28 almerienses que demuestran que el machismo existe

Carta del director

Archivo. Representación de la desigualdad. Foto: Getty Images.
Archivo. Representación de la desigualdad. Foto: Getty Images. La Voz
Pedro Manuel de La Cruz
20:23 • 21 sept. 2024

Hace unos días, cuando recorría con la alcaldesa de Albox el salón de plenos, me detuve en un detalle que, bajo la noble apariencia del reconocimiento y del recuerdo, encerraba una realidad reveladora. Miraba yo las estampas de los alcaldes- aquellas no eran fotos, eran estampas del Novecento: cuarenta y dos miradas en blanco y negro colgadas desde las paredes con la sobriedad del trueno vestido de nazareno, bigote caciquil rematado hacia arriba en asta de toro, cuellos de camisa almidonados, gestos revestidos de pontifical y así - y fue entonces cuando reparé en un detalle en el que casi nunca nos detenemos cuando buscamos en la memoria la historia de los que han protagonizado el Poder, con mayúscula, en los doscientos años transcurridos desde la creación de la provincia y en los más de cuatrocientos que, como recoge Juan Grima, han transcurrido desde la expulsión de los moriscos y su repoblación por castellanos viejos: de todos los cuadros que nos miraban desde la paredes, solo dos recogían la imagen de mujeres, Sonia Cerdán, que lo fue por dimisión del candidato que le precedía, y María del Mar Alfonso, la primera mujer elegida por la mayoría de votos de la ciudadanía. Todos los demás, hombres.



Esta agenda de ausencias femeninas ha sido la regla en todos y cada uno de los 103 municipios de la provincia. Por recorrer solo una parte de nuestra geografía doméstica Almería capital ha tenido que esperar más de mil años para tener una alcaldesa, Roquetas y El Ejido nunca han tenido una mujer al frente de sus ayuntamientos y Adra, con Carmen Crespo o Níjar, con Esperanza Pérez, tuvieran que esperar hasta bien entrada la democracia para convertirse en la excepción que confirmara tan irrazonable tradición.



Pero esta no es sola una tradición que haya tenido su escenario solo en los ayuntamientos. También lo ha tenido y lo tiene en la Diputación, el Rectorado de la Universidad, las grandes empresas, el mundo cultural, el mundo académico o los medios de comunicación.



Hasta el ocaso del franquismo la presencia de la mujer en la vida social no pasaba de ser una extravagancia. Solo la Sección Femenina (más machista que los machistas) concedió un protagonismo de sumisión, tan infame, que en su memorándum con las 18 normas que debían seguir las mujeres falangistas, se recoge en sus puntos 10,11 y 12 que “obedezcan por encima de todo”, “sean siempre la rueda del carro y dejen a quien (el hombre) deba ser su gobierno”, y “no busques destacar, ayuda a que sea otro (el hombre) el que sobresalga”.



Con estas consignas y otras de sumisión más obscena resultaba imposible que la mujer se atreviera a salir más allá de la puerta de su casa. Pero aun así hubo almerienses que rompieron ese tabú y fueron capaces de hacerse oír en medio de la tormenta que las ahogaba en el olvido, el desprecio y la sumisión. Mujeres como Jimena Quirós, primera científica en el Instituto Español de Oceanografía; Celia Viñas, propulsora del despertar cultural de la Almeria de postguerra; Amalia Cabrera, primera mujer en tener un estudio fotográfico profesional propio en España; Carmen de Burgos, primera redactora de un periódico español y primera corresponsal de guerra de España, impulsora de los derechos civiles de la mujer, Carmencita, primera mujer en aparecer frente a una cámara de cine, protagonista de la primera película censurada en la industria del cine español o Doña Pakita, figura esencial en la conservación del Parque Natural de Cabo de Gata, Carmen Marín, catedrática de Lengua y Literatura, impulsora del teatro protagonizado por sus alumnos, fueron algunas de las almerienses que rompieron con la obscenidad ideológica que las condenaba a la insignificancia social, y a las que siguieron otras como Adela Pérez y María Cassinello, desde la militancia franquista, pero también desde el compromiso social; Martirio Tesoro, Virtudes Castro, Natalia Huertas, desde la izquierda, o Remedios Jurado y Mar Agüero, desde la derecha el centro. Todas ellas fueron la excepción de esa regla de exclusividad masculina, tan negativa y tan estúpida.



Hoy la sociedad ha cambiado. La Junta, el Ayuntamiento de Almeria y el Puerto están liderados por Aránzazu Martín, María Vázquez y Rosario Soto; empresas tan importantes como Cosentino, Vera Import, Vellsan, Plataforma o este mismo periódico tienen al frente a Pilar Cosentino, María José Flores, María Zamora, Belén Martinez y Laura Martinez; Tecnova tiene a Mari Carmen Galera en el puente de mando y en el mundo de la sanidad y la educación la presencia de mujeres es ya superior a los hombres, pero, ay, no en los espacios de liderazgo.



¿El párrafo anterior constata la igualdad en el liderazgo de hombres y mujeres? No y de ninguna manera. Lo que revela es todo lo contrario. La inmensa mayoría de los liderazgos políticos, sociales, académicos, sanitarios o sociales siguen estando protagonizados por hombres. Las mujeres continúan estando a muchísima distancia de los hombres en los puestos de liderazgo. Y, si no lo creen, les propongo que encuentren la respuesta a estos dos interrogantes: ¿Cuántas mujeres ocupan la alcaldía en los 103 ayuntamientos de la provincia?, ¿Cuántas de las empresas del 'top 10' están lideradas por mujeres?



La respuesta a la primera pegunta es 29 alcaldesas frente a 74 alcaldes; la respuesta a la segunda: una o ninguna.


¿En qué se basan los que, agazapados en un machismo vergonzante, sostienen que ya se ha alcanzado la igualdad y que el feminismo no es un camino imprescindible para romper tantos techos de cristal?


Y lo escribo desde la asunción de que la inmensa mayoría de los hombres continuamos teniendo comportamientos micromachistas. Y lo lamento.


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