Es un duro rival para tenerlo como enemigo. Es un todoterreno en cuestiones de iglesia que sabe moverse como nadie entre los bastidores de las sacristías y los mentideros de las casas de hermandad. Cuando huele a incienso crece como un gigante y cuando escucha una marcha el vello se le pone de punta para todo el día. Es un sabueso de la burocracia eclesiástica, forjado entre las faldas de aquellas beatas antiguas de luto riguroso y comunión diaria que hicieron de la Catedral su segunda casa. Es un luchador incansable, un seductor que no necesita estar en primera línea para imponer sus ideas.
Su universidad fueron los escondites del templo, donde jugaba desde niño a escaparse del mundo; el claustro en el que organizaba procesiones con los tronos que se iban quedando abandonados; los confesionarios en penumbra donde le contaba los pecados semanales a Don Felipe, el cura bueno de la Catedral con el que todos los niños iban a confesarse después de burlar la vigilancia de don Juan López, paradigma de la severidad.
Dar impulso Es Enrique Marín Sorroche, el eterno líder del Prendimiento que está rondando el camerino de la Patrona para intentar convertirse en Hermano Mayor. Las elecciones serán antes de que acabe el año y tendrá como rival al que actualmente ocupa el cargo, Elías García Amat. No quiere ir en contra de nadie, asegura, pero está convencido de que la hermandad necesita un impulso para adaptarse a los nuevos tiempos, un movimiento de apertura hacia la ciudad para que la Virgen del Mar sea protagonista a diario, y no dos veces al año: en la Romería y el de la procesión en la Feria. “Me empuja la idea de reavivar la devoción por la Virgen y para conseguirlo es preciso cambiar muchas cosas que creo equivocadas”, explica.
Vuelve a insistir en que no tiene nada contra el actual Hermano Mayor, pero llega con una carpeta repleta de transformaciones que anuncian un nueva etapa en la historia de la hermandad, una pequeña revolución en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. “No estoy de acuerdo con que la ofrenda floral se realice un viernes cuando la onomástica de la Virgen es el sábado. Se ha notado un bajón de asistentes, se ha dado un paso atrás porque es un día de diario y los comercios están abiertos y la gente trabaja”, sostiene.
Tampoco le gusta el itinerario de la procesión, y en este tema coincide con muchos fieles que están aburridos de la monotonía de las principales calles del centro donde a veces el cortejo de la Virgen se acerca más a un desfile que a un acto de fe. “Intentaría que el recorrido fuera diferente, que la Patrona pasara por otras calles donde la gente pudiera rozarla, sentirla, olerla, y no sería descabellado llevarla cada año por lugares diferentes respetando siempre la tradición”, subraya.
Otro de sus proyectos es abrir la casa de la hermandad de la calle Real a todo el que quiera conocerla organizando las actividades que sean necesarias a lo largo del año para que la devoción por la Virgen se sienta constantemente.
Aunque hay quien se sorprenda porque el hombre fuerte del Prendimiento se presente a Hermano Mayor de la Virgen del Mar, Enrique Marín es un personaje ligado desde niño a la figura de la Virgen del Mar. Fue monaguillo en los tiempos del Padre Vicente y tuvo una estrecha relación con dos personas que le transmitieron la fe por la Patrona: don Diego Alarcón, que llegó a ser Hermano Mayor, y doña Conchita Rabel, camarera de la Virgen. “Cuando estuvo al frente de la hermandad Francisco Colomer yo entré en la junta directiva. En aquel tiempo se tomó la decisión de hacerle un paso nuevo, que en principio iba a ser de madera. Yo sugerí que el trono fuera de plata, y entonces una voz dijo: “Cállate que aquí no pintas nada”. En ese momento José Manuel Gómez Campana me apoyó, consiguió echar atrás el proyecto inicial y sacamos adelante el trono de plata”.
En el equipo de trabajo que está formando para dirigir la hermandad en el caso de que logre la victoria en las elecciones, estarían Luis Castillo y Francisco Gómez Berjón, a los que considera imprescindibles. A su entender, los años de Gómez Berjón al frente de la hermandad fue la mejor época por los logros que se consiguieron.
Enrique Marín está seguro de que cuenta con apoyos muy importantes para lograr su objetivo y con el aval que significa ser uno de los personajes más conocidos de las cofradías almerienses. Ante la pregunta de que si se siente un tipo importante por el prestigio ganado, responde que nunca se lo ha creído y que su éxito, si ha tenido alguno, se basa en la cercanía con la gente, en no haber perdido de vista nunca a ese niño de barrio con la boca manchada de chocolate que todavía lleva metido en el alma.
El origen Aún se siente como el niño emocionado que disfrutaba de su abuelo Manuel cuando en la noche del Viernes Santo sacaba del taller de la calle Solis una mesa y la colocaba en el callejón para que sus nietos, subidos encima, pudieran ver como la Virgen de la Soledad pasaba por la Calle Real. Quizá fue allí donde empezó a brotar en él la pasión por las imágenes, ese arrebato que lo empujaba a fabricarse un trono con una humilde caja de cartón, a llevarse las velas sin permiso de las capillas y a jugar a las procesiones con sus hermanos. Ese niño fue el que en 1975, cuando se reunía con los amigos en el centro parroquial de los Seises, impulsó la idea de reflotar una de las hermandades que en los años sesenta se quedaron en el camino cuando una parte importante de la gente joven prefirió los bailes a las cofradías.
Enrique Marín Sorroche, el niño del tranco del tapicero, el que se subía en la mesa que le ponía su abuelo para ver pasar la Virgen de la Soledad y hacía procesiones con cajas de cartón y estampas de santos, el eterno hermano del Prendimiento, el cofrade que no duerme, regresa a la primera línea de combate para afrontar una de las experiencias más complicadas de su trayectoria cofradiera, la jefatura de la hermandad de la Patrona. Las elecciones podrían ser en diciembre, aunque él lleva ya varias semanas rondando a la Virgen por los alrededores del templo.
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