El olor a pan recién hecho llena la calle Socorro de madrugada, Isabel Talavera y Pedro López, sacan las primeras hornadas. Desde la Chanca a pocos metros de la plaza Pavía, sus tradicionales panes llegarán hasta algunas tiendas gourmet de Almería. Recetas heredadas de la familia de Isabel, materia prima y saber hacer son las claves de estos obradores dedicados durante los últimos 30 años al oficio.
Un negocio familiar sin relevo generacional y que morirá con las manos en la masa. Isabel sueña con envejecer en esa casa, donde vive y trabaja, junto a su marido haciendo pan hasta que se acaben las existencias. Y ella sabe de lo que sueña y desde que pasó el cáncer en 2014 también sabe de lo que vive. “Cuando voy a revisión el personal espera mis galletas para desayunar, están hechas con panela porque no hay que tomar tanto azúcar”, dice Isabel.
¿Cómo empezó la panadería Torres?
Fue por mi suegra, que llevaba a mi marido de pequeño a la panadería de su prima hermana. Allí aprendió a hacer tortas y otros panes, y con el tiempo se quedó trabajando con ellos. Siempre ha sido panadero.
¿Y tú cuándo te incorporaste al negocio?
Cuando me casé con él en 1992. Primeramente estuvimos trabajando en Cataluña, pero regresamos a Almería por una crisis económica que hubo. Yo soy de Jaén y la primera vez que pisé Almería se me cayeron los palos del sombrero, porque entonces esto no era nada.
¿Cómo fue abrir la panadería en 1993?
Fue un paso arriesgado, pero estábamos decididos. Éramos jóvenes, yo tenía 24 años y él 26, y confiábamos en salir adelante. Desde el primer día, la gente del barrio nos apoyó mucho. Yo había trabajado en distintos empleos, pasé 10 años en Cataluña, como limpiadora, hasta en fábricas, incluso estudié un grado de administrativo y trabajé como secretaria, pero decidimos regresar y abrir nuestro propio negocio, trabajar para nosotros.
¿Dónde fue la primera ubicación de la panadería?
En Torrecárdenas, al lado de un taller de coches que pertenecía al hermano de mi suegra. Allí empezamos, cerca del cementerio. El lema era: “Pan y dulces para los vivos y flores y velas para los muertos”. Había mucho paso de gente, que iba para los pueblos de la sierra, y cuando pasaban por la tienda compraban las velas y flores, además de dejarme el pan encargado. En el año 97 nos trasladamos aquí y al año siguiente nació mi hijo, que se hizo de esperar seis años. No creo que él siga con la panadería, porque su pasión son los coches. Como nieto tengo un perro, que mi hijo y su novia llevan para todas partes.
¿Cómo es vuestra rutina diaria?
Empezamos a las 2:30 de la madrugada. Mi marido hornea el pan, a las 04.00 me incorporo yo y empiezo con magdalenas, galletas y bizcochos, los roscos y algunas galletas son típicas de mi tierra. A las seis él se va a repartir y yo me quedo al frente del mostrador. Cerramos a la 1:30 de la tarde, pero trabajábamos con mucha ilusión y dedicación.
¿Os podéis permitir una vacaciones o descanso?
Sí, descansamos los domingos y paramos 15 días de vacaciones, durante ese tiempo el obrador está cerrado y nosotros disfrutamos nuestros tiempo juntos. ¿Dónde vamos a ir solos? Nosotros juntos a todas partes.
¿Qué tipo de pan hacéis?
Siempre hemos apostado por la calidad, no por la cantidad. Hacemos pan de multicereales, de espelta, integral, de maíz con pipas y muchos otros. Al principio solo hacíamos pan de trigo duro y grandes hogazas, pero con el tiempo nos hemos adaptado a otro tipo de demanda, siempre la calidad por encima de la cantidad. Dicen que lo bueno hay que venir a buscarlo y así es, tengo clientes de todas partes de Almería que vienen a por su pan.
¿Hubo momentos difíciles en el negocio?
Sí, sobre todo durante la crisis de 2008. Además, en 2004 abrí una cafetería en Ohanes que tuve que cerrar en 2012 por la crisis. Pero nunca dejamos la panadería. En ese establecimiento llegamos a tener cuatro camareros y tenía muy buena aceptación. La gente iba a visitarnos porque yo le contaba chistes a los clientes.
¿Cómo fue afrontar la crisis del COVID?
No paramos de trabajar, la gente venía por su pan y un rato de conversación, me tocaba hacer de panadera y psicóloga.
¿Cómo manejaste trabajar durante tu enfermedad?
No paré. Mi gestor me decía que podía tomarme un descanso, pero sabía que mi marido no podría con todo. Trabajé atendiendo la tienda, incluso con el brazo afectado por los tratamientos. Fue duro, pero seguimos adelante.
¿Cuál es el secreto del éxito de vuestro negocio?
Ponerle cariño, amor y hacer las cosas como si fueran para uno mismo. No hacemos nada que no nos comeríamos nosotros.
¿Qué planes tienes para el futuro?
Seguir con la panadería mientras podamos. Hacemos esto porque nos gusta y porque nos hace felices. ¡Quizás algún día lo hagamos solo por hobby!
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