Los gigantes y cabezudos volverán a recorrer las calles mañana jueves, en la única diana que contempla el programa de fiestas.
En Almería hay un hombre que vive pendiente de ellos los 365 días del año. Se llama José Ortuño y es Oficial de Alcaldía, algo así como un conserje. El mismo oficio que tenía su padre. A su cargo tiene la Casa Consistorial, apertura y cierre de sus puertas, la custodia de edificios y además apoya a protocolo y también está presente en los plenos. Esa es su profesión, pero su devoción son los gigantes, esos seres de cartón piedra que toman vida cada Feria. Se podría decir que es una devoción heredada.
Su relación con los gigantes viene de pequeño. “Por ser hijo del conserje del Ayuntamiento me guardaban una cabeza y no tenía que guardar la larga cola que se montaba para poder ser cabezudo en Feria. En aquellos entonces me pagaban 75 pesetas”, cuenta José.
A los 12 años empezó a ayudar a su padre a montar los gigantes. Cuenta que le dijo “niño ven pa’cá que hay que echarle una mano al viejo”. Sus primeras labores consistían en ir bajando cajas del terrao de la antigua casa del conserje del Ayuntamiento. “Luego empecé a atornillar, a subirme a la escalera porque mi padre ya no podía…, y ahora soy yo el que dobla trajes y mi hermano el que los monta”.
Gigantes con solera
Los gigantes que desfilan en Almería podrían cobrar trienios. Se encargaron en la época del alcalde Fernando Martínez, en el año 1987. Cada uno costó un millón de pesetas. Desde entonces Almería es la ciudad española que posee un mayor número de gigantes y la segunda ciudad con más solera.
“Mi padre y Salvador Gallego eran los encargados de montarlos, vestirlos y mantenerlos durante todo el año. Lamentablemente mi padre murió hace diez años, cogí su testigo y ahora me toca a mi”, explica emocionado. “Cuando llega la hora de montarlos y vestirlos me cambia el carácter, me acuerdo mucho de mi padre. En este ritual falta él”.
Ilusión
Los gigantes pasan el año desmontados por piezas en un almacén. Cuando finaliza la feria, José y su equipo hacen inventario y revisión de posibles desperfectos. En febrero empiezan a reunirse para ir revisándolos, pero el día grande es el 15 de agosto. “Ese día, normalmente, empezamos a montarlos a las siete de la mañana y para las dos o tres del mediodía hemos acabado, depende de cómo se dé el día”. Un día de trabajo, de recuerdos y muchas emociones para José, “la noche anterior yo no duermo, es como la Noche de Reyes”.
Y si es grande el día del montaje, más grande es el momento en el que los gigantes salen a la calle. “Cuando llega la cabalgata y yo me inhibo. Puede haber miles de personas en las aceras y yo me aíslo y les grito y bailo con ellos, en ese momento estoy en mi nube, con mis doce gigantes”.
José habla muy bien de las personas que dan vida a los gigantes, gente que lo hace por tradición familiar. Algunos son ya la tercera generación y llevan más de cuarenta años sacando su gigante. Para ellos, José tiene palabras de admiración. “Como bailan los gigantes en Almería, no lo bailan en toda España, lastima que por culpa de los recortes ahora salgan menos en Feria”.
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