Cada tarde, al filode las seis, el entorno de la Catedral de Almería se llena de un gorjeo ensordecedor, de un trino agudo que no se aplaca hasta que no oscurece del todo. Es un pitido denso que revoluciona desde hace semanas el contemplativo barrio del centro histórico y que parece que no va a acabar nunca.
Son bandadas de miles de estorninos, aves ruidosas y oscuras, poco más grandes que un gorrión, que vuelven de echar el día picoteando frutos e insectos en la vega de Almería y en los vertederos de basura. Han hecho del esbelto pino del claustro de la seo almeriense su nuevo dormidero y allí llegan en bandadas enmedio de un silbido asfixiante posándose en las ramas de su copa hasta el amanecer del día siguente. Lo hacen en un baile perfecto, todos casi a un tiempo, a toque de recluta, penetrando por el aire desde la zona del Barranco Caballar y el entorno de La Hoya en un llamativo espectáculo para los vecinos que a esas horas transitan la calle Velázquez, la Ronda del Beato Diego Ventaja o la Plaza de Bendicho.
Los estorninos son muy dañinos para los sembrados y para el arbolado de cítricos, olivos y almendros, aunque también ayudan a combatir plagas ya que consumen grandes cantidades de insectos. Así lo atestigua Jesús Contreras, ornitólogo almerienses de la Asociación Oz Nature, quien explica que “pueden llegar a ser muy molestos para los vecinos cuando pernoctan en el centro de la ciudad por el volumen de ruido y los excrementos que sueltan”.
Contreras expone que estos ejemplares son muy dados a la mermedación, “es decir que se sienten más seguros juntos, a través de los líderes de la colonia, para defenderse de posibles ataques de depredadores como halcones o cernícalos”.
Al amanecer salen de nuevo del gran árbol catedralicioy marchan a alimentarse a zonas silvestres, hasta la tarde que vuelven de nuevo con el soniquete ensordecedor que se prolonga durante casi una hora, hasta que todos los individuos de la colonia quedan acoplados en las ramas centenarias. Juan, uno de los vecinos del barrio, experto en pájaros, asegura que “pasarán años antes de que decidan cambiar de dormitorio”.
El obispado no dice nada por ahora
No hay solución, por ahora, para que esta legión de pájaros que rompen el silencio escolástico del barrio, elijan otro emplazamiento para pasar la noche. Algunos residentes hablan de petardos para espantarlos, pero el ornitólogo Jesús Contreras “no cree que esa sea el remedio más adecuado, porque volverían”. “Habría que desplazarlos hasta los ficus del Parque, por los menos nos dejaríán un poco más en paz”, expresa Teresa, una de las vecinas de la calle Velázquez. No hay reacción, por ahora, por parte del Obispado contra este incómodo inquilino”.
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