Como si fuera un esperado regalo de Navidad para la ciudad, el pasado diciembre de 2024, se inauguraba oficialmente en el renovado Cerro de San Cristóbal, el Gran Mirador de Almería, un espacio emblemático, al costado de la Alcazaba. Este lugar, que durante años sufrió el abandono y la acumulación de basuras en sus inmediaciones, se ha convertido en el centro de una ambiciosa rehabilitación urbana y paisajística. Junto con la reconversión del barranco de La Hoya en un moderno parque ajardinado, estas actuaciones representan un importante impulso para la regeneración del casco histórico de Almería, revitalizando espacios clave de la ciudad.
En su corta breve existencia como El Gran Mirador de Almería, este espacio se ha consolidado como un espacio turístico único, diseñado para ofrecer vistas panorámicas inigualables de la ciudad. Desde su cima se pueden contemplar la bahía de Almería, el conjunto monumental de la Alcazaba y las murallas de Jairán, así como la ciudad y la sierra de Cabo de Gata. El acceso al mirador ha sido rediseñado para facilitar recorridos transitables y espacios de disfrute, incluyendo una escalinata de 319 peldaños que lleva hasta uno de los techos de Almería. Además, la estatua del Sagrado Corazón de Jesús, que corona el cerro, ha sido restaurada y reorientada para recuperar su mirada hacia la ciudad, como originalmente estaba concebida.
Sin embargo, parece que no todos los públicos pueden disfrutar de este monumento como cabría esperar de un espacio concebido para el ocio y el prestigio turístico de la ciudad. El pasado 3 de enero, la asociación vecinal Barrio El Santo/Cerro San Cristóbal-Almería compartió en sus redes sociales un testimonio que invita a la reflexión: la visita de un grupo de personas con discapacidad funcional al Gran Mirador se convirtió en un recorrido lleno de obstáculos. Lo que debía ser un espacio inclusivo y transitable, diseñado para conectar a los ciudadanos con su entorno, reveló carencias que dificultaron que esta experiencia fuese accesible para todos.
Una visita a pulso y ganas
La belleza del lugar, el asombro que promete este espacio, quedó rápidamente opacada por una serie de barreras físicas y logísticas que no solo dificultaron la visita, sino que hicieron que quienes acompañaban a las personas en silla de ruedas tuvieran que luchar, a pulso, para superar los obstáculos. Desde el principio, el recorrido se desvió de sus intenciones inclusivas. Las furgonetas adaptadas de FAAM intentaron acceder subiendo por la calle Antonio Vico, una cuesta empinada que se ha convertido en un desafío conocido para cualquiera que haya intentado atravesarla. La esperanza estaba puesta en llegar al tramo peatonal que da acceso al monumento, limitado a vehículos de mantenimiento y aquellos adaptados para personas con discapacidad funcional.
Sin embargo, al llegar al punto de acceso, se encontraron con una barrera inesperada: unos bolardos cerrados con candado, sin nadie que pudiese abrirles paso. Frente a este obstáculo, la opción fue aparcar más abajo, en los espacios reservados para personas con discapacidad. Pero, para su frustración, esos aparcamientos estaban ocupados por vehículos sin ninguna señalización que los identificara como vehículos autorizados.
Con el firme deseo de no defraudar a los visitantes, las personas de apoyo, junto a algunos vecinos que, con una mirada atenta, decidieron ofrecer su ayuda, enfrentaron el último tramo de la cuesta con una determinación notable. A pulso, y aferrándose con fuerza a las sillas de ruedas, evitaron que cualquier tropiezo o accidente pudiera empañar lo que ya era un reto considerable. Subieron al mirador paso a paso, con la respiración agitada, pero con más coraje que fuerza.
La llegada al Gran Mirador, aunque esperada, no significaba el final de las dificultades. La salida fue, si cabe, aún más angustiosa. Para poder descender, tuvieron que caminar de espaldas hacia el aparcamiento, manejando con extremo cuidado el peso de las sillas, conscientes de cada movimiento. "Hay que echarle muchos cojones", comenta un vecino que, ante la situación, no dudó en remangarse y colaborar en lo que fuese necesario.
La triada de San Cristóbal: Accesibilidad, mantenimiento y vigilancia
Desde la asociación vecinal denuncian este episodio y subrayan que no es la primera vez que se enfrentan a situaciones similares. Sus reivindicaciones, que llevan años elevando, se centran principalmente en tres puntos fundamentales: el mantenimiento adecuado, la vigilancia y, sobre todo, la accesibilidad del complejo. En sus comunicados recuerdan que los accesos al cerro de San Cristóbal para vehículos son escasos y limitados, reduciéndose a dos vías: la calle Antonio Vico–camino de San Cristóbal y la plaza del Quemadero, en este caso el tránsito se ve dificultado por la falta de asfalto y los socavones que invaden el camino, convirtiendo la conducción en una tarea impracticable y peligrosa.
Además, lamentan que el único lugar donde una persona con discapacidad puede disfrutar de la vista de la Alcazaba, uno de los principales emblemas de la ciudad, sea precisamente el Gran Mirador. Esto se debe a que el complejo monumental, en su mayoría, está formado por escaleras, un diseño que excluye a aquellos que no pueden acceder de manera convencional. De esta manera, las limitaciones de accesibilidad del cerro de San Cristóbal impiden, en la práctica, que muchos puedan disfrutar plenamente de la fortaleza árabe, que sigue siendo uno de los principales patrimonios de Almería.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/12/almeria/285494/el-mirador-inaccesible-el-cerro-de-san-cristobal-queda-lejos-para-algunos