La milagrosa Agua de Araoz para sanos y enfermos

El carromato de Araoz, con sus cuatro cántaros alineados, transitaba por las calles de Almería

Camioneta de Araoz, que perteneció al Parque Móvil de Franco,aparcado en la calle Zaragoza.
Camioneta de Araoz, que perteneció al Parque Móvil de Franco,aparcado en la calle Zaragoza.
Manuel León
01:00 • 16 nov. 2015

Un buche de agüilla fresca que se pregonaba por las calles de Almería desde los tiempos del charlestón, desde que el industrial Joaquín Cumella Molina, allá por 1922, decidió registrar el nombre de la empresa y llevar en carros a la ciudad ese agua que brotaba como los chorros del oro de un manantial entre las breñas de Gádor y Benahadux.




El agua de Araoz fue casi un siglo el agua sentimental de Almería, el agua que tuvo más predicamento en una tierra  yerma que incluso contó con imitaciones, como si fuese un polo de Lacoste.




Era el agua que se bebía en los veladores del Paseo después de apurar el café, la que se servía en los comedores de las fondas, cuarteles y colegios, con la que se llenaban los botijos grasientos de los talleres  y las jarritas de loza de las costureras, tapadas con un mantelito de encaje para que no picoteara la moscarda.




Era este agua, amamantada por los deshielos de Sierra Nevada, con la que el Café Colón preparaba sus granizados y horchatas en el verano, con la que Orange Crush gaseaba sus refrescos, la que se llevaban las familias en garrafas a la playa,  junto a una cesta de mimbre con la tortilla y la fritada, era con la que se llenaban aquellas damajuanas que las muchachas portaban de un asa sonrientes por la calle Real, sorteando requiebros. Era este agua serrana la que bendecía el obispo y con la que se mojaban la frente los fieles, con la que se cocían plácidos los garbanzos de aquellos cocidos de posguerra tan huérfanos de chicha.




Fue la de Araoz el agua de generaciones de almerienses, como la del Avellano -la de la copla de Antonio Molina- lo fue para los granadinos. Nunca fue embotellada con marca registrada, pero su  acopio diario en los depósitos de la calle Zaragoza y en la Plaza de San Pedro y con el reparto en carromatos era como la gasolina  El Clavileño con la que empezaba a desperezarse al alba la ciudad sureña.




La fuente de los obispos
La historia del Agua de Araoz  se remonta a la noche de los tiempos, desde que los moriscos ya se valieron de ella para gobernarla con acequias y una balsa medieval. Debe su nombre a Francisco de Araoz, terrateniente de numerosas haciendas y mayorazgos en la provincia con 31 censos perpetuos. El agua se capta en el manantial de los Alamos y en las fuentes de los Obispos, situados en Gádor, a espaldas de la actual fábrica de cementos. La fuente mana, por una galería subterránea de 300 metros, 180.000 litros diarios, aunque hubo periodos que llegó a 500.000 litros.




En 1881 esta documentado que ya era el Marchal de Araoz de don Fernando Cumella, hijo de Buenaventura Cumella, a través de su esposa Juana Molina Caballero y había explotaciones también de mineral de plomo y muchos naranjos y parrales de uva molinera y rosada de pie americano que se regaban con los sobrantes. Cumella gestionó también durante un breve periodo el ingenio azucarero de Almería junto a otros socios .
En Araoz edificó la familia un cortijo de señoricos con ermita y puestos para cazar la perdiz y también una  venta donde en 1891 una comitiva de paisanos con banda de música esperaron al preclaro Nicolás Salmerón para conducirlo a la casa de don Onofre Amat y agasajarlo con un abundante lunch.




Allí aguardaron también una triste mañana de 1910 las hijas del Moruno para besar a su padre y darle tabaco camino de la cárcel de Almería por su ambición de querer curarse la tisis con mantecas infantiles.  Durante la Guerra fue requisada y se convirtió la venta de Araoz en un malvado campo de trabajos forzados para prisioneros.


La finca  con la mina de agua la heredó Joaquín Cumella Molina, que fue miembro del Somatén de Almería. Era corredor de fincas en la Vega y se casó con Francisca Orozco Cordero, hija del médico Manuel Orozco Segura y nieta del mítico Ramón Orozco Gerez. Al ver cómo triunfaba el agua de Enix, Don Joaquín empezó a distribuir el agua de Araoz por Almería  en carros tirados por una mulilla con varios azacanes que llenaban cantaros y odres en las casas, mientras la bestia aguardaba atada a la reja espantando moscas con el rabo.


Vendía a cinco céntimos el litro y a diez el de agua helada en verano. El agua corriente, cuando había, y la de las fuentes fue siempre de pésimo sabor en Almería y eso hacía que medraran distribuidores  de agua de Enix, Servalillo, Alhamilla o de Inox por las calles de la ciudad.


Joaquín Cumella Orozco, director de Banesto, se hizo cargo del negocio de su padre en 1947. Con él llegaron los isocarros, el depósito del Camino de Ronda y los tiempos de esplendor del agua de Araoz, incorporando depósitos de 500 litros en las tiendas de ultramarinos y llegando a una venta diaria de 10.000 litros. Sumaba 400 locales dispensadores de agua en Almería y pueblos limítrofes como Huércal, Viator, Pechina, Benahadux, Cabo de Gata y Tabernas.


El tercer Joaquín Cumella, como el tercer aurelianobuendía, tomó la bridas del negocio en 1959, tras la muerte prematura de su padre. Construyó el depósito de Los Pinares y modernizó la flota con camionetas rusas y asignó una placa de identificación a los vendedores para evitar falsificaciones.


Tras su jubilación en 1988, la más que centenaria agüita milagrosa de Araoz, para sanos y enfermos, contra el reuma y el estreñimiento, cambió de manos y pasó a ser explotada por los hermanos Martínez Martínez, desde el Polígono San Carlos que aún  la distribuyen, como el primer día, por la ciudad y los pueblos de la seca Almería.



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