, Manuel Alcalá pasea por el parque Nicolás Salmerón charlando con Francisco, su hermano. Despacio, pero igual de sagaz que en sus años mozos. En su memoria quedan los tiempos en que gente con corbata llenaba el perímetro de la lona a la espera del nervio natural de los chicos del extrarradio. Héroes de ojos vivarachos que salieron del anonimato de esquinas sedientas de vida en los barrios donde no hacía falta dieta para mantenerse en forma. La escasez definía los abdominales. Lo demás lo ponía el ingenio y la necesidad de asomar la cabeza en la escalera social.
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