Aún huele a quemado en el paraje en el que Francisco S. B. intentó deshacerse del cuerpo de Meri, de 38 años, quemando sus restos mortales tras haberla asfixiado. Ella es hija de la mujer que regenta el bar El Indio, un conocido establecimiento de Los Molinos que volvía a abrir sus puertas tras el crimen este jueves. Lo hacía a las 5 de la mañana, como siempre. Pero desde primera hora era un día distinto: situado en la calle Cauce Cantareros y frecuentado habitualmente por personal de limpieza, policías y otros trabajadores que arrancan la jornada antes de que salga el sol, el bar era hoy un hervidero de gente preguntando cuál era ese trágico crimen que ha hecho temblar a Almería nada más empezar el año, qué había pasado. Y esto es lo que había pasado:
Francisco tiene 28 años y vive en Alemania con su mujer, que espera un bebé. Ha venido a Almería capital para pasar unos días con motivo de la Navidad junto a su familia. Meri tiene 38 años y una hija, mayor de edad, que sintió que algo iba mal. Si bien aún no está claro de qué se conocían o si cruzaron sus caminos en la Navidad de 2024 por primera vez, sí tenían algo en común: una estrecha relación con los estupefacientes.
Así lo confesaba el asesino de Meri ante la Policía Nacional y lo confirma, mientras intenta servir tostadas en El Indio, la hermana de Meri: la mujer asesinada tenía un problema de adicciones desde hacía tiempo y tenía, en palabras de su hermana "una vida bastante libre". Francisco llevaba tres días de fiesta en Almería, desaparecido, cuando todo sucedió. Ambos habrían consumido base, el formato más económico de la cocaína.
Los hechos
Fue esa desaparición de Francisco la que alertó a su familia en Almería. Tras días sin conocer su paradero, lo llamaron. Según fuentes policiales, esas llamadas familiares habrían sido el detonante de una tragedia adulterada con drogas: nervioso, Francisco discutió con Meri y la pelea terminó con el joven de 28 años estrangulando a la mujer en el interior de su vehículo, para lo que se habría servido de la correa de un perro o una cuerda similar.
Asustado, el asesino confeso de Meri trató de deshacerse del cadáver de la que habría sido su compañera de fiesta desde el sábado 28 de diciembre. Para ello, llevó el cuerpo hasta un descampado en Retamar, próximo al viejo restaurante - asador La Capea, hoy cerrado y abandonado.
Allí, tal y como confirman vecinos de cortijos próximos que vieron el fuego sin saber qué ardía, Francisco quemó los restos mortales de Meri. Después, los mismos vecinos vieron a la Policía Nacional peinando una zona en la que ahora ya solo queda el olor a quemado.
La entrega
A partir de ahí, los hechos son los que vieron la luz en la tarde del día de Año Nuevo. Francisco acudió a la comisaría provincial de la Policía Nacional en la Avenida del Mediterráneo para contar que había presenciado un asesinato. Sin embargo, la denuncia dio un giro de 180 grados y terminó convirtiéndose en la confesión del crimen que él mismo había cometido.
Y, eso sí, hay varias cosas que aclarar: Meri no tenía 'app' de citas ninguna, según la familia. Además, la Policía Nacional desmintió desde un primer momento que el asesino confeso y la víctima se conocieran por Tinder. Además, la investigación también descarta que mantuvieran relación sentimental alguna. De hecho, el crimen no se ha tenido en cuenta como asunto de violencia de género.
De hecho, el Juzgado de Instrucción número 6 de Almería, en funciones de guardia, acordaba el miércoles, a petición de la Fiscalía, el ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza de Francisco, al que se le atribuye un presunto delito de homicidio. La causa, que inicialmente no se tramita como violencia de género, será investigada por el Juzgado de Instrucción número 5 de Almería, que se encontraba en funciones de guardia cuando ocurrieron los hechos.
Ahora, la Policía Nacional trabaja en la identificación del ADN de los restos mortales de Meri, una mujer marroquí de 38 años, hija de Sofía y madre de Saray. Por ahora, el cuerpo se ha podido identificar por los efectos personales, ya que el cadáver quedó irreconocible tras ser quemado en el descampado de Retamar.
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