Almería le ganó a Málaga en 1908 -quizá por su emplazamiento más apropiado (por una vez la esquina sirvió de algo)- la ubicación de una Estación de Radiotelegrafía, que entonces era como una de las instalaciones tecnológicas más de vanguardia a las que se podría aspirar. No hacía tanto tiempo desde que la telegrafía sin hilos -a través de ondas electromagnéticas- había empezado a dar sus primeros balbuceos con Marconi y ya podía la recóndita Almería disfrutar del invento del italiano en toda su plenitud.
La ciudad pudo disfrutar de las primeras pruebas de este despliegue de aparatos eléctricos instalados en la Alcazaba: transformadores, acumuladores, dinamos, pertrechados en la Torre del Homenaje del castillo cristiano de la fortaleza moruna.
La radiotelegrafía sin cables supuso un antes y un después en las comunicaciones y Almería estaba en la primera línea de este ingenio con este nuevo centro electrotécnico gestionado por el Ejército que se unía con la Estación de Melilla y que estaba servida por cabos, sargentos e ingenieros atentos a cualquier comunicación con la otra orilla del Mediterráneo o con los radiotelegramas que llegaban vía lenguaje morse de los barcos mercantes.
Se nutría la Estación del sistema alemán de Telefunken instalado por dos ingenieros alemanes, que disponía de una antena de 58 metros en la torre de la Alcazaba y en la planta baja el cuarto de oficiales. Fue la primera instalación de estas características en España bajo la dirección del Capitán José Acosta, con despacho en la Torre de la Pólvora, quien un año más tarde recibió la visita del rey Alfonso XIII.
Sin duda, el capitán del Centro de Radiotelegrafía que más huella dejó en la ciudad fue Luis Melendreras Sierra, un sevillano sagaz que llegó al Hotel Simón en agosto de 1919, procedente de la comandancia de Cartagena, para hacerse cargo de las comunicaciones radiotelegráficas. Llegó a la ciudad con su esposa María Ángeles Montensinos y aquí vino al mundo alguno de los diez hijos que alumbró el matrimonio.
En Almería, dirigió los trabajos de ampliación del Cuartel de la Misericordia, bajo las órdenes del entonces coronel del Regimiento, el célebre Andrés Saliquet. Durante las obras, los soldados estuvieron albergados en el almacén de barrilería de Terriza que fue acondicionado como cuartel provisional.
También formó parte Melendreras de la Junta Local del Campo de Tiro e Instrucción de Viator y proyectó un espacio para enterramiento de militares en el cementerio de Almería.
La trayectoria del esclarecido Melendreras está ligada a la construcción y mantenimiento de instalaciones militares. Tras la visita del general Primo de Rivera a Almería en 1924, las obras del Campamento militar de Viator recibieron un impulso decisivo con la creación de un destacamento de ingenieros en Almería bajo las órdenes de Melendreras. Partiendo del proyecto inicial del capitán Fornovi, el oficial sevillano elaboró el proyecto definitivo del Campamento Alvarez de Sotomayor, que fue presentando para su aprobación al Ministerio de la Guerra en 1925 por un coste de 1,7 millones de pesetas, hasta la instalación de las primeras tropas en 1928.
Pero donde el inquieto Melendreras se sentía más dichoso era en su despacho alcazabeño, como un sultán arábigo, con la ciudad y el puerto a sus pies, descifrando esos mensajes continuos de punto y raya que repicaban en el telégrafo, traduciéndolo a palabras con sentido. Allí es donde se sentía pleno el capitán de ingenieros, recibiendo visitas, encandilando con su verborrea de proyectos infinitos a los reporteros del Diario de Almería o de La Crónica Meridional que hasta allí escalaban para que el director de la Estación, con su nervioso seseo sevillano, les explicara sus planes inmediatos para la Estación y para el hermoseo de los recintos morunos y cristianos: un jardín nuevo que él cuidó, el agua cristalina que él consiguió elevar hasta el balcón moruno, según proyecto de Acosta y organizando una inédita Fiesta del Árbol. Además de tener allí un centro pionero de radiocomunicaciones, del que se nutría también la primera radio comercial de la ciudad (Radio Almería), Melendreras, con una mesa llena de planos y dibujos, consiguió convertir aquella Alcazaba antediluviana en un pequeño vergel, que hizo que muchos almerienses subieran la empinada cuesta para encontrarse con la delicia hermoseada por Melendreras.
Seis años residió Melendreras y su familia en Almería. En 1925 fue trasladado a Tetuán donde siguió trazando proyectos con la misma ilusión que en su Alcazaba querida. Ya no volvió más a esta ciudad y la Guerra Civil le sorprendió en Los Alcázares de Murcia. En 1939 fue condenado a 30 años de reclusión Mayor, justo el año que fue desmantelada aquella Estación Telegráfica de Almería que él dirigió con tanta clarividencia entre el aroma a jazmines del primer recinto, el croar de algunos sapos y con el horizonte de los barcos de la uva en lontananza.
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