El huracán Milton ha dejado una estela de destrucción a su paso por Florida, en Estados Unidos, y aunque ya se ha debilitado tras su salida al Atlántico, el caos, el temor y las consecuencias catastróficas aún permanecen. Entre quienes vivieron de cerca este evento está Cristina Martín, una almeriense de 36 años, residente en Irlanda del Norte, que se encontraba de vacaciones en Orlando con su pareja cuando el ciclón tocó tierra.
En conversación telefónica con LA VOZ, Cristina narra el desconcierto que se fue apoderando de la ciudad a medida que se acercaba el huracán, que en un principio parecía solo una tormenta tropical. "Cuando llegamos a Orlando el 2 de octubre, estábamos revisando el tiempo y parecía que iba a haber una tormenta para el lunes. Al final, se retrasó al martes, pero ya ese lunes empezaron a decir que no era una tormenta, sino un huracán", cuenta. Si bien, la situación comenzó a escalar rápidamente: "Al principio, la gente de Florida no le daba mucha importancia. Están acostumbrados a tormentas tropicales y huracanes de categorías menores, pero ya el lunes empezaron a advertir que había subido a categoría 5, y fue cuando empezó a cundir el pánico".
Durante esos días previos al impacto, la pareja recibió la ayuda de una amiga local que, consciente de la gravedad de la situación, insistió en llevarlos a un supermercado para aprovisionarse de agua y alimentos no perecederos. "Cuando llegamos el martes ya se veía algo de pánico, especialmente en el pasillo del agua. Había de todo, pero la gente estaba comprando como loca porque sabían que con huracanes así se cortan la luz y el agua", relata.
A medida que pasaban las horas, la tensión en Orlando crecía, aunque la ciudad no estaba en la trayectoria directa del huracán más fuerte, que se esperaba impactara con mayor intensidad en Tampa. "La escasez de productos básicos, como alimentos no perecederos, se hizo más evidente. Además, las gasolineras comenzaron a cerrar por falta de combustible, a pesar de que el gobernador afirmase de que había suficiente suministro", explica.
Asimismo, ayer miércoles, fue un día clave para Cristina y su pareja, quienes tuvieron que cambiar de hotel por motivos logísticos. "Nos encerramos en la habitación por la mañana, y por la tarde el temporal empezó a empeorar", recuerda. El momento más angustiante llegó durante la madrugada, entre la medianoche y las dos de la mañana. "Se sentía como una tormenta muy fuerte, pero lo que más asustaba era el sonido del viento, que no era el habitual, parecía un tren pasando", describe.
Nos decían que si era absolutamente necesario salir por salvar la vida, lo hiciéramos, pero si no, que nos quedáramos donde estábamos", cuenta. A pesar de la situación, Cristina y su pareja no sufrieron cortes de electricidad ni agua, pero los constantes avisos de emergencia que llegaban a sus móviles les mantenían en alerta.
Con la tormenta ya amainando, la ciudad de Orlando empieza a recuperarse, aunque aún persisten los servicios mínimos y muchas tiendas y supermercados permanecen cerrados. "Hoy han pedido que no salgamos a la calle porque están limpiando las ramas caídas y reparando los desperfectos. Hay riesgo eléctrico por las inundaciones en algunas zonas, aunque aquí en el hotel no hemos tenido problemas", dice Cristina, aliviada de haber pasado lo peor sin incidentes mayores.
Ahora, tras el paso del huracán, la situación comienza a estabilizarse. Cristina y su pareja tienen previsto quedarse en Orlando hasta el 17 de octubre, a la espera de que las condiciones mejoren para poder disfrutar del resto de sus vacaciones. Aunque la calma empieza a regresar, la ciudad continúa trabajando en la limpieza de escombros y en la restauración de los servicios básicos. Las autoridades han pedido a la población que evite salir a las calles hasta que los equipos de emergencia terminen de asegurar las zonas afectadas.
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