Casi centenarios: una aproximación a la mirada de los mayores de Almería

Un 33% de la población mayor de 90 años viven en Almería capital

De izquierda a derecha, Margarita, Antonio Barroso, Antonio Carreño y Charo, de la residencia El Zapillo, en Almería.
De izquierda a derecha, Margarita, Antonio Barroso, Antonio Carreño y Charo, de la residencia El Zapillo, en Almería. La Voz
Elena Ortuño
12:45 • 28 oct. 2024 / actualizado a las 19:23 • 29 oct. 2024

Antonio Barroso comparte nombre de pila con Antonio Carreño, pero no es lo único que tienen en común. Los dos viven en la ciudad de Almería -pasan los días en la residencia de mayores El Zapillo- y han sufrido la Guerra Civil, la pérdida de la democracia y su recuperación. También los dos han sido testigos de la transformación de la ciudad que hoy los acoge. Ambos, en definitiva, han superado la barrera de los 90 años y se acercan al siglo de vida.



En situación similar se encuentran Margarita y Charo, dos mujeres que, aunque más jóvenes (80 y 87 años respectivamente), comparten con sus compañeros de residencia una visión de Almería y unas prioridades determinadas por su experiencia y avanzada edad. Aunque el edificio que aloja a los cuatro alberga a todo tipo de residentes, en diferentes circunstancias y situaciones, la suya es la de unas personas que, aunque llenas "de remiendos" (como bromea Carreño), aún mantienen la sabiduría en la mirada y los recuerdos en orden.



Tenerlos en cuenta



En enero de 2022, Almería contaba, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), con 5.361 personas mayores de 90 años, un 33% de las cuales vivían en la capital. Además, de esos miles de ancianos en la provincia, 215 tenían más de cien años. Es un número que ha crecido considerablemente, puesto que en 2011 la provincia contaba con un 44% menos. Se trata, por tanto, de un colectivo importante que reclama "atención" específica.



La transformación experimentada en la provincia durante las últimas décadas marcó la forma de vida de Antonio Carreño, natural de Gérgal. Sentado en un banco bajo la sombra de un árbol, Carreño cuenta que siempre ha trabajado en el dragado: "En la escuela de formación de donde yo era no daban otra opción. Me dediqué a lo que me dejaron", reconoce con naturalidad. En sus primeros diez años laborales, pudo trabajar en su pueblo, pero después tuvo que mudarse a la capital.



"Cuando yo era joven Almería era muy pequeñilla. Me atrevería a decir que en Gérgal había incluso más habitantes que en la capital", explica el almeriense, para después señalar las causas de su afirmación: "Mi zona era minera, tenía muchos recursos y muchas parras, eran tierras ricas. Eso después cambió, la economía se aflojó y la gente se mudó a la ciudad, como yo".



Recuerda que se trasladó primero a Barcelona a trabajar en una fábrica, donde "ganaba mucho dinero". La enfermedad del corazón de su hija, sin embargo, lo obligó a regresar a su provincia natal y a instalarse en la capital, más indicada para su salud. Hoy en día, el anciano cree que la ciudad "lo tiene todo, porque ha crecido mucho, en población y en servicios". Es con esta afirmación con la que no está de acuerdo Margarita, quien, aunque reconoce el aumento de población, considera que "aún falta mucho por hacer".



"Hacen falta más reuniones sociales para la tercera edad, lugares de ocio para bailar, sitios para que los mayores vayamos a distraernos. Hoy todo se encuentra a las afueras de la ciudad, nosotros no nos podemos ir tan lejos", se queja la más joven de los cuatro, que echa de menos un cine más cercano y un teatro con mayor oferta. Aun así, la almeriense considera que Almería es una ciudad "maravillosa" para vivir: "No hay nada como su tranquilidad y la bondad de sus gentes. ¿Y qué decir del clima...?", asiente satisfecha.


Un sueño frustrado

"Que estudien, que aprendan y que trabajen de lo que quieran": este es el consejo que les ofrece Charo a los jóvenes de Almería. Se trata de una recomendación que hace desde su propia experiencia, ya que, en contra de todo pronóstico, la almeriense fue una mujer muy independiente desde bien joven: "Yo he llevado hasta los 67 años la gestión económica en la Delegación de Agricultura y Pesca de Almería". Fue, de hecho, de las primeras mujeres que entraron a trabajar en la administración y de las pocas que se atrevieron en plena dictadura a coger su coche y conducir sola hasta París, donde estudió durante un tiempo.


Margarita, por su parte, no pudo cumplir su sueño: "Yo quería ser política". Sin embargo, no encontró el apoyo social para seguir ese camino: "Los tiempos eran los que eran, ahora es diferente", señala. La almeriense cuenta que su destino fue casarse muy joven: "No me arrepiento, porque encontré al amor de mi vida. Me quedé viuda joven, pero tengo unos hijos maravillosos a los que he sacado yo sola adelante, como he podido, y de los que estoy muy orgullosa", afirma feliz.


Ninguno de los Antonios pudo tampoco escoger su oficio; su infancia y juventud estuvieron marcadas por la necesidad y el hambre. Es por esto que todos concuerdan con Charo. Sus consejos van desde el deber de "aprovechar las oportunidades que tienen a su alcance" hasta el que pronuncia Barroso, un hombre marcado por ser uno de los últimos supervivientes de La Desbandá: "¿Que qué les diría? Que estén contentos, porque están vivos y tienen salud", concluye.


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