Nacido en 1942 en El Ejido, es Licenciado en Filosofía y periodista. Ha sido redactor jefe de Internacional y director ejecutivo de Los domingos de ABC, redactor jefe del banco de datos de El País, y director adjunto de Diario 16. Durante tres años realizó comentarios semanales sobre política internacional en el telediario de TVE.
¿Ha cambiado mucho el periodismo?
Antes era muy centralista, todo giraba en torno a Madrid. Ahora es reflejo de la sociedad, por lo que la información se ha descentralizado muchísimo. Ahora predomina lo ‘glocal’, una mezcla entre lo global y lo local, acercándose al ciudadano de a pie.
¿En qué momento se sintió periodista por primera vez?
Yo me fui a Londres para ser profesor de Filología Inglesa ya que me aburría el periodismo español ‘paleofranquista’ pero allí me reenamoré de mi profesión, descubrí lo bonito que era el periodismo.
¿Qué opinión tiene del periodismo actual?
Me encuentro muy desencantado, me parece que se ha banalizado. Por ejemplo, a mí me gusta el fútbol pero no se dedicar 10 minutos de un informativo para hablar del entrenamiento del Madrid o si Ronaldo se ha levantado con mucha tos. Yo siempre he entendido el periodismo como forma de informar y de formar, pero ahora esto se ha convertido en mero entretenimiento, parece que solo se busca la anécdota. Hoy a la gente se le informa de todo pero no sabe nada, y es un problema.
Anécdotas le habrán sucedido muchas...
No hay tanta anécdota. Yo he estado cerca del poder en los 70-80-90 porque tenía puestos de relevancia en ABC y Diario 16, he hablado muchas veces con presidentes del gobierno, he viajado con el rey y conversaba con él, pero no te puedo contar nada espectacular. Por ejemplo, yo fui el primer periodista español que entrevistó al Comandante Supremo de la OTAN en Europa, Alexander Haig, que también fue secretario de Estado con Ronald Reagan. Eran momentos de incertidumbre porque el proceso revolucionario de Portugal había tenido situaciones extremistas. Había quedado con él en las afueras de Bruselas, y la primera pregunta que le hice fue: “¿Le preocupa a la OTAN lo que ocurre en Portugal?” Me contestó rotundamente: “Pues no, desde hace muy poco tiempo me siento muy tranquilo”. Dos meses más tarde hubo un golpe de estado, donde Heanes desplazó a los militares.
Nació en El Ejido, pero su DNI no decía lo mismo. ¿Cómo lo solucionó?
Nací en el paraje Simón de Acién y me inscribieron en el Ayuntamiento de Dalías. Yo intentaba que en mi DNI pusiera El Ejido, pero siempre me lo denegaban. Un día me encontré al ministro Barrionuevo, paisano nuestro, y me dijo que no me preocupara, que su secretaria me lo solucionaba rápidamente. Y así fue, fui el primer ejidense en cuyo dni se reflejaba ese dato. Manolo Escobar no pudo conseguirlo y, cuando se lo conté, me dijo ¡qué cabrón!
¿Qué diferencias hay entre El Ejido que conoció y el de ahora?
Es una revolución total. Con 8-9 años, pasé un año a lo Tom Sawyer, como yo digo. Me quedé con mi abuela en El Ejido. Cuidaba cabras, cazaba lagartijas, me subía a los árboles frutales. Una vez a la semana venía un maestro para repasarme las lecciones ya que iba por libre. Ese año se me quedó muy grabado. El Ejido era Lobero, la carretera, el Alsina que pasaba, una farmacia, dos o tres bares, mi tío el médico... Poco más. Venir desde Simón Acién hasta El Ejido era una expedición.
¿Ha escrito sobre El Ejido?
Solo una vez, y fue con motivo de aquellos disturbios de febrero de 2000. Le envié un artículo a Pedro J. Ramírez que titulé como “Apología de un ejidense”, defendiendo nuestra tierra. Como siempre he hecho. Es que tenemos un patrimonio impresionante. El director de la Universidad de Beerseva (Israel), a quien traje aquí en una ocasión, me dijo que teníamos la agricultura más avanzada del mundo, y que no teníamos que envidiar nada a nadie. Principalmente por el esfuerzo, por no decir otra palabra, que le hemos puesto hasta conseguir la huerta de Europa. El antropólogo Mikel Azurmendi, en su libro ‘Estampas de El Ejido’ dijo que aquí no había racismo, algo que no gustó a la izquierda tópica. Para mí, orgulloso de El Ejido, me resultó muy gratificante leerlo.
Su mejor recuerdo.
Sin duda, cuando montado en el Alsina divisaba el valle de Dalías. Siempre notaba un pellizco en el corazón. Ahora me pasa igual cuando voy por la autovía y veo nuestros invernaderos.
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