A los pies del Cerro de San Cristóbal, en pleno corazón de Almería, la lucha por preservar el recién inaugurado Gran Mirador de Almería se enfrenta a retos tan antiguos como la falta de civismo. El flamante espacio, diseñado para ofrecer una vista panorámica inigualable del Mediterráneo, La Alcazaba y el parque de La Hoya, se ha convertido en el blanco de actos vandálicos y problemas vecinales que amenazan con empañar su prometedor futuro turístico.
Al poco tiempo de la inauguración oficial de este espacio turístico, las luminarias que iluminan el camino al emblemático monumento del Sagrado Corazón de Jesús ya han sufrido los embates de quienes, según los vecinos, parecen tener poca consideración por el desarrollo del barrio. Algunas de estas luces han sido pintadas, arrancadas o dejadas inservibles en el suelo. El Ayuntamiento ha actuado rápidamente, sustituyendo algunas de las dañadas, pero el temor persiste: ¿cuánto durarán intactas?. Los actos vandálicos no solo afectan la estética y funcionalidad del mirador, sino también el ánimo de los residentes del Cerro de San Cristóbal. “Cada día te encuentras alguna luminaria pintada, otras medio sueltas”, lamenta un vecino.
La situación no se limita al daño intencionado, sino que también se ve agravada por las tensiones en torno al estacionamiento en la curva del camino de San Cristóbal. Según denuncias de los vecinos, algunos residentes han tomado medidas poco ortodoxas para asegurarse plazas de aparcamiento: desde motos abandonadas que bloquean espacios hasta escombros estratégicamente colocados.
Los coches que consiguen aparcar legítimamente en estos lugares a menudo terminan recibiendo “avisos” en forma de huevos o piedras. Este microconflicto, aseguran, no solo dificulta la vida diaria, sino que entorpece el desarrollo turístico del cerro.
El potencial del Gran Mirador de Almería es innegable. Su ubicación privilegiada y su tranquilidad natural lo convierten en un lugar ideal para el turismo y el disfrute local. “Aquí podría haber un kiosko, un sitio para tomar algo y disfrutar de las vistas”, reflexiona un residente. Sin embargo, la realidad actual está lejos de este sueño.
El Gran Mirador de Almería se ha convertido, para algunos, en un improvisado circuito de motocross. Jóvenes pilotos recorren la cuesta de la calle Antonio Vico, enlazan por el camino de San Cristóbal o incluso atraviesan el mismo cerro, levantando polvo y piedras que terminan esparcidas sobre el asfalto. Sin casco en muchos casos y sin reparar en las molestias que puedan causar, culminan su peculiar exhibición con derrapes en la explanada del mirador, sin importar si hay visitantes presentes o no.
Esta situación, que altera la tranquilidad del lugar y pone en peligro tanto a peatones como a los propios motoristas, ha sido denunciada repetidamente por las asociaciones vecinales. Aunque la Policía Local ha incrementado su presencia en la zona, logrando disipar temporalmente a estos improvisados imitadores de Marc Colomer o Edgar Torronteras, los vecinos creen que las medidas adoptadas son insuficientes. "Esta mañana no había nadie. La Policía Local ha estado por aquí, y su presencia ha servido como disuasión, pero es solo cuestión de tiempo antes de que vuelvan a circular con las motos. La pregunta es: ¿cuánto tardarán?", comenta un residente, expresando el sentir generalizado de quienes ven cómo el entorno del mirador, lejos de ser un espacio de disfrute, se convierte en un terreno de riesgo y conflicto.
Los problemas de incivismo, la okupación adecuados para el estacionamiento, ponen en riesgo su potencial. Mientras tanto, los vecinos y el Ayuntamiento intentan defender este rincón almeriense que, pese a los desafíos, sigue ofreciendo a quienes lo visitan una de las vistas más espectaculares de la ciudad. La esperanza es que, con mayor implicación ciudadana y soluciones sostenibles, el Gran Mirador pueda alcanzar su verdadero esplendor.
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