La familia Ruiz Baños forma parte de la historia del Zapillo desde que en 1974 abrió su primer negocio en la antigua calle de la Falange, hoy Abrucena. Empezaron el camino en un pequeño local vendiendo leche y no pararon de crecer hasta llegar a la carnicería que hoy regentan y al secadero de jamones propio que mantienen activo en el pueblo granadino de Trevélez.
Los Ruiz Baños representan a muchas de aquellas familias que dejaron el pueblo para buscar nuevos caminos en la ciudad. Venían de Lucainena de Darrical, un pequeño poblado que empezó a quedarse sin futuro cuando el pantano de Beninar cambió la vida de la gente y la geografía de una comarca. Cuando empezaron las expropiaciones tuvieron que hacer el equipaje y embarcarse en la aventura de la ciudad. Atrás dejaban el pueblo, los huertos y el trabajo del padre. Antonio Ruiz se ganaba la vida vendiendo marranos por todos los rincones de la Alpujarra. Era viajante de verdad, en una época en la que viajar por aquellos senderos, entre cerros y desfiladeros, era un acontecimiento extraordinario.
La vida los obligó a reinventarse, a iniciar una nueva etapa en una ciudad que apenas conocían. Llegaron cinco: el padre, la madre y los tres hijos, con la idea de encontrar un local vacío en un barrio de expansión para poder montar su propio negocio y salir adelante. Lo encontraron en el Zapillo, en el bajo de un edificio de nueva construcción, en lo que entonces era la calle de la Falange, en esa extensa manzana que había sido vega hasta los años cincuenta y que en apenas una década se transformó en una nueva urbe. El local que encontraron había funcionado como lechería. Era pequeño, pero suficiente para empezar. La familia Ruiz Baños mantuvo el negocio de la leche, en un tiempo donde todavía se vendía a granel, y lo amplió con una tienda de comestibles y carnicería.
Eran tiempos de crecimiento, en un barrio sembrado de grandes edificios y de familias numerosas. La tienda, a base de sacrificio, no tardó en convertirse en una referencia, sobre todo cuando Antonio Ruiz y su mujer, María Baños, decidieron ampliar la oferta con jamones. Los compraban por los pueblos y los llevaban después a un secadero de Trevélez que el padre conocía de sus tiempos de viajante. En una de las incursiones a la sierra, el patriarca de los Ruiz Baños se enteró de que vendían el secadero y sin pensárselo dos veces tomó la decisión de quedarse con él.
A partir de entonces fueron creciendo: ampliaron el local y se especializaron en la venta de carnes y en el negocio de los jamones que ellos mismos curaban. Eran días de éxito, tanto que la familia llegó a tener seis supermercados funcionando a la vez en Almería, antes de que optaran por quedarse solamente con la tienda de la calle Abrucena. Medio siglo después de aquella primitiva aventura, los Ruiz Baños se han convertido en una institución en el Zapillo. Su tienda y sus jamones forman parte de la historia de varias generaciones de vecinos y sigue funcionando a toda máquina. Sus jamones, curados con el aire de Sierra Nevada, son una garantía de éxito y es tanta la demanda que tienen cuando se acercan los días de Navidad que el secadero se le queda pequeño y el género se agota. Es posible que cuando los hermanos decidan jubilarse no venga detrás ningún hijo dispuesto a continuar con un buen negocio, pero que exige un sacrificio impagable en estos tiempos que corren.
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