Ir a una tienda 'de toda la vida' y pararse a hablar con quien la regenta como si fuera casi un miembro de la familia es una costumbre que perdura a duras penas. Sin embargo, hay todavía algunos reductos que resisten cual muro de piedra frente a la fiera competencia de los supermercados, de las grandes superficies comerciales y de las compras por internet. Estos negocios se alzan como el alma de los barrios de la capital almeriense y tienen como seña de identidad a las personas que sonríen tras el mostrador todos los días.
En pocos años, el modelo de negocio ha cambiado mucho. Vicente Gómez, dueño de la librería El Faro de Recóndito, recuerda que en el pasado "los libreros eran como Dios": todo el mundo confiaba en ellos, eran fuente de conocimiento y de recomendaciones. Ahora, en cambio, "la gente resuelve sus dudas buscando en Google". También José Emilio López, de Ultramarinos Finos San Antonio, ha visto la inevitable transformación de las compras desde que su padre abrió el negocio, allá por 1940: "Antiguamente no existían los supermercados, por lo que las ventas aquí eran masivas".
Vicente asegura que no considera las otras pequeñas librerías de Almería como su competencia, sino como sus compañeras: "La verdadera amenaza son negocios como, por ejemplo, Amazon, aunque en realidad los precios son los mismos", resuelve. Y es que por ley, tanto el gigante de internet como el más humilde de los libreros solo pueden hacer un 5% de descuento, "excepto durante la Feria del Libro, que se rebaja un 10%".
Lo que marca la diferencia
Si uno pasea por la Calle de las Tiendas cualquier día de la semana, es muy probable que se encuentre a Pepi Velasco charlando animadamente con alguno de los vecinos o trabajadores del barrio. Pepi regenta La Tiendecilla desde hace diez años y durante ese tiempo ha visto crecer y envejecer a sus clientes: "Hay niños a los que conocí de bebés y hoy vienen, mandados por sus madres, a comprar aquí. Ellas les dicen: ve a la tienda, que Pepi sabe lo que quiero", relata con un brillo especial en la mirada. La tendera está orgullosa de la confianza que sus clientes depositan en ella. "Yo no les miento nunca. Si vienen a comprar algo con un determinado fin, yo les voy a decir que compren esta otra cosa, que les va a servir mejor", confiesa.
Todos coinciden en que el trato con el cliente es el punto diferencial respecto a las otras grandes plataformas de venta. Vicente es la viva imagen de ello, ya que el librero demuestra con cada cliente su gusto por una buena conversación: "Yo estoy pendiente de la gente y siempre intento ofrecerles una orientación comercial según lo que les interese o guste. Muchas veces ellos me enseñan también a mí", reconoce.
En ese sentido, tanto Pepi como Vicente han llegado a adaptar alguna vez su oferta a las peticiones de los clientes: "A veces me vienen pidiendo algo que no tengo, pero les digo: 'mañana lo traigo' y así lo hago", cuenta Pepi, sin olvidarse de apuntar la gran diferencia que supone eso frente a los supermercados.
En el caso de los ultramarinos de José Emilio, la calidad es su punto fuerte. Mientras que los supermercados venden sobre todo marcas blancas, en su local disponen de productos artesanales y de calidad, de producción limitada, que van variando según la época: "En Navidad se trabajan productos muy buenos, como la manteca o el turrón y las frutas de Aragón", señala.
Asimismo, el tendero de la histórica tienda no se olvida tampoco de la ventaja que ofrece su negocio: "Aquí siempre se han hecho repartos a domicilio. Empezamos con isocarros de tres ruedas de madera y bicicletas, luego con motos y coches...", rememora con cariño. Explica lo cómodo que es para las personas mayores del barrio: "Nosotros les llevamos la compra a casa. Si la persona es tan mayor que no se puede levantar del sillón, le hacemos favores como abrirle la ventana, cerrarle la puerta o cualquier cosa que nos pida. Es una forma solidaria de vida vecinal", relata.
Las dificultades
A pesar de los recuerdos bonitos que sus negocios les han regalado a Vicente, Pepi y José Emilio, no todo es sencillo en su oficio. Todos concuerdan en que los horarios del autónomo a veces son "demoledores". "Estoy yo sola en la tienda, no me releva nadie, eso es lo peor. Paso muchas horas aquí porque tengo que abrir a las ocho de la mañana hasta las ocho de la tarde", cuenta Pepi. El propietario de Ultramarinos Finos San Antonio también añade la competencia por los precios con otras tiendas de alimentación: "La última subida de precios ha hecho que la gente se lo piense dos veces antes de comprar productos de calidad. Muchos se van directamente a los supermercados", reconoce.
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