A mediados de los años 50 pocos almerienses salían de viaje. Juan Navarro Hanza lo hacía regularmente debido a su profesión de piloto, y descubrió que en el centro y el norte de Europa hacía furor un nuevo modelo de turismo, el de la caravana y la tienda de campaña, el del camping.
Juan Navarro, que llegó a ser presidente de la Cámara de Comercio, decidió que Almería tenñia que aprovechar su belleza salvaje para atraer a esos turistas y así nació en la Cala Garrofa el camping del mismo nombre. Corría el año 57 y el turismo en la provincia era un sector desconocido.
Y hoy, 58 años después, el Camping La Garrofa se ha convertido en uno de los más antiguos del país, junto a otro existentes en Barcelona, y en el induscutido campeón de la estabilidad puesto que sigue abierto y en las manos de la misma familia, los herededos de su fundador. Hoy son Isabel, María José, Esteban o Paco Navarro los que tiran del carro de un negocio familiar que es más un compromiso con la historia que una obligación laboral para la mayoría de los hermanos.
Las primeras suecas
Cuando La Garrofa abría al público en 1957 aquello fue un acontecimiento. Llegaban desde toda Europa caravanas y remolques cargados de ‘guiris’ que buscaban un rincón desde el que recrearse con el Mar Mediterráneo, disfrutar de un clima único y conocer una excepción del paisaje europeo de aquellos tiempos.
Empezaba entonces el mito de las suecas y, en efecto, a Almería llegaron algunas de aquellas rubias que no siempre eran suecas, pero que cumplían con el estereotipo de aquellas mujeres míticas. La Garrofa se convertía así en punto de interés y peregrinaje para muchos autóctonos que querían comprobar qué era eso del turismo.
La familia Navarro Hanza, primero, y Navarro Pascual, ahora, han mantenido el camping contra viento y marea, resistiendo crisis y dificultades para ser fieles a una clientela que en muchos casos es fiel. Hoy llegan los nietos de aquellos primeros valientes que eligieron este rincón de la costa almeriense para disfrutar su libertad.
La Garrofa suma adeptos y alimenta mitos, como que en su playa se pudo producir el primer top less de la historia de Almería. En el éxito de este establecimiento tiene mucho que ver el buen trato que la familia Navarro concede a sus usuarios, “amigos más que clientes”, afirma Isabel.
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