Apenas treinta minutos después de que el Recinto Ferial rebosase de luz, el Pabellón de los Juegos Mediterráneos recibía el primero de los cuatro grandes conciertos que albergará en la Feria de este año. Anoche era la cita para los más duros del lugar y Saratoga, Tierra Santa y La Skala de Richter respondieron a las expectativas de manera holgada, incendiando la noche durante casi seis horas y con los mejores sonidos de guitarras, virtuosismo de técnica y grandes capacidades vocales.
Los encargados de abrir la terna fueron los albojenses La Skala de Richter, una banda que ha dado ya mucho de qué hablar fuera de la provincia gracias a lo empacado de su último trabajo discográfico ‘Diabolus Notet’, que casi sonó en su totalidad. Tras una entrada poderosa repleta de guiños arabescos, la banda continuó con ‘Displasia Moral’, ‘Dogma’ o ‘Aislado’, con la técnica de su guitarrista Martín Oller Ocampo, bien arropado por la rítmica de Francisco Soler, brillando con constancia. El quinteto compensa su juventud con la experiencia de Martín Oller López al bajo, una sólida batería a cargo de David Clemente y la versatilidad vocal de Juan Contreras, quien realizó alardes en registros variados, desde agudos a melódicos, pasando por guturales y alaridos lo bastante medidos para sonar siempre muy equilibrado.
Poco a poco el recinto del Pabellón fue recibiendo a los más rezagados, que disfrutaron con ‘Pandemónium’, la canción elegida como single del álbum, pegadiza, como su sucesora ‘El Beso de Judas’ y su coreado estribillo “Judas no tiene perdón”. En el tramo final sorprendieron con un tema que se incluirá en su siguiente trabajo, ‘Esclavos’. Para cerrar, la banda terminó con ‘Mein Kampf’ y ‘Requiem’. Dos temas intensos y emotivos con el que la banda acabó exhausta tras una hora de actuación, aunque como guinda aún restaba una poderosa versión del ‘Paranoid’ de Black Sabbath, en un claro homenaje a Ozzy Osbourne.
Tierra Santa, épica y concisión
Los riojanos Tierra Santa han levantado en los últimos años el pie del acelerador en sus discos, pero nada que ver con su puesta en escena, que continúa siendo tan efectiva como antaño. Como el buen vino, la banda ha sacado más cuerpo si cabe a sus canciones repletas de épica, guiños históricos, referencias bíblicas, todo ello arropado por un constante y pegadizo rasgueo de guitarras. Riffs contundentes y aprehensibles con facilidad y un repertorio que apenas dio concesión a nada que no fuera un éxito consolidado. De esta forma, el concierto arrancó al trote con ‘Séptima Estrella’, ‘Corazón Indomable’ y ‘Sangre De Reyes’, siempre celebrada. Ángel San Juan es de los pocos vocalistas heavys que es, a la vez, el guitarra solista del grupo. Su registro vocal se aleja de los agudos del género, tiene una voz limitada pero idónea y perfecta para la propuesta de su sonido. Así, sonaron vibrantes ‘Apocalipsis’, ‘Azote de Dios’ y ‘La Leyenda del Holandés Errante’, tramo enlazado para otra sacudida de velocidad con ‘La Sombra De La Bestia’, ‘Otelo’ y ‘Juana de Arco’.
El romanticismo hizo presencia con la balada ‘El Amor De Mi Vida’, sincera y directa. Fue tan solo un pequeño descanso para coger aliento hacia otra cabalgada hacia la meta con ‘Nerón’, ‘Pegaso’ y ‘Más Allá de la Vida’, la única canción del último disco en estudio que defendieron en toda la noche.
El sonido del Pabellón de los Juegos respondió con solvencia a la potencia de Tierra Santa, que abrió sus ‘Alas de Fuego’ con uno de los mejores riffs doblados que ha dado el género en las últimas décadas. La escala final estuvo repleta de las canciones más esperadas por el público, como la emotiva ‘Una Juventud Perdida’, dedicada a las Madres de la Plaza de Mayo, ‘La Momia’, con su sonoridad egipcia o ‘El Bastón Del Diablo’. Las joyas de la corona llegaron con los bises, ‘Legendario’, la canción dedicada al Cid Campeador con la que saltaron a la fama y, cómo no, ‘La Canción del Pirata’, adaptación del conocido poema de José de Espronceda.
Saratoga, el regreso de la bestia
Bien entradas las dos de la madrugada resonaba en el recinto la introducción instrumental para Saratoga. Una de las formaciones de heavy metal más queridas en nuestro país y también en Latinoamérica, donde son recibidos siempre a lo grande. La formación se encuentra en plena gira de regreso, tras el anuncio de parón indefinido que realizaron hace casi dos años. Vuelven a los escenarios con los músicos que forjaron el mito: Niko del Hierro al bajo, Jero Ramiro a la guitarra y Dani Pérez a la batería. En la voz, la exultante juventud y potencia de Tete Novoa, que ha crecido con el grupo desde que en 2008 sustituyera a Leo Jiménez, quien decidió emprender su carrera en solitario. Voz, timbre y tesitura aguda y una capacidad de afinación envidiable, Novoa es pura energía desde el arranque poderoso ‘Con Mano Izquierda’, ‘Tras Las Rejas’ o ‘A Sangre y Fuego’, arrolladora.
El respetable, algo más de un millar, celebraron también un tramo más melódico con canciones coreadas como ‘Ángel de Barro’, la más vieja ‘Mi Ciudad’, la hardrockera ‘Contigo, Sin Ti’ y la bulliciosa ‘A Morir’.
Todo buen concierto de heavy metal necesita tener espacio para las baladas y un ejercicio de solos. Estos llegaron con la arrebatada ‘Lejos De Ti’ y un combo de melodías reconocibles de Metallica, Queen o Iron Maiden, que desembocaron en un descomunal solo de batería de Dani Pérez, capaz de generar melodías propias a la vez que mantiene el tempo de las canciones.
Tras el derroche de técnica llegó uno de los temas más conocidos de la banda, ‘Maldito Corazón’ y su poderosa entrada, de agudos imposibles. ‘Heavy Metal’ y ‘Las Puertas del Cielo’ continuaron el vuelo aguerrido hasta desembocar en ‘No Sufriré Jamás Por Ti’, la única canción del repertorio extraída de uno de los discos grabados por Tete Novoa.
Rondando las cuatro de la madrugada aún había que echar el resto con la traca final. La salvaje ‘Resurrección’, la bella acústica ‘Si Amaneciera’, considerada como una de las mejores baladas del rock en castellano y las imperdonables ‘Vientos de Guerra’ y ‘Perro Traidor’.
Casi seis horas del mejor heavy metal en la jornada inaugural de las fiestas, en una prueba fehaciente de que la Feria de Almería está hecha para todos los públicos.
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