Los niños en la etapa infantil tienen una capacidad asombrosa para absorber idiomas, ya que están inmersos en el desarrollo de su lengua materna. Según un estudio de la Universidad de Harvard, los niños que aprenden un segundo idioma antes de los 10 años tienen un 60% más de probabilidades de alcanzar un nivel avanzado como adultos.
Si a esto le añadimos que el inglés ya está posicionado como el idioma de los negocios y la ciencia (más del 80% de las revistas científicas indexadas están publicadas en inglés) y que más del 90% de las empresas en mercados globales exigen que sus empleados lo hablen (Harvard Business Review, 2015), queda claro que el inglés se ha consolidado como una necesidad clave. La enseñanza de habilidades comunicativas a través del inglés se ha convertido en una de las competencias más valoradas en el ámbito profesional.
Empezar con el aprendizaje del inglés desde una edad temprana (2 o 3 años) en centros como AnGlophone English, garantiza que tendrán el tiempo necesario para convertirse en personas con habilidades comunicativas sobresalientes y podrán desarrollar competencias fundamentales para su futuro.
Aprender dos idiomas desde la infancia actúa como un entrenamiento intensivo para el cerebro. La necesidad de alternar entre dos códigos lingüísticos fomenta una mayor flexibilidad cognitiva, mejor capacidad para realizar múltiples tareas, mayor concentración y una creatividad más desarrollada, según estudios de neurociencia y psicología.
Además de estos beneficios cognitivos, con el tiempo se aprecia una mejora en sus habilidades sociales. Los niños que empiezan a aprender inglés desde pequeños no sólo se comunican muy bien, sino que también tienen mucha confianza en sí mismos. Esta seguridad, adquirida al aprender inglés desde temprana edad, no solo se refleja en su capacidad de interacción, sino también en la manera resuelta en que se desenvuelven en el mundo, gracias a las herramientas que han desarrollado a lo largo de los años.
Un estudio realizado por la Universidad de York en 2017 refuerza la idea de que aprender un segundo idioma a temprana edad no solo beneficia el desarrollo cognitivo, sino también el social. Según este estudio, los niños que aprenden una segunda lengua, como el inglés, desde pequeños tienden a desarrollar habilidades de comunicación más avanzadas, lo que contribuye a un aumento en la confianza en sí mismos y en su capacidad para socializar en diferentes contextos. Esto se debe a que aprenden a resolver problemas lingüísticos de manera temprana, lo cual les da una ventaja en situaciones sociales, reforzando su capacidad para desenvolverse con seguridad en el mundo. Además, el estudio destaca que estos niños suelen mostrar una mayor empatía y flexibilidad cognitiva, lo que favorece sus relaciones interpersonales.
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