Durante los últimos tres veranos, una chavala de ojos retraídos -como los de su padre- se ha paseado, anónima y desconocida, por las playas de la Isleta del Moro Arráez. Ha comprado pañales para su hijo en la tienda de Sara, la única del pueblo, ha comido olla de pescado guisado y ha mirado a la luna almeriense junto a su pareja Adrián en esas noches vacacionales que tanto se ansían. Ahora, Ada ya no es solo Ada. Es también la alcaldesa de Barcelona, sale el en Telediario y un tsunami ha estallado en el centro de su vida. Todo eso lo intuye su padre Ramón Colau, un publicista de renombre, ya jubilado, que vive en ese paradisiaco rincón del Cabo de Gata desde hace siete años. “Estoy muy orgulloso de mi hija, sí es pasión de padre”, explica emocionado”, y puntualiza raudo “seguirá viniendo a la Isleta, claro, estoy seguro,le encanta la tranquilidad y el aire que aquí se respira”.
Ada, de 41 años, se crió en el barrio barcelonés del Guirnaldó, estudió filosofía, y se comprometió desde joven en movimientos activista y fundó la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. En un mes ha pasado de ser casi una desconocida fuera de su ciudad a ganar la alcaldía - con Barcelona en Comú- de una de las principales ciudades europeas.
Ramón, su padre, no puede ocultar su emoción: “Ada vale mucho, ahora sufro por todo lo que le dicen, es natural, soy su padre y tengo poca fe en la condición humana”, asegura este bohemio existencialista discípulo de Sartre. Ramón descubrió la Isleta, ese bello acantilado cabogatero a 40 kilómetros de la capital, hace 15 años a través de unos amigos de su segunda mujer, Ani, con la que convive. “Me dije, aquí quiero retirarme” y desde hace siete habita todo el año una casa en la parte norte, con una vista sideral junto a calderas volcánicas. Camina hora y media todos los días por esos senderos, con su inseparable perro y para él es un infierno cuando tiene que coger el coche para ir a Madrid.
Allí ya vivió en primera línea la movida madrileña de los 80, cuando llegaron las multinacionales a su sector multiplicando sueldos, y la época de la Gauche divine catalana. Por eso, ahora no quiere nada más que estrellas que ver por la noche y pan tierno que comprar por la mañana.
Un bohemio en el Cabo
Ramón dice “claro que quiero contar que viene aquí mi hija a veranear, todo lo que sea promocionar esta costa, bienvenido sea, aunque sin que se masifique”. Considera este veterano profesional de la publicidad de 67 años que la Isleta es la hermana pobre del Parque, que necesita más ayuda, sobre todo los pescadores artesanales, que se están acabando, “y sin el reclamo del pescado fresco no hay turismo”. Se dedica también a la pintura sobre madera, “ve a ver una exposición que tengo en La Guajira, a los piés de la Alcazaba”. Se levanta cada día a las seis de la mañana y asegura que cuando ve la foto del DNI de hace siete años, se da cuenta de que ha rejuvenecido. “La Isleta es el mejor lifting, pura medicina natural.
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