En esa interminable lista de edificios de gran belleza arquitectónica que le daban alma a la ciudad y que fueron vilmente demolidos por el progreso destacaban algunos que jugaron un papel importante en la historia por albergar bajo sus muros organismos oficiales.
Uno de los más representativos fue el edificio del antiguo colegio de Jesús, donde después estuvieron las oficinas del correo. La marcha del diácono Navarro Darax, fundador del colegio, en 1912, tras ser destinado a Valencia, sumió al colegio en una crisis que lo obligó tres años después, a cerrar definitivamente sus puertas. Sin niños, sin maestros, el gran edificio se quedó sin vida. En esos años, el Estado andaba buscando un local apropiado en el centro de Almería para poder instalar allí su nueva sede de Correos y Telégrafos. Le ofrecieron un local en la parte baja de la calle Reyes Católicos y otros dos en el Paseo y en la Plaza Circular, que no cuajaron por discrepancias a la hora del precio.
Por fin, en diciembre de 1915, la Dirección General de Correos y Telégrafos resolvió adquirir la casa del antiguo Colegio de Jesús, que por aquel tiempo estaba ocupada por la Diputación Provincial. En abril de 1918 se le entregó la llave al administrador de Correos. El edificio del colegio de Jesús Maestro, transformado ya en la sede principal de Correos, estuvo presente en la vida diaria de los almerienses durante cerca de medio siglo, hasta que en 1967 lo echaron abajo en plena fiebre de derribos.
También pasó a la historia, al ser derribada, aquella casa de la esquina de la Almedina y la calle de la Reina que destacaba por sus espléndidos balcones con mesetas y cornisas labradas de cantería, donde estuvieron ubicadas algunas dependencias municipales antes de que la actual Casa Consistorial de la Plaza Vieja estuviera terminada. Este gran edificio estuvo en pie hasta finales de los años setenta, cuando en el piso bajo había instalada una mercería y un bar.
Dónde se quedaron los edificios que en su día fueron la sede de nuestro Gobierno civil. Uno de ellos estaba en la calle de Cervantes, en la esquina con la calleja de Beatriz de Silva. Era una casa fabulosa que tiraron en los años setenta y que llegó a albegar también, en uno de sus pisos bajos, frente a la puerta del convento de las Puras, la sede de la Jefatura de Policía. De la calle Cervantes, el Gobierno civil pasó después a otra casa señorial que estaba en la esquina de la calle de Méndez Núñez con el Paseo, hasta que en 1930 se trasladó a la calle de Javier Sanz, esquina con Obispo Orberá, a la que había sido la vivienda del célebre notario madrileño Francisco Rico Pérez. Después de tres décadas ejerciendo su oficio en nuestra ciudad, el notario, agradecido a los almerienses, decidió donar su vivienda antes de volver a Madrid para que acogiera el Gobierno civil. Los dos edificios, el de Méndez Núñez y el de Javier Sanz, acabaron hechos escombros sin que la opinión pública levantara la voz.
Después de tantos años de mudanzas, buscando un destino estable de un lugar a otro, las autoridades decidieron construir el edificio de la calle de Arapiles que desde finales de los años cuarenta del siglo pasado recibió todas las dependencias del Gobierno civil de Almería.
Tampoco quedó rastro alguno del edificio que fue sede de la Diputación Provincial en la esquina de la calle Álvarez de Castro con la de Gerona. En 1926, la corporación que entonces dirigían los señores Vicente Cabo Rodríguez y Carlos Pérez Burillo adquirió una vivienda en la calle Navarro Rodrigo donde acabó ubicándose la institución.
Otra desaparición inexplicable fue la del noble edificio que había en la calle Real, enfrente de la entrada de la bodega El Patio. Allí estuvieron los Juzgados durante muchos años, antes de que se mudaran a la Plaza de San Fernando, al antiguo edificio que albergó la Escuela de Artes.
La Iglesia también cometió auténticas atrocidades cuando llegó la hora de los derribos. En los años sesenta tiró una casa palacio del siglo XVI que estaba frente a la torre del campanario de la Catedral, en la calle Velázquez para que la inmobiliaria que había fundado el Obispado construyera el edificio de la librería Pastoral. La casa que derribaron tenía unos sótanos impresionantes donde en los trabajos de demolición se encontraron restos de anillas de hierro y cadenas, que podían haber pertenecido a alguna de las mazmorras que allí existieron desde los tiempos de la Inquisición.
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