Antonio Segura nació en Velefique hace 61 años y es pastor, de esos que cuando llega el mes de mayo y apunta el calor cogen sus cabras, sus ovejas y emprenden el exilio de las cumbres. Allí, en lo más alto de la dura Sierra de Los Filabres pasa seis meses con la soledad como forma de vida. La soledad da para mucho, sobre todo para reflexionar sobre tantas cosas que la vida pone en el camino de las personas.
¿Desde cuando se dedica a este oficio?
Desde siempre, desde que tengo recuerdos. Yo apenas pisé la escuela porque desde que era muy chico soy pastor, ganadero como le dicen ahora.
¿Echa de menos haber estudiado más?
Hombre pues sí, porque el conocimiento no es cosa que le sobre a nadie. Pero he tenido mi vida, he aprendido cosas, y además veo a gente con muchos conocimientos, con muchos estudios, que muchas veces parecen no saber nada, no entender nada.
¿Alivia la compañia de los animales?
Con los animales se establece una relación intensa. Cuando vives con ellos, cuando estás todo el día en su compañía, aprendes muchas cosas, pero por encima de todas ellas aprendes que a los animales hay que darles el mismo cariño que le darías a un semejante.
¿Una relación casi humana, cree usted?
Ellos son seres vivos lo mismo que nosotros y en función del trato y del afecto que reciban así se comportarán. Yo cuido el ganado y tengo la obligación de saber si están bien, si se sienten mal, por qué se soliviantan, cuándo están enfermas. Y ellos lo ven, lo comprenden y te devuelven siempre el trato y el cariño que reciben de uno .
¿Tenemos que aprender de ellos?
En muchos aspectos sí. De hecho después de tantos años en la sierra con ellos te das cuenta de que pueden darnos posiblemente más de lo que nosotros les damos. He visto a mucha gente acercarse a las cabras, las ovejas y después de compartir con ellos unos raticos te das cuenta de que algo ha cambiado...
¿En qué ha cambiado, qué les aportan?
Pues yo estoy convencido de que los animales pueden hacer más humanas a las personas, aunque parezca una tontería yo creo que el contacto con ellos hace al hombre más humano, le enseña que se recibe lo que se da y que el cariño hay que saber ganárselo. Eso con los animales ocurre y aprendes a ser mejor para recibir ese afecto que todos necesitamos.
Pero su vida aquí es dura, ¿no se cansa?
Claro que me canso, pero veo tantas cosas malas en el mundo que pienso que aquí arriba no se está tan mal. lo peor sin duda es la soledad, pero también gozas de la libertad, y eso es un bien que no todos tenemos. Por lo demás dureza, toda la que quieras. Yo por ejemplo jamás he tenido vacaciones en mis 61 años; sólo he dejado el ganado cuando he estado malo, pero malo de estar ingresado.
¿Y cómo se ve el mundo desde aquí arriba?
Cuando bajo después de seis meses en la sierra echo un poco de menos la soledad, el tiempo para pensar. Y también noto que hay menos ansia por aprender que antes. En los pueblos, en las gentes, había un sentimiento de compartir que ahora no veo en mucha gente.
Hace años había compañerismo pero se ha perdido la armonía en la convivencia y eso es triste para mi. Antes la palabra de la gente tenía valor, tanto o más que la de cualquier notario, pero hoy nadie se fia de nadie, no existe esa confianza, y la palabra vale cada vez menos. Creo que en ese sentido la vida ha cambiado mucho, o nosotros hemos cambiado mucho a la vida.
¿Habla de amistad, de solidaridad entre las personas?
Yo solo sé que antes cuando había que coger almendra, o aceituna, o buscar el ganado perdido, se unía la gente de la sierra y se echaban una mano. A cambio, una comida, unos vinos o una noche bajo las estrellas y una buena conversación. Y sabías que cuando alguien te necesitara tu también estarías allí para echarle una mano.
¿La familia entiende su trabajo, su vida?
Claro, ha sido así desde siempre. En realidad a ellos los echo mucho de menos estos meses en los que estoy solo en la sierra. Aquí soy yo y mi mujer porque tengo que lavar, cocinar, limpiar y cuidar de todo. Y cuando llega el invierno vuelvo con ellos y disfruto más que nadie en el mundo con su compañía.
Y así desde mayo hasta el mes de noviembre...
Aquí tanto tiempo, sí, hasta que me echa el frío, cuando barruntan las ovejas que son unos animales sabios que saben cuando va a empezar a hacer frío de verdad. Ellas me avisan de que ya es tiempo de coger el morral y bajar hacia el pueblo. Y conmigo bajan todos los animales a pasar el invierno en casa (vive en Castro de Filabres).
¿Seis meses sólo dan para muchas cosas?
Hay mucho tiempo para pensar, para reflexionar, aunque procuro estar ocupado; cuido algunos cortijos y fincas de la montaña además de encargarme de mis animales porque pensar en exceso es malo para el cerebro y no se adelanta nada. Piensas mucho, pero no siempre lo que piensas es bueno.
¿Cuál es su mejor compañía en estos meses?
Sin duda los animales, algunos compañeros pastores que de cuando en cuanto nos juntamos y, desde hace unos pocos años, el móvil que me permite hablar con los míos, aunque no mucho porque aquí es muy difícil cargar las baterías (ríe).
¿El peor enemigo de un pastor como usted?
Enemigos hay muchos, desde los perros salvajes a los jabalíes, sobre todo las hembras cuando están criando, que se vuelven muy peligrosas, muy agresivas. Y luego está el hombre, porque últimamente hay mucho chorizo por la sierra y no te puedes fiar. Se pierde ahora muchos más animales que antes, eso seguro.
¿Mejores los animales o las personas?
Difícil de decir. Los animales te devuelven lo que reciben de ti, afecto si se lo das o violencia si los tratas a palos. Pero hay muchas personas buenas y tenemos que aprender a llevarnos bien con quienes estar a nuestro alrededor, más que nada porque lo más hermoso de la vida es saber compartir, saber querer, y porque al fin y al cabo todos tenemos siempre algo que aprender de los demás.
¿Se siente amparado en esta dura soledad?
La mayoría del tiempo si, porque la gente de la sierra mantienen los valores que nos han hecho sobrevivir en condiciones tan duras. Los de la ciudad, las autoridades y todo eso no tanto porque tengo la sensación de que muchas veces no te entienden, no saben qué son los hombres.
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