Tres marinos ilustres y sin ninguna piedad

Asesinaron a miles de civiles en el crimen de la carretera de Málaga a Almería

Juan Cervera Valderrama, Salvador Moreno Fernández y Francisco Moreno Fernández cañonearon a civiles en la Carretera de Málaga en febrero del 37.
Juan Cervera Valderrama, Salvador Moreno Fernández y Francisco Moreno Fernández cañonearon a civiles en la Carretera de Málaga en febrero del 37. La Voz
Manuel León
18:19 • 21 sept. 2024 / actualizado a las 20:00 • 21 sept. 2024

Los artilleros tiraban de la driza sin clemencia alguna, una y otra vez, como si no hubiera un mañana, haciendo saltar la chispa que encendía la pólvora y que activaba el proyectil que salía expedito por el tubo del cañón dispuesto a hacer sangre o lo que fuera.  Tres gerifaltes de la Armada sublevada, cineastas de ese largometraje gore, se turnaban aquellos días aciagos de febrero del 37 a bordo de tres buques de guerra, ordenando los disparos de dinamita desde las costas de Málaga y Granada contra una muchedumbre indefensa, que huía aterida como una manada de ciervos por caminos embarrados que se iban convirtiendo en una mortaja llena de cadáveres y charcos de sangre donde zumbaban los moscardones.



Era un paisaje espantoso, una romería de malagueños desharrapados, con las cuencas de los ojos hundidas, andando descalzos o con los pies liados en vendas, a lomos de alguna burra los más venturosos; era una procesión fúnebre de 200 kilómetros, una hilera de niños con los pies hinchados que lloraban de dolor y de hambre, escondiéndose tras algún risco de los cañonazos que no cesaban ni de día ni de noche. Caminaban y caminaban como un demacrado torrente, con alguna cabra de compañía, gritando los nombres de familiares desaparecidos entre la desorientada multitud. 



Fue un genocidio en el que fueron asesinados en masa más de 3.000 personas de los más de 100.000 que iniciaron despavoridos ese camino desde Málaga rumbo a Almería. La Desbandá o la Huía, una de las páginas más tenebrosas de nuestra infausta Guerra fraticida, recreada por autores como André Malraux, Beltolt Brecht, Raúl Quinto o María Jesús Orbegozo, permaneció silenciada durante largas décadas -incluso ya en Democracia- siendo agraviada comparativamente con el universalizado bombardeo de Guernica donde perecieron 650 civiles frente a los 3.000 que dejó de corolario la Desbandá de Málaga a Almería.



Tras la toma de la ciudad de Picasso por las tropas de Queipo de Llano, con la ayuda de 10.000 camisas negras italianas, la población huyó aterrorizada al correrse la voz de las crueldades en la represión de Badajoz y ante el rumor de que los moros de Franco arrancaban los ojos a los hombres y los senos a las mujeres. Algunas columnas, formada por milicianos y civiles desarmados, volvieron ante la incertidumbre del viaje y los bombardeos por tierra mar y aire. Pero la mayoría continuaron adelante como Forrest Gump, desasistidos por una República que apenas contratacaba con una escuadrilla aérea defensiva. 



La masacre tuvo en ese momento cierta repercusión internacional por los testimonios del médico canadiense Norman Bethune, un ángel laico que salvó muchas vidas, y por el reportaje fotográfico de Robert Capa y Gerda Taro en la agencia Magnum. Si hubo tres verdugos en este relato histórico, tres hombres sin piedad en este episodio especialmente cruento de la Guerra española, fueron los comandantes que iban al mando de los tres cruceros homicidas: Canarias, Baleares y Almirante Cervera, con ocho cañones Vickers cada uno y 12 lanzatorpedos. En  el primero, junto al almirante Francisco Bastarreche, iba enrolado Juan Cervera Valderrama, sobrino de aquel Pascual Cervera y Topete que perdió Cuba y que fue recompensando en Almería con la presidencia de la I Semana Naval en 1900. Cervera Valderrama se unió al bando sublevado en 1936 y fue nombrado por Franco Jefe del Estado Mayor de la Armada Nacional. En 1961, uno de los autores materiales de la matanza de la Carretera de Málaga a Almería, fue nombrado por Franco I Marqués de la Casa Cervera a título póstumo y su cuerpo está enterrado en el  Panteón de Marinos Ilustres en San Fernando (Cádiz).



Al mando del Baleares, gemelo del Canarias, iba el almirante Francisco Moreno Fernández, a quien el Gobierno de Burgos nombró jefe de le Flota Nacional. No tuvo compasión a la hora de gastar hasta el último proyectil que había en la bodega  del bombardero criminal.



Este sanguinario marino tuvo una relación directa con Almería al otorgarle Franco con carácter póstumo el título de marqués de Alborán en 1950, que pasó a su hijo y a su nieto, hasta que la credencial quedó suprimida hace apenas dos años por la Ley de Memoria Democrática. Casualidades del destino, su bisnieto es el popular cantante Pablo Moreno de Alborán (Pablo Alborán).



Moreno formó parte de los 35 altos cargos del Franquismo imputados por la Audiencia Nacional, en el sumario instruido por el juez Baltasar Garzón, por el delito de crímenes contra la humanidad, cometidos durante la Guerra Civil, aunque no cristalizó su imputación al comprobarse su fallecimiento. 


Su hermano Salvador Moreno Fernández comandaba el tercer buque, el  Cervera, quien tras la Guerra Civil fue nombrado ministro de Marina. Fue también enterrado, como los dos anteriores, en el Panteón de Marinos Ilustres, aunque sus restos fueron exhumados hace un mes y entregados a la familia.


Esta semana, el grupo parlamentario Sumar no ha conseguido sacar adelante, al no obtener la mayoría necesaria, una proposición no de ley en la que se pedía la exhumación de los otros dos almirantes del Panteón de Marinos ilustres vinculados a los crímenes de la Desbandá. 


Asesinaron con saña, “hasta que les quedó el último proyectil” a miles de malagueños que huían presa del pánico hacia Almería, pero a efectos oficiales siguen siendo marinos ilustres de la Armada Española, descansando en un panteón neoclásico junto a héroes de verdad -no de cartón piedra- como Federico Gravina, Cecilio Pujanzón, Dionisio Alcalá Galiano o el legendario don Alvaro Bazán. 


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