Gádor

Del sofá a la bici, la ruta que cambió su vida de 171 kilos

“Cuando vas por el Andarax oliendo a azahar, eso ya es impresionante”

Eugenio Gonzálvez sobre la bicicleta.
Eugenio Gonzálvez sobre la bicicleta. La Voz
Juan Antonio Cortés
22:15 • 05 ene. 2025 / actualizado a las 22:16 • 05 ene. 2025

Cuando el 28 de junio de 2001 entró en el quirófano, solo el doctor Manuel Ferrer podía intuir cómo le iba a cambiar la vida a aquel hombretón de 171,5 kilos. Su nombre, Eugenio Gonzálvez, el eterno exalcalde de Gádor, hoy diputado provincial. Recién aterrizado el 2025, apenas sobrepasa los 80 kilos. Pesa 88 menos. Dice Eugenio que de lo único que se arrepiente es de no haberse operado 15 años antes.



Un día, los Reyes le trajeron una bici. Y aquel gigante hipertenso que dormía con una máquina conectada a las vías respiratorias y tomaba a diario antiinflamatorios y cortisona empezó a moverse. Ahora solo toma una vitamina. La del sol. La del deporte. “La felicidad del comer es efímera. Al llegar a casa, estaba triste”, dice Eugenio. Ahora se le puede ver por el Ricaveral. Por Sierra Alhamilla. Por Fuente Santa. Departiendo con los peregrinos del Camino Mozárabe. Oliendo a azahar en su río. Aquel político que repartía palomicas y tortas de manteca a los periodistas cuando llegaba la Navidad es hoy un tipo que viste mallas de ciclista. Hasta 40 kilómetros al día. Eugenio tenía obesidad mórbida. Hoy lo que pedalea es felicidad. Curioso: cuanto más viejo se hace, más joven parece. 



Lo de su encuentro con la bici cuándo y cómo fue. 



Fue hace cuatro años. Mi mujer y mi hijo se lo pidieron a los Reyes de Oriente. Cuando yo me vi subido en la bici, creía que no iba a ser capaz.



Pero no deja de ser curioso. La descubre cerca ya de los 60 años. 



Yo siempre he sido un hombre del baloncesto y otros deportes hasta que, por mi obesidad mórbida, tuve que dejar de practicar.



No le quería preguntar, pero cómo fue aquel proceso de cambio. 



Me operaron de las dos caderas y de los dos tendones de aquiles. Y después de una operación de cirugía bariátrica con el doctor Manuel Ferrer, adelgacé 88 kilos. Y me encontré con el mejor regalo del mundo: el deporte de la bici. Y te puedo decir que soy muy feliz. 


Supongo que tiene alguna ruta predilecta.

Algo que me impresionó fue el primer día que llegué hasta el mar desde Gádor. Cuando llegué a la universidad y me senté en un banco (en el Paseo de Ribera), me creía que era Cristóbal cuando llegó a América. Me tomé un dátil y un higo seco. Era de las personas más felices del mundo.


No será por falta de paisajes y rutas en la provincia. 

El río Andarax es una maravilla. Y la Rambla de Tabernas. Y la de Gérgal.


Porque la bici no es solo deporte. En qué piensa cuando va sobre ruedas.

Te encuentras a ti mismo, haces deporte, piensas, rezas, ordenas tu vida. Y te da una paz que yo nunca había tenido.


Y solo. 

La mayoría de las veces salgo solo. Aunque estoy intentando enganchar a mi hermano Antonio.


Algunos estudios dicen que la bici es medicina para el cerebro.

A mí la bici me da la vida. Cuando vuelvo después de un paseo, vuelvo feliz. Felizmente cansado.


Y de descubrir sensaciones.

La primera vez que le di la vuelta al Ricaveral creía que era algo impensable. O la primera vez que subí hasta Fuente Santa, en Gérgal. Allí me paré a pensar y se me hizo de noche. Son momentos inenarrables.


Pedaleo relajante o exigente.

Pedaleo relajante y exigente. Y al límite... cuando llegamos al kilómetro 7 de Sierra Alhamilla. Cuando entras al bar de Los Baños y te tomas un huevo frito con ajo y asadura de los que da Ángeles... es algo único. O volver de Alboloduy y pararte en Alsodux y tomarte algo. O comprobar cómo una lata de Aquarius vale distinto en cada bar de la comarca.


Su encuentro con la bici es una aventura diaria.

Recuerdo la primera vez que fui al Poblado del Oeste. Pedí permiso para pasear dentro. O cuando pasas por Los Millares y te crees que estás dentro de esa cultura y de ese tiempo. O cuando llegas al mirador del Ricaveral y ves a los extranjeros que hacen la ruta del Camino Mozárabe y compartes higos y plátanos con ellos.


Lo que me está contando se llama asombro.

Descubres una nueva Almería. La Almería del sol. La de nuestras ramblas. Del desierto que enamora. O de las Cuevas del Dragón. O de Conan. Ir por una rambla y ver cómo se cruzan las cabras montesas. O cuando ves el vuelo de un grupo de perdices. O encontrarte pistoleros a caballo haciendo una ruta con extranjeros.


Escoja una estación para coger la bici. Porque no son solo para el verano.

Sobre todo, la primavera. Cuando vas por el Andarax oliendo a azahar, eso ya es impresionante. O cuando vas viendo el color de los almendros. O cuando vas por la Rambla de Tabernas y ves que nace el agua salada en medio de los tarais.


Y qué le dice la familia.

Recuerdo cuando subí a ver la imagen de la Virgen de los Cazadores en el MiniHollywood. Se me reventó una rueda y tuvo que venir mi hijo a socorrerme.


Y qué le dijo.

Me decía: “Tú estás loco, papá”. Y yo le dije: “No, no estoy loco. Estoy muy feliz porque yo jamás podía pensar que podía llegar hasta aquí”.


En qué lugares de Almería se respira pura libertad.

Pura libertad en el kilómetro 6 de Sierra Alhamilla, donde suben los parapentistas, y ves el Andarax y el Cabo de Gata. La bici es vitamina.


Vamos, que ha pasado de las medicinas a la vitamina del sol.

Recuerdo la de medicinas que yo tomaba antes de operarme. Ahora no tomo nada. No tomo nada más que sol, que es vitamina D. Y la felicidad de ver el cielo azul de Almería.


Algo pendiente.

Subir al Calar Alto entre los pinos. Recuerdo el primer día que fui a Gérgal. Me senté a tomar un café en la plaza del pueblo y me dije: “He llegado”.


Lo que sí hemos perdido los periodistas son las palomicas y esas cosas de Gádor. 

Eso hay que recuperarlo. Y las tortas de chicharrones.


Terminar de subir o terminar de bajar. Explique qué da más placer.

Terminar de bajar. Cuando subes es maravilloso, pero cuando llegas y ves la ruta... Cuando  miras al pasado y ves que tu destino era el sofá y el mando al distancia y ahora es la bici, las ramblas, el río, el desierto, el paseo entre naranjos... es que has recuperado la vida.


Tiene tiempo hasta para rezar.

Nunca he rezado más en mi vida que en la bicicleta. Te encuentras con el que está arriba. Y te hace sentir mejor persona.


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