La calle de Trajano, una de las vías principales que conectan el Paseo con la plaza de la Catedral, se ha renovado en el tramo que desemboca en la plaza del Conde Ofalia. Han aparecido dos nuevos edificios y también nuevos negocios que le dan un aire diferente a ese trozo de calle que presentaba un aspecto decadente desde que cerraron la farmacia que había en la esquina. En el local de la antigua botica, con fachadas a Conde Ofalia y Trajano, se ha instalado desde hace unos meses una heladería que llena de vitalidad esa esquina y que se mantiene abierta después de los meses de verano.
El otro negocio, recién inaugurado, es una lavandería de auto servicio que permanece funcionando los 365 días del año hasta las once de la noche. Ese tramo estrecho de la calle que empieza a la altura del bar la Charka y termina en la plaza del Conde Ofalia brilla ahora con la llegada de los nuevos comercios, que contrastan con el lamentable estado del pavimento, que presenta un aspecto tercermundista a la espera de que algún responsable municipal mire hacia abajo y descubra el entuerto.
La calle de Trajano sigue manteniendo ese alma comercial que tuvo siempre, con algunos negocios que le siguen dando prestigio a la zona después de más de medio siglo de existencia. En el recuerdo están los que desaparecieron y forman parte ya de la historia. El último comercio clásico que cerró fue la perfumería Eva de las empresarias Luisa y María Fernández, que llevaban media vida ligadas al establecimiento, desde que en la década de los ochenta comenzaron a desarrollar su labor como diplomadas en estética. En sus comienzos, la perfumería convivió con negocios que hicieron historia en la ciudad y que todavía están presentes en el recuerdo de varias generaciones. Uno de aquellos negocios fue el de ‘Pollos San Juan’, que empezó a funcionar en los años setenta, cuando comerse un pollo asado era un gran acontecimiento para muchas familias.
Los pollos eran de primera calidad, los traían de Reus y aquí los comercializaban los hermanos López, que regentaban varias barracas en la Plaza. Fueron tiempos de prosperidad; los domingos se formaban largas colas en la puerta y las familias se pasaban a primera hora de la mañana por el asador para encargar sus pollos.
La calle de Trajano era entonces un lugar donde florecieron grandes comercios que llenaban de movimiento sus aceras: el bar Trajano, el bar de Miguel el de las bravas, la cafetería Lauria y la bodeguilla de La Contraviesa, que había empezado a funcionar en los años cincuenta, con la dirección de Antonio del Castillo Lardón y su esposa Ana Martín. Desde 1980 la dirige María del Pilar Martín Manzano, sobrina de los fundadores, que ha procurado mantener los sabores que heredó de su familia, y sobre todo, la tradición de los vinos y los productos alpujarreños que son el alma del establecimiento.
Otro negocio de la calle Trajano que se ha mantenido en pie después de varias décadas es el popular bar La Charka, que a mediados de los años setenta abrió sus puertas en el tramo más estrecho de la calle. En aquellos tiempos competía mano a mano con el bar Trajano, que fue uno de los primeros en la ciudad que puso de moda las reuniones de pandillas y la ceremonia alrededor de los litros de cerveza. Los jóvenes se reunían allí los sábados y los domingos por la tarde a compartir el litro de cerveza y sus seis tapas correspondientes. La calle sigue conservando su tradición hostelera, aunque ya no sea ese centro de reunión de la marcha nocturna de los fines de semana que fue desde los años noventa y que tantos quebraderos de cabeza causó a los vecinos de la zona.
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