Cuando a las ocho de esta tarde cierren las 210.000 urnas instaladas en las 52 circunscripciones electorales del país, España puede haber iniciado una nueva era en la historia de su aún joven democracia.
Es a lo que apuntan la mayoría de los sondeos, de las prospecciones sociológicas e incluso la simple observación de cómo ha evolucionado el país desde que en 2008 la crisis económica asomara el bigote y, con ella, la crisis institucional, social y de valores.
España es hoy un país distinto al que en marzo de ese año dio una victoria suficiente de 169 escaños a Rodríguez Zapatero (PSOE) para gobernar sin mayoría absoluta pero con comodidad, y al que en noviembre de 2011 concedió una incontestable mayoría absoluta de 186 diputados al PP de Mariano Rajoy. El bipartidismo PSOE-PP, que ha reinado sin amenazas durante los casi cuarenta años de etapa democrática, ha sufrido en este transcurso una fuerte erosión, más en evidencia a medida que se han ido cumpliendo citas en el intenso calendario electoral de 2015.
Auge de los emergentes
Las elecciones autonómicas de Andalucía en marzo, las municipales y autonómicas de mayo y las catalanas de septiembre -aun con las particularidades del panorama político e institucional de Cataluña- han certificado lo que ya era un clamor: el auge de otras alternativas electorales que han recorrido en tiempo récord la larga distancia entre ser inexistentes en el arco parlamentario a ser posible opción de gobierno o determinante para formarlo.
Precisamente esa va a ser, junto a la consumación del grado de desgaste del bipartidismo, una de las dos claves de esta jornada en la que 36,5 millones de españoles (490.191 en Almería) están llamados a votar: la gobernabilidad del país.
Las encuestas previas, de cualquier procedencia, han venido a coincidir, con sus diferencias y matices, en algunas cosas. Una, en la ligera ventaja del PP respecto a sus competidores, ventaja que, no obstante, vendría acompañada de una caída estrepitosa en escaños y en porcentaje de votos, que no llega en ningún caso al 30%. Otra, que tras los talones del PP, y muy cerca de ellos, se sitúan tres fuerzas políticas en casi igualdad de expectativas: el tradicional rival del PSOE y los nuevos de Ciudadanos y Podemos. Los sondeos otorgan a los tres horquillas que oscilan entre el 17 y el 22% de los votos.
Panorama poselectoral
Con tanta cercanía entre las que presumiblemente serán las cuatro fuerzas con mejor resultado esta noche -el resto no parece entrar en la carrera por la victoria-, la composición del Parlamento que salga de las urnas puede resultar endiablada.
Por eso, la campaña de los cuatro partidos ha estado enfocada, más que nunca, a captar el voto de los indecisos, que los sondeos han situado en no menos del 20% del electorado. De hacia dónde se decante la decisión de esos ciudadanos que aún no tienen clara su papeleta, puede depender quién esté en mejores condiciones para intentar formar gobierno a partir del lunes.
Las posibles alianzas y pactos poselectorales son la gran incógnita que solo quedará despejada en función de cómo sea el resultado final.
La singularidad de estas elecciones generales en España la han convertido también en el foco de interés en muchos países de nuestro entorno y, muy especialmente, de los de la Unión Europea.
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