Quedamos con Manuel Sanmiguel Campos -barrio de Salamanca (Madrid), 1956- en el puerto deportivo de San José (Níjar). Son las cinco de la tarde y el dorado sol contrasta con el inmenso azul Siquier. Pasean por donde los amarres, con la pachorra almeriense de un sábado de otoño, decenas de criaturas anhelantes de vida. Nos embarcamos, saltando por la borda, y entonces una silueta de blancos y ocres asalta nuestra vista. Con Manuel y un servidor navega su amigo Antonio, un almeriense pescador que tiene más paciencia para los calamares que el santo Job.
Cirujano y traumatólogo, la mayor parte de la carrera profesional de Manuel ha estado ligada al grupo Asepeyo. Por sus manos ha pasado desde Margarita de Borbón y Borbón, hermana pequeña del rey emérito, hasta el periodista deportivo Roberto Gómez. Pero un día se cansó del ruido y del quirófano y recordó aquella promesa que se hizo hace ya medio siglo cuando conoció Las Negras –y a su mujer- atraído por el buceo: “Un día viviré aquí”. El día que se jubiló cogió los bártulos, se hizo una casa y dijo: “Es el momento”.
Lo de ser médico fue vocación.
Empecé en 1977 como auxiliar de clínica porque no me dio la nota de Selectividad. Y al año siguiente hice Enfermería. Seguí trabajando y solicitando la entrada en Medicina, pero me decían que no. Y a los 34 años me aceptaron.
Y a operar.
Cuando acabé la carrera me presenté al MIR para hacer la especialidad de Traumatología y me quedé en una mutua de accidentes de trabajo. Así, 25 años.
Habrá operado a gente conocida...
Sí, a Margarita, la hermana del rey Juan Carlos, y a algunos futbolistas. Un torero vino una noche con un golpe en la columna. Le había cogido el toro. También operé al periodista Roberto Gómez. Que hablaba mucho de García.
Retrocedemos a los 70. Cómo fue eso de conocer Las Negras.
Porque venía aquí a pescar. Yo tenía 18 años. Conocí a mi mujer en Las Negras. Ella había emigrado a Francia, pero venía aquí los veranos.
Y ahí cambió su vida.
Le dije: “Déjate de ir a Francia y vente para Madrid. Y me hizo caso”. Eso fue en 1976. En el 79 nos casamos.
Hay algo que me desconcierta. Lo del terreno.
Murió mi padre por esa época y con la herencia compré un terreno con la idea de venirme algún día. Era el año 1981.
Algo debió encontrar...
Me gustó la tranquilidad. Como mi suegro conocía a todo el mundo, pues hablabas con la gente. Los hipys eran hipys.
Ya había gente en San Pedro...
Pero muy poca. La luna de miel la pasamos entre Las Negras y San Pedro. Y no había nadie.
Pregunta Antonio si hicieron noche en Cala Hernández, preciosa mini ensenada de bolos negros y aguas mansas a medio camino.
-Sí, en Cala Hernández y luego en San Pedro. Tenía una neumática chiquitilla y allí nos fuimos.
Y no ha parado de venir.
Aquí vivían mis suegros y solíamos venir con mucha frecuencia.
Hasta que dice adiós al quirófano.
En 2018. Me jubilé, comenzamos a hacer la casa y nos vinimos. En julio de 2019 la estrenamos. Mi hijo también se ha venido.
Y a pescar.
Yo tenía una neumática en Las Negras para navegar y la usaba cuando venía de Madrid. Quería un barco un poco más grande. Lo compré, pero tuve que cambiarlo por uno más pequeño para meterlo en los amarres. Y aquí está.
Estamos a media milla de la costa en el barco blanco de fibra de Manuel. Enfrente, en un promontorio, se abre el viejo cuartel de la Guardia Civil entre Los Escullos y San José. Hay en la costa ropajes y zapatillas que simbolizan la soledad del paisaje y el sufrimiento humano del inmigrante. Manuel me deja el volante (toda una temeridad). Y poetiza.
-Esto que vemos aquí no se valora. Es una joya. Es un paisaje muy especial. Yo conozco casi toda España porque he ido con la autocaravana y hay sitios espectaculares, pero este lugar tiene algo distinto. La costa es preciosa. Y la sierra. Mi padrino era de Serón.
Así que el día es para pescar.
Sí, salgo por la bici por la mañana, echo un rato de billar un par de días a la semana y el tiempo que puedo lo dedico a pescar.
Las lesiones de futbolistas en la rodilla empiezan a ser recurrentes.
El fútbol es más físico. Los futbolistas hacen diez o doce kilómetros por partido. Si juegan tres veces a la semana y, además, entrenan... eso supone fatiga de materiales.
Se ríe Manuel cuando Antonio le pregunta por el “mejor equipo del mundo”. Es madrileño de pura cepa, pero...
El Barça...
Y...
Yo siempre digo que porque entiendo de fútbol.
Vamos, que al Bernabéu no ha ido.
Sí, varias veces. Y con gente del Madrid. Y bien. Un Madrid-Barcelona. Y ganó el Barça.
Pero fue futbolista un tiempo. Y del Madrid.
Un amigo me convenció para hacer las pruebas con el Real Madrid. Curiosamente, me eligieron a mí. Jugaba de defensa. Estuve un par de meses, pero me harté.
El AVE. Se dibuja un cambio...
Aunque el AVE no es barato, lo coges en el centro de Madrid y es muy rápido. Eso va a cambiar mucho el turismo de Almería.
Porque las comunicaciones hoy son para llorar.
Yo he ido dos o tres veces a Madrid en todo el año y echas un día. Es un tren para jubilados.
El modelo turístico de Málaga o Alicante no le gusta para Almería.
No, saturación, no. Un modelo más sostenible. Más o menos lo que hay ahora. Quizás extender el turismo en otras épocas del año. Los meses buenos son septiembre y octubre.
Ahhhh. A Antonio se le ha doblado la caña, pero el calamar se ha escapado a más de 20 metros de profundidad. Llegamos a puerto a oscuras. Sin nada, pero con la sensación de haber aprovechado la tarde. Son las nueve y media de la noche. Una cerveza, una bolsa de patatas y una última conversación. En horas, a las seis de la mañana del domingo, Manuel volverá a San José para echar el barco al agua. Le espera, antes del alba, Las Negras, una luna llena radiante y su imponente Cerro Negro, una noche de cielo estrellado para contemplar desde las alturas de su chalet y el silencio interrumpido por las aves que sobrevuelan las montañas volcánicas de la vieja aldea de pescadores de cerco. A lo lejos, San Pedro, la bahía donde Manuel pasó la noche de bodas hace casi 46 años.
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