España estrenó anoche un nuevo mapa político en el que el bipartidismo PP-PSOE retrocede de forma evidente -entre ambos pierden seis millones de votos y 83 escaños- pero, aun así, aguanta el envite de los partidos emergentes.
Los populares de Mariano Rajoy han conseguido ganar de nuevo las elecciones generales con un 28% de los votos, aunque la mayoría de 122 diputados es tan exigua frente a un Parlamento muy fragmentado que la gobernabilidad se complica sobremanera.
El PSOE se sitúa en segunda posición. No obstante, su resultado de 90 diputados (22% de los sufragios) es el peor cosechado por los socialistas en toda etapa democrática, en la que nunca había bajado de los cien parlamentarios. La buena noticia para el partido de Pedro Sánchez es que ha evitado en esta ocasión el temido sorpasso por parte de Podemos.
El éxito de Podemos
Los de Pablo Iglesias se quedan en tercera posición lo que no es incompatible con que hayan sido los grandes triunfadores de la jornada electoral. La marca Podemos y sus asociadas (En común, Compromís y En Marea) han obtenido una suma de 69 diputados en las Cortes, un número que obliga a cualquiera de los demás a tenerles en cuenta a la hora de intentar formar gobierno. Para un partido inexistente en los comicios de 2011 y que ha experimentado un vaivén en sus expectativas de voto a lo largo de este año, situarse como fuerza clave es todo un éxito.
No puede, en cambio, hablar de lo mismo Ciudadanos. El partido naranja se ha quedado en 40 escaños (13,8% de los votos) que, siendo una cifra importante para un partido que entra por primera vez en el Parlamento nacional, se sitúa por debajo de las expectativas que había generado, especialmente tras las elecciones catalanas. La línea ascendente del partido de Albert Rivera ha ido decayendo a medida que avanzaba la campaña y ha ‘pinchado’ en la última semana.
En el resto del hemiciclo del Congreso se sentarán otras seis fuerzas (Esquerra, Democracia y Libertad, PNV, IU, EH Bildu y Coalición Canaria), que se reparten los 28 escaños restantes. Izquierda Unida, hasta ahora cuarta fuerza en el Congreso, pierde 11 diputados y se queda en solo 2. Con la nueva composición parlamentaria, el escenario que se plantea para la gobernabilidad del país es complejo. En ninguna de las once legislaturas precedentes se ha dado un panorama tan difícil de gestionar para el ganador.
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