No tenemos remedio; o, lo que es peor, nos empeñamos en no tenerlo. Ahora que las obras del AVE van a alta velocidad, volvemos a sacar otro viejo argumento de distracción del baúl inútil de la melancolía.
Para los incrédulos de esa alta velocidad de las obras del AVE sería recomendable que abandonaran la barra del bar y se dieran una vuelta por la autovía hacia el levante. Recorran la autovía y verán los pilares de hormigón y los desmontes sobre los que se cimenta esa realidad incuestionable. Todos los tramos de plataforma para las vías que recorrerán los doscientos kilómetros que unirán Murcia y Almería ya están finalizados o en ejecución, y desde junio de 2024, las obras de instalaciones, enclavamientos, sistemas de protección del tren y telecomunicaciones están adjudicadas por 255 millones de euros. Las inversiones del Gobierno han sido decisivas en el reinicio y desarrollo de la conexión ferroviaria con Murcia. El gobierno de Sánchez puede ser criticado por otras circunstancias, pero esa realidad no se puede negar. Como no se puede negar que fue bajo el ministerio de Pepe Blanco y con la influencia decisiva- sí, decisiva- de Jesús Miranda Hita cuando la conexión con Murcia bajó de las musas al teatro de los grandes túneles del Barranco del Tesoro. Sin esos kilómetros de túneles construidos el AVE nunca hubiera llegado a Almería. Conviene recordarlo, sobre todo por aquellos que consideraron un despilfarro caprichoso esas obras perdidas en el desierto y de las que durante siete largos años el gobierno del PP solo se acordó para cerrar sus entradas. La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero y esa es la realidad. A los gobiernos de Zapatero y Sánchez no se les puede negar su apuesta decidida por la conexión ferroviaria con Murcia. Podemos y debemos censurarlos por otras cosas, por esa, no.
Pero esa realidad, incontestable, no justifica la marginación que Almería sigue soportando en las conexiones por tren, tanto con Sevilla como con Madrid.
Que hoy tengamos menos conexiones con Madrid que hace cuarenta años- ¡cuarenta años! - es un insulto al sentido común y a la lógica. Cuando más ha crecido en habitantes la provincia y cuando más se han intensificado sus relaciones con Madrid y Sevilla, menos facilidades hay para ir y volver a esas ciudades por tren. Y de esta insultante realidad son responsables todos los gobiernos de las últimas cuatro décadas. De los olvidos en este maltrato no se salva nadie. Y entre los responsables también estamos los almerienses, con una indolencia insoportable hacia cualquier reivindicación colectiva, aunque en ella nos vaya el futuro.
De todos los presidentes de gobierno democráticos, solo Suárez no empeoró lo que ya estaba mal. Ni González, ni Aznar, ni Zapatero, ni Rajoy, ni, hasta ahora, Sánchez (a ver cuándo entra en funcionamiento el intercambiador de Granada que acorte una hora el tiempo con Madrid) se han acordado de esta insoportable marginación de menos conexiones que hace cuarenta años.
Las obras del AVE van a un excelente ritmo. En algunos tramos trabajan tres turnos al día. Nadie va a parar lo que ya es imparable. Todo eso es cierto. Pero entre la ilusión que provoca el inicio de una gran obra y la desesperanza que generan los retrasos en verla terminada hay siempre un trecho por recorrer. Es el largo camino del “Mientras Tanto” y es en ese camino hacia la meta ilusionante del AVE donde no se ha avanzado. Por eso es imprescindible continuar apostando para que ese Mientras Tanto no nos siga condenando a permanecer en un limbo de olvido y marginación.
Hasta que llegue el AVE y por si el optimismo del gobierno no se cumple (que no se cumplirá: el desarrollo de las obras del soterramiento de Lorca es la peligrosísima clave para que la llegada se retrase) hay que continuar reivindicando más y mejores conexiones con Madrid, Granada y Sevilla. Ahí es donde hay que insistir.
La nostalgia es un viaje al tiempo que se fue y del que guardamos en la memoria el sabor efímero de la melancolía. Desde el regreso a ese paisaje de naranjos y azoteas en el que fuimos felices contemplando por el Almanzora el paso de El Catalán, el automotor de Alicante, el Frutero o el Periquito con sus asientos de madera, yo entiendo la reivindicación de la reapertura de la línea Guadix- Almendricos.
Todos buscamos recuperar aquel tiempo y aquellos paisajes en los que fuimos felices. Pero esa búsqueda no puede alcanzar la quimera de invertir centenares de millones en recuperar unos trenes en los que en su último decenio (casi) nadie viajaba entonces y (casi) nadie viajaría ahora. Si antes, con más habitantes y menos coches, casi nadie viajaba en aquellos trenes, ahora, con menos habitantes, con dos coches por casa y una autovía ¿quién viajaría en ellos?
Abandonemos la nostalgia y centremos el tiro. Hay que acelerar aún más las obras del AVE, pero en el Mientras Tanto hasta su llegada hay que reivindicar más trenes y mejores horarios por la vía convencional y hay que insistir con más contundencia, mucha más contundencia, en la conexión por alta velocidad con Granada y la viabilidad de un tren o un tranvía con el Poniente donde, no se olvide, viven casi trescientos mil almerienses. Estos sí son grandes e ineludibles retos.
Queda mucho camino por recorrer. Vayamos a lo real y no gastemos esfuerzos en recuperar del baúl de los recuerdos peticiones que sólo tienen la fugaz contundencia de la melancolía.
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