Una monja denuncia que hay mujeres sometidas por refrescos junto a los invernaderos

Elisa Altadill, secretaria general de Las Adoratrices, ha recibido el Premio Derechos Humanos Rey de España

Vista aérea de invernaderos en la provincia
Vista aérea de invernaderos en la provincia
Europa Press
23:25 • 13 abr. 2015


Las Adoratrices recibirán hoy de manos del Felipe VI el IV Premio Derechos Humanos Rey de España que conceden desde 2002 el Defensor del Pueblo y la Universidad de Alcalá y que destaca la labor de una congregación de origen español y con presencia en 23 países de Europa, Asia, Africa y América, que lleva dedicada desde el siglo XIX a rescatar a mujeres víctimas de todo tipo de esclavitud, como la trata de seres humanos o la violencia de género.
Con más de 1.800 mujeres bajo su atención en la actualidad (más de 2.300 beneficiarias en 2013), la superiora Provincial de España, Margarita Navío; y la secretaria General de las Adoratrices, Elisa Altadill; han perdido la cuenta de las "miles y miles" de mujeres a las que han prestado asistencia desde que en el siglo XIX su fundadora, Santa María Mikaela atendió a la primera: una mujer trasladada con engaños a Madrid para explotarla en la prostitución que tras enfermar, fue abandonada.




"Nunca hemos visto a la mujer como a una víctima, sino como protagonista de su propio progreso", señala Navío. Por esta organización han pasado menores de edad y adultas, madres excesivamente jóvenes y solas, prostitutas en situación de vulnerabilidad, mujeres explotadas, sometidas por la violencia de sus parejas o de sus familias, y aunque a día de hoy siguen atendiendo perfiles diversos, el de las víctimas de trata tiene especial protagonismo.




"La trata se ha ido metiendo en nuestras casas porque ha sido un fenómeno muy fuerte. La mayoría, para prostitución, pero también las hay para explotación laboral", comenta Altadill en un encuentro con la prensa organizado por la Oficina del Defensor del Pueblo. En su mayoría son extranjeras, "muchas, muchas africanas, sobre todo de Nigeria", y acaban en los pisos de acogida de las Adoratrices derivadas desde instituciones y fuerzas policiales o por su propio pie, invitadas por las religiosas.
La labor de atención en la calle es una de las más llamativas en este sentido. Explica Navío que las hermanas, los voluntarios y técnicos que trabajan en los proyectos de Adoratrices van prácticamente puerta por puerta. Se presentan en clubes de alterne, pisos, invernaderos, parques, en cunetas de carretera, con un café y "sin pedir nada a cambio", porque se trata de escuchar lo que ellas quieran contar, saber qué necesitan, "un acercamiento gratuito" que a veces consiste "sólo en estar".
En los clubes, se presentan al propietario y le hablan de la importancia de que las chicas estén en buen estado de salud. En los invernaderos, "lo más terrible" de cuanto han visto en sus proyectos, se aproximan día tras día hasta que al fin alguna mujer se decide a preguntar a qué han venido. A partir de ahí, entablan una relación.
"Muchas veces nos echan", confiesa Altadill, que describe cómo en los laberintos de plástico de Almería se encuentran "chiringuitos" o viejos cortijos derruidos donde un puñado de mujeres son sometidas a cambio de un refresco, o incluso de nada. A algunas, añade, les ofrecieron un trabajo en el campo y después resultó que conllevaba prostitución. Las explotan laboral y sexualmente.









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