Carmen Enríquez acaba de publicar su cuarto libro sobre la familia real. La entrevista tiene lugar el mismo día de la medida que mejor ha escenificado los profundos cambios en su seno que anunció el actual Rey.
No ha de ser fácil acometer un libro así. Lo que se cuenta, lo que no se cuenta, cómo se cuenta...
Piensa la gente que siempre se cuenta menos de lo que se sabe, y es relativamente verdad. A veces se nos informa de cosas en confianza, y eso hay que respetarlo. Otras se oyen cosas, pero sólo eso, se oyen.
Lo que vale es aportar información, que es lo que me he planteado en el libro. No he buscado especular. Combinar opinión e información habría sido un delito de lesa majestad, y jamás mejor dicho.
Aporto datos y hechos. He intentado no caer en esa perversión de opinar de todo que tan en boga está. Me limito a informar a fondo de la sucesión de don Juan Carlos por don Felipe y del balance de este último año con la puesta al día de muchas realidades de la Casa Real que ha impulsado el nuevo Rey.
¿Esperaba esta última decisión del Rey de retirar el ducado de Palma a su hermana Cristina?
Desde luego encaja en el perfil de alguien muy decidido a regenerar la Monarquía. La medida es muy fuerte, muy grave, la más grave de esta crisis en el seno de la familia real. Fue algo que supuso mucho descrédito, mucho desprestigio.
Había un claro deseo de que la infanta renunciase a sus derechos, pero ella no ha tenido en ningún momento ese gesto de arrepentimiento que se le pidió repetidamente. Se ha enrocado en su postura. El propio don Juan Carlos se lo pidió, y como no ha tenido ese gesto... el Rey ha decidido intervenir con arreglo a sus derechos.
¿Qué ha supuesto el caso Urdangarín para la familia real?
Un enorme desgarro, el mayor desgarro en su seno, ya se ha visto. No sólo la vergüenza por unos presuntos casos de corrupción que van a ser juzgados pero que han hecho estragos en la institución, sino que ha pervertido el ambiente familiar. Los príncipes tuvieron que poner coto a los entonces duques de Palma tras una relación muy estrecha entre los dos matrimonios.
En una de las estancias del rey don Juan Carlos en el hospital, los príncipes tenían preparada la visita, que incluso conocía la prensa, y cuando se enteraron de que los entonces duques de Palma volaban hacia Madrid, la retrasaron para no coincidir con ellos. A mí personal de la Casa Real me confirmó hace ya tiempo que estaba completamente rota la relación entre los entonces Príncipes y los entonces duques de Palma.
¿Cree usted que estamos ante un auténtico proceso de renovación, sin marcha atrás?
Se han dado ya mucho pasos: la reducción de los miembros de la familia real, la incompatibilidad de trabajos retribuidos, el código de buena conducta para quien trabaja en la institución, las auditorías de las cuentas, la misma rebaja salarial de un 20% del Rey respecto a la asignación al anterior. Creo que Felipe VI ha demostrado una sensibilidad indudable con estos temas. Eso sí, quedan cosas por hacer.
¿Como cuáles?
En transparencia, por ejemplo. Tiene que haber un acercamiento a los medios y a los periodistas que cubren las actividades de la casa real. Creo que con ocasión de este primer aniversario de su reinado los Reyes tendrían que haber propiciado un encuentro con ellos en el que poder hablar con más distensión y confianza. No hay que tener miedo a este tipo de encuentros. Y queda que el Rey profundice el acercamiento a muchos sectores de nuestra sociedad. Anunció que iba a encontrarse personalmente con esos sectores que tan golpeados han quedado por la crisis y aún no se ha hecho, por poner un ejemplo.
Da la sensación de que la Reina se encuentra más cómoda en su papel de reina que en el anterior de princesa.
Totalmente. Ya se advirtió un cambio cuando supo de la abdicación de don Juan Carlos. Empezó a aparecer más sonriente, más relajada, mucho más compenetrada con su marido. Antes incluso se habían llegado a ver imágenes de discusión entre ambos.
¿Y a qué se ha debido este cambio?
A que no es lo mismo tener a alguien por encima que no tenerlo. Las personas son las que son, y Letizia es la que es. No es doña Sofía, con el tipo de educación que tuvo. Doña Letizia quiere ser una reina del siglo XXI, y eso exige también muchos cambios formales, mucho menos protocolo. El mundo ya es otro. Mire lo sucedido a la futura emperatriz de Japón, diez años de depresión a consecuencia de un entorno tan estricto.
Al final no ha habido tanta polémica como se auguraba por algunos aspectos del protocolo en el acto de Coronación, especialmente de los relacionados con la iglesia.
No, no ha habido tanta polémica como algunos habrían querido. La iglesia no se resigna al papel que le compete en la sociedad actual. Siempre fue así. Estoy leyendo ahora la novela de Pérez Reverte ‘Hombre buenos’ y ahí también se ve.
Usted fue compañera de trabajo de Letizia Ortiz. He leído que incluso llegó a bromear con ella sobre la posibilidad de que fuese reina.
Sí, al principio. Empezaban a correr rumores y se lo dejé caer. Ella echaba balones fuera, y lo comprendo. Cuando fue a la redacción a despedirse nos pidió disculpas, aunque nos dejó claro que, si bien no nos había dicho la verdad, tampoco nos había dicho ninguna mentira. A una compañera que le preguntó cómo se llamaba su novio, le respondió: “Juan, y es diplomático”. Bueno, don Felipe se llama Felipe Juan y la diplomacia era una de las grandes tareas del entonces Príncipe.
¿Cómo considera la televisión actual una periodista como usted, de largos años de carrera, muchos de ellos en ese medio?
Desde un punto de vista informativo se está dando más cancha a la opinión que a la información, al espectáculo que al rigor informativo, y ya le he dicho antes lo que pienso del periodismo, que lo básico es la información, que un periodista lo que ha de hacer es informar, que hay demasiados opinadores que, por lo general, opinan de cuestiones de las que saben poco.
¿Y la situación de TVE?
Que se la está vaciando, que se la está dejando morir. Es increíble que el estatuto se haya ido al garete, que algo consensuado se aparte unilateralmente. No se puede entender que un director de la televisión pública se permita afirmar “Yo soy de siempre votante del PP”. Hace falta que se recupere el consenso perdido.
¿Y qué momento vive, en general, el periodismo?
Un momento de transición, de transformación hacia la era digital, y eso crea indefiniciones, dudas, temores. Va haciendo falta un acuerdo entre los editores sobre el pago de la edición digital. Una redacción cuesta, y cuesta mucho, no lo olvidemos. Y si se quiere una buena redacción, más. La precariedad en las redacciones no lleva sino a noticias menos contrastadas, menos profundas.
Echo de menos una mayor profundidad en los medios. Se nota mucho, y más que se notará si no se aborda con decisión la situación actual.
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